El trabajo con los pacientes adultos mayores nos acerca a la tierna sensibilidad frente al abandono y al rechazo generacionales. Muchos de ellos son abandonados por sus hijos y/o hermanos que les pasan facturas por deudas anteriores. Así culminan en centros de tratamientos luego de haber depositado sus penas y sufrimientos en la bitácora de las drogas y el alcohol.
Me sorprendió lo que me sucedió con un paciente que posee patologías comórbidas que lo hacen pasible de contagio de “coronavirus” (diabetes, trastornos cardiacos, etc.) además de una adicción ya controlada y en remisión por estas circunstancias le proponemos que vuelva a su casa durante un tiempo ya que los síntomas adictivos estaban controlados. Cuando le digo esto me dice con emoción que él quiere dejar su ropa en su ropero en el mientras tanto entre la ida y la vuelta. Lo decía emocionado.
Su vida quedaba unida al vínculo con nosotros. Había encontrado en la comunidad terapéutica un bálsamo frente a sus culpas, pero también luego entendí el porqué. Su familia rechazó que vuelva. El único lugar posible era la institución.
A un médico amigo le comento esto y me comenta que él tenía 29 personas adultas para darles el alta y 28 familias se negaron.
El adulto mayor como descarte
El Premio Noble de Etología Konrad Lorenz mencionaba a la demolición de la tradición como uno de los males de este tiempo. Tradición deriva de tradens o sea transmitir. Se ha roto la cadena de transmisiones generacionales. El adulto mayor ya no solo no rinde económicamente, sino que sobra. Es por eso que cuando en los geriátricos hay algunos problemas de contagio las autoridades no saben donde derivarlos porque muchos aún estando en un equilibrio precario pueden vivir con sus familiares, pero estos no los aceptan.
El default argentino reconoce que la cultura del abuelo y la abuela se está rompiendo. Es una sociedad que además de desperdiciar la voz de la Sabiduría que pueden tener los mayores se ha transformado en una sociedad desvinculada. Se han roto los vínculos entre las tres generaciones vivas. Se ha liquidado a la primera generación como patrimonio de un cierto Saber y el refugio en instituciones surge como única salida.
La familia y el factor inmunologico versus eutanasia
Mientras tanto el gobierno griego ha sorprendido con sus magníficos resultados en la lucha contra la pandemia. Con pocos recursos, con un sistema de salud débil las respuestas de los griegos se basaron en que empezaron antes el confinamiento y el poder protector de la familia. Familias fuertes en Grecia en donde los mayores no viven en residencias. Urge así el afecto como vínculo entre generaciones.
Por otro lado, en Holanda justo al comienzo de la pandemia del “corona virus” se promovió la distribución de una píldora venenosa para los adultos mayores de 70 años para que estos decidan cuando morir. La había propuesto el juez Huib Drion hace cuarenta años, aunque el murió a los 86 años en su lecho de muerte natural. La píldora a repartir es la llamada píldora “Drion”. Holanda ha invertido su pirámide poblacional por su política no natalista y ha aumentado el número de adultos mayores liquidándose el Estado de Bienestar y, por ende, crujientes los sistemas jubilatorios. La solución parece la letalidad.
No se invierte en sistemas de salud y las patologías de los adultos significan una carga fiscal insostenible. Pero este parece ser un dilema moral que parte de la demolición de la tradición como pauta cultural y de la creación de una sociedad desvinculada no exenta de Ego y de individualismo.
En Sudáfrica se propone una pastilla de veneno para un sector del pueblo de acuerdo a un límite de edad de ingesta voluntaria y de suministro gratuito.
Los dilemas del alargamiento de la vida son nuevos ya que la media de vida del hombre es de 80 años. Antes la vejez era solo para una minoría. En la antigüedad la vejez era vivida ambivalentemente ya que por un lado no servía para la sociedad guerrera y se era viejo cuando comenzaba su debilidad. Los grandes monasterios de la Edad Media rescataron a los viejos y le dieron humana atención además de la vida familiar muy fuerte con familias ampliadas que eran un marco protector.
Hoy asistimos a una des-familiarización de la vida social y cultural cuando en la antigüedad el anciano era el vínculo entre las generaciones y un cierto transmisor del saber.
El malthusianismo como respuesta
De todas maneras, la visión siempre en la historia la función del adulto mayor es ambivalente. Erasmo en el “Elogio de la Locura” equipara a la mujer adulta con las brujas. Por otro lado, Juan Luis Vives y Tomas Moro ven en el anciano la señal de la sabiduría. En el refranero popular el viejo era el lugar del consejo y del consejero.
¿Se harán reales las predicciones de Thomas Malthus en el siglo XIX?; ya que nos decía que el aumento geométrico de la población no se condecía con la producción de alimentos que lo hacía aritméticamente y entonces nos enseña que el hambre y las enfermedades diezmarían a la población. El capitalismo naciente rompió esto ya que la innovación empresarial y la libertad de comercio multiplicó bienes. Los últimos años muestran una población creciente que pasó de mil millones en la época de Malthus a más de siete mil actuales. De los 37 años como media de vida en el siglo XIX a 80 hoy. Además, los sistemas jubilatorios están en crisis y los sistemas de salud parecen deficientes ante tanta demanda.
Sobre este trasfondo socio-económico surge el dilema ético de los adultos mayores y los cambios derivados de la ruptura de la tradición, la des-familiarización creciente y la sociedad desvinculada.