El pasado sábado, el presidente Alberto Fernández le brindó una entrevista a Jorge Fontevecchia para el canal Net TV, del grupo Perfil. En la misma, casi al pasar, el Jefe de Estado dejó algunas frases que pueden tener cierto cuestionamiento.
La primera en resaltar, refiere a su preferencia de “tener un 10% más de pobres y no 100 mil muertos por la pandemia en el país”. Claramente su postura frente a la crisis sanitaria es, lo que muchos dirían, elocuente.
No obstante, manifestar los números antes mencionados de forma tan serena, deja a las claras la falta de sensibilidad frente a un país que, ya hundido en la pobreza, presenta una economía por demás frágil.
Utilizando la cifra que el primer mandatario mencionó y comparándola con los números brindados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), podría desprenderse que, al finalizar la cuarentena el país se encontraría sumergido en la pobreza ostentado un valor preocupante: 39,05%.
Es sencillo realizar estas declaraciones cuando se trabaja para el Estado. Allí nunca faltan los sueldos, si es necesario se emite a mansalva para salvar los haberes de aquellos que cobran por parte del erario público.
Incluso, en esa declaración, está olvidando un factor que se agrava por las crisis económicas: La tasa de suicidios.
Por caso, se puede tomar como ejemplo la megacrisis del 2001. En el 2000, dicha tasa arrojaba 13,43 casos por cada 100 mil habitantes. En el 2001 esa cifra ascendió apenas al 13,77.
Sin embargo, en el 2002 ese índice pegó un salto inusitado, llegando a 20,62 suicidados por cada 100 mil habitantes.
Esa información no puede ser desconocida por Alberto Fernández, mucho menos puede hablar de un 10% más de pobreza en términos relajados. Sobre todo si se tiene en cuenta que es él quien insiste en aseverar de forma persistente que “de la muerte no se vuelve”.
Pero no fue esa la única declaración cuestionable. En la entrevista arrojó una frase que, de hecho, generó críticas: “tengo una sensibilidad especial con los más grandes, porque son los que hoy se muestran más débiles en esta situación”.
¿Es realmente necesario rememorar que el primer ajuste que hizo el Gobierno nacional recién llegado a la Casa Rosada fue sobre los haberes jubilatorios? ¿Acaso no mandaron al muere a miles de jubilados en el denominado “viernes negro” que aconteció el pasado 3 de abril?
Dicho sea de paso, aún sigue a la espera el aumento del 20% de las jubilaciones que Alberto Fernández pregonaba mientras se encontraba peleando por el Sillón de Rivadavia.
Pero hubo algo más, inquietante ciertamente. Refiere a su apreciación sobre Daniel Arroyo, el cuestionable ministro de Desarrollo Social de la Nación. El primero en hacer compras de alimentos con sobreprecios, tal cual descubrió Tribuna de Periodistas, las cuales, gracias al periodismo atento, no llegaron a concretarse.
"Daniel Arroyo es un hombre de gran honestidad, pero nadie está exento de que haya un pícaro metido, que haga lo que no debe. Lo que sí tengo claro es que hubo una situación abusiva, que los que ofertaron fueron abusadores, no sé si corrompieron a alguien, eso que lo dirima la justicia y si alguien se corrompió, que lo resuelva quien corresponda" supo manifestar el jefe de Estado en la mencionada entrevista.
¿Se olvida Alberto del acto de insensibilidad y corrupción que protagonizó Arroyo en el 2008, siendo entonces ministro de Desarrollo Social Bonaerense, por la venta de leche que debería haber sido destinada a la población más necesitada?
Y, ya sobre el fin de la entrevista dejó una última mención, en este caso gravísima dadas las circunstancias: “Hay gente valiosa. Hay algunos corruptos, pero no son la mayoría”.
Es decir, el propio presidente está admitiendo que en su Gobierno existe la corrupción. ¿Quiénes son aquellos que Alberto denomina corruptos? ¿Por qué lo dijo tan libremente? ¿Acaso sabe quiénes son? Si lo sabe ¿Por qué continúan estando en la función pública? ¿Tan anestesiada y acostumbrada está la Argentina que el mismísimo primer mandatario realiza declaraciones gravísimas y apenas un puñado de personas salieron a cuestionarlo?
En fin, este es el autodenominado “gobierno de científicos” que hoy ocupa el control del país desde Balcarce 50.
Puede entenderse que Alberto Fernández esté colapsado, pero ello no elude la responsabilidad de, cuanto menos, tratar de generar transparencia y confianza, algo que realmente parece estar dinamitando luego del sesgado informe que le brindaba a su figura un 93% de aprobación.