Cada vez que el ser humano pasó por situaciones límites en su vida, exhibió dos aspectos bien definidos de su naturaleza humana: una es la de ser solidario para con los otros buscando el complemento entre todos por el bien común, esto es: la defensa del conjunto por sobre lo individual (sentimiento este que lo enaltece como ser humano) y otro, que manifiesta una conducta miserable, mezquina e insolidaria que solo piensa en el resguardo individual para sacar ventaja en medio de la desgracia de las mayorías sufrientes. Por poner un ejemplo evidente me animaría a decir que como nunca en democracia se ha visto a la clase política argentina trabajar con tanto ahínco al servicio de la gente en la búsqueda de su bienestar común por encima de otras necesidades que reclaman también ser atendidas como la economía por ejemplo.
Observar este comportamiento de casi todos los principales dirigentes del escenario político argentino es alentador y merece ser destacado de la misma manera en que se debe criticar cuando en determinados episodios del país, sucede lo contrario, esto es: aquellos que solo buscan la defensa de sectores minoritarios por encima de los intereses comunes de las grandes mayorías.
Desde que comenzó esta verdadera tragedia para la humanidad en la ciudad de Wuhan, China, cuna de la pandemia, hemos visto desarrollarse junto a esta contaminación mundial, estas dos conductas humanas a lo largo y ancho de todo el planeta; las tendencias se manifestaron en representaciones claras en los nombres de algunos políticos como Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera y otros que hoy están pagando con su desprestigio por la falta de empatía que tienen con su pueblo. Atender los intereses económicos antes que la vida de la gente marca la diferencia ideológica de algunos gobernantes que están dispuestos a sacrificar cientos de miles de vidas humanas antes que dejar que sus empresas (a las cuales representan) dejen de ganar suculentos dividendos a pesar de la tragedia que vive el conjunto de la humanidad.
Es evidente que la pandemia aceleró los cambios globales que ya se venían evidenciando bastante tiempo antes de la contaminación mundial. El corona virus le sacó definitivamente la careta a una crisis mucho más profunda que la contaminación misma en el plano social, económico y político, las políticas que se vienen implementando están llevando a la humanidad toda al borde de un colapso total en la medida en que no se encuentre una salida correcta al desborde de los mecanismos de desarrollo y contención que las naciones supieron crear en su largo recorrido en la construcción social de toda la humanidad.
Bastó que un virus altamente contagioso atacara al centro de defensa del homo sapiens (su sistema inmunológico) para que nos demos cuenta de lo frágiles que somos al ser atacados masivamente por cuerpos extraños a nuestro organismo adaptado al entorno que nos circunda por ello, el conocimiento esencial de esta infección será fundamental para nuestro desarrollo.
La infodemia (como la calificaron algunos analistas) a la cual está sometido el conjunto de la población mundial revela como el establishment de la corporación mediática asociada definitivamente a las grandes concentraciones de riqueza, opera instalando o desestimando verdades parciales o verdades a medias según la conveniencia de las agencias informativas que dominan los medios de comunicación. Desde hace sesenta días nos están envenenando tanto como el coronavirus con miles de recomendaciones que al poco andar son cambiadas por otras y así sucesivamente. El ranking de infectados contagiados, muertos y recuperados entre los países del orbe, pasó a ser el campeonato mundial entre los países mientras el covid-19 realiza su trabajo de exterminio; las estadísticas son importantes, no hay duda de ello, pero solo a los efectos de quienes deben trabajar con ellas para saber la evolución del virus y no para llenar horas y horas de mentiras mediáticas que terminan sacando conclusiones fantásticas con argumentos que terminan estando al servicio de intereses perversos en momentos en que la solución requiere del esfuerzo de todos sin excepción.
Mientras la mayoría de los argentinos junto al gobierno nacional vienen librando una batalla sin cuartel contra un demonio invisible, otros, opositores ellos, se están dedicando a debilitar a la coalición gobernante con el único propósito de que este no se consolide en el poder y así pretenden obtener algún miserable rédito político que los mantenga en la consideración de algunos descerebrados que creen que los argentinos son estúpidos; los únicos que se están desgastando con su mezquina conducta son estos piratas marginales de la política que no cesan en su afán destructivo y pagarán tarde o temprano por todo el mal que le hicieron y le siguen haciendo a los argentinos.
No hay dudas que la ciencia terminará por derrotar a esta pandemia creando la vacuna que nos aleje de todo mal, pero por más que esto suceda más tarde que temprano no nos librará de la insensatez humana.
Recordaba a Nietzche: “Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”.