El 25 de Mayo de 1810, los integrantes de la Primera Junta juraron por el Rey Fernando VII, con la idea de que, encontrándose preso el monarca, el poder volvía al pueblo y éste se lo asignaba provisoriamente al cuerpo colegiado presidido por Cornelio Saavedra.
No se mencionaba la idea de “Independencia” en ese entonces, y nótese que tampoco se la menciona siquiera en el Himno Nacional, cuya letra data de 1812. Por el contrario, la letra completa de nuestro Himno menciona 8 veces la palabra “Libertad” y dos veces la palabra “Libres”. Además, es muy claro al identificar al oponente: la Tiranía, a la que alude de modo directo en dos oportunidades.
Asimismo, sobre el concepto de Tiranía, es aún más específico el famoso Decreto de Supresión de Honores, dictado el 8 de diciembre de 1810 que nos habla, desde el pasado, sobre sus efectos:
“¡Infelices pueblos los que viven reducidos a una condición tan humillante! Si el abatimiento de sus espíritus no sofocase todos los pensamientos nobles y generosos, si el sufrimiento continuado de tantos males no hubiese extinguido hasta el deseo de libertarse de ellos, correrían a aquellos países felices, en que una constitución justa y liberal da únicamente a las virtudes el respeto, que los tiranos exigen para los trapos y galones…”.
“¿Qué comparación tiene un gran pueblo de esclavos, que con su sangre compra victorias, que aumenten el lujo, las carrozas, las escoltas de los que lo dominan, con una ciudad de hombres libres, en que el magistrado no se distingue de los demás, sino porque hace observar las leyes, y termina las diferencias de sus conciudadanos? Todas las clases del estado se acercan con confianza a los depositarios de la autoridad, porque en los actos sociales han alternado francamente con todos ellos; el pobre explica sus acciones sin timidez, porque ha conversado muchas veces familiarmente con el juez que le escucha; el magistrado no muestra seño en el tribunal, a hombres que después podrían despreciarlo en la tertulia; y sin embargo no mengua el respeto de la magistratura, porque sus decisiones son dictadas por la ley, sostenidas por la constitución, y ejecutadas por la inflexible firmeza de hombres justos e incorruptibles.”
Este 25 de Mayo volvemos a conmemorar la lucha por la Libertad y contra la Tiranía. Lamentablemente, lo haremos gobernados por decreto, con un Poder Judicial que casi no funciona y un Poder Legislativo que no termina de despertarse. Lo haremos mientras las ideas que inspiraron el nacimiento de la Patria se desvanecen.
La condición humillante a la que alude el “Decreto de Supresión de Honores” es la que hoy padecen los ciudadanos que no pueden salir a trabajar, porque no los dejan. Esos ciudadanos, los que tienen prohibido esforzarse son, además, los que deben pagar impuestos para garantizar una condición privilegiada a quienes los humillan. ¿Y quiénes los humillan? En muchos casos, funcionarios incapaces de cumplir con la más mínima medida sanitaria que ellos mismos imponen.
El impuesto que sale de los ahorros, sale de ingresos que ya tributaron oportunamente, por lo que estamos ante una confiscación generalizada de bienes. Se está vulnerando, en definitiva, el derecho de propiedad, para sostener el privilegio de quienes –conforme advertían ya los hombres de mayo- debían ser iguales a los simples ciudadanos: los funcionarios públicos.
Derechos elementales como la educación están siendo avasallados, mientras “docentes” militantes exhiben su ignorancia por la televisión pública (con la excusa de educar) y no se advierte la menor preocupación de los gobernantes para que los niños (que no son grupo de riesgo) vuelvan a las escuelas.
Recibimos de los gobernantes datos falsos. Luego de cada conferencia de prensa que da el Presidente aparecen las quejas de distintos países agraviados por comparaciones fraudulentas, realizadas al solo efecto de enaltecer una política sanitaria que nos codena al desastre por sus excesos. Nos mienten y le mienten al mundo.
Mientras tanto, los abusos policiales para hacer cumplir la prolongada situación de “Aislameinto Social Preventivo y Obligatorio” ya llevan tres muertos. El asesinato del último de ellos, Luis Espinoza, tuvo lugar en Tucumán, y fue precedido por la desaparición forzada de la víctima, sin que el gobierno haya mostrado la más mínima preocupación al respecto.
La extensión de la cuarentena profundiza cada vez más el deterioro económico e institucional. Ambos deterioros, en su conjunto, auguran más destrucción y muerte que la propia pandemia. Eso sí, sobre las víctimas de las restricciones económicas y de la violencia estatal no esperemos ver partes diarios. Para eso no tenemos Ministerio.