El presidente Alberto Fernández le brindó una entrevista a Telefe Noticias en la cual dejó algunas frases un tanto polémicas.

Se encargó de retar al ciudadano cual padre a su hijo, se desligó de las responsabilidades propias y terminó tratando de ignorante a una periodista del informativo.

En un preciso momento del reportaje, mencionó que “querían salir a correr, salgan a correr. Querían salir a pasear, salgan a pasear. Querían locales de ropa abiertos, abran los locales. Pero estas son las consecuencias”.

Lo llamativo es que lo dice de forma tal que pareciese que los contagios son un castigo por portarse mal más allá de desligarse de la responsabilidad que le toca ¿O no fue él quien le dio luz verde al jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta para habilitar a los runners a salir a ejercer su actividad?

Más aún, dicha medida fue acordada incluso con los asesores epidemiológicos que ostenta Alberto para tomar las dediciones referentes al avance del destrabo paulatino del aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Es bien cierto que los corredores tuvieron una alta cuota de responsabilidad por haber hecho deporte sin los mínimos recaudos, pero el jefe de Estado, en su función de administrador de la cosa pública, no puede ni debe desentenderse.

También es necesario remarcar que lo de la apertura de locales no es comparable con el capricho de un bebe. Miles de pequeños comercios al borde de la quiebra, por obviedad, van a solicitar su apertura ¿O acaso no se encuentra a Argentina frente al inminente aumento de la desocupación y la pobreza?

Más adelante destacó que “crece el movimiento de gente y crece el contagio, esto pasa en CABA y en la Provincia. Eso es lo que nos llevó a ver de qué modo nosotros podemos ponerle un freno ya a la mayor circulación que se está observando”.

Asimismo agrega: “El mayor problema del contagio lo tenemos en el AMBA. Ahí está concentrado el 95-96%” de los contagios.

¡Al fin se le prendió la luz!, parece que cuando fue a Formosa no tenía idea de ese dato. De hecho, llegó con toda una comitiva y se aglomeraron con funcionarios de esa provincia. Dos semanas después apareció el primer contagio del virus.

Según dicen las voces oficiales, el primer caso fue de una señora de 36 años que había viajado desde Buenos Aires. Pero es necesario preguntarse: ¿Es casual que ese primer registro de coronavirus en la provincia gobernada por Gildo Insfran se haya dado 13 días después de aquel 28 de mayo en el que Alberto actuó contrariamente a todo lo que predica?

Dicho sea de paso, ésta había viajado con otras 38 personas y ninguna de ellas dio positivo en el testeo preventivo que se les realizó. Ese es otro dato que arroja un manto de dudas ante la situación expresada oficialmente.

Por otra parte, en la misma entrevista esbozó que se baraja la idea de volver a la fase 1 en la zona del AMBA ya que las camas en los hospitales “se están ocupando por otras enfermedades que no son coronavirus”.

Quizá sea de utilidad recordarle al primer mandatario que la cuarentena servía como un lapso de tiempo que ayude a poner el sistema sanitario en condiciones para enfrentar un eventual pico de contagios. A casi 100 días de haber iniciado el Aislamiento social, preventivo y obligatorio ¿Aún no se puso en orden el sistema sanitario?

Si a ello además se le agrega que se realizan compras con sobreprecio y se adquieren insumos a China, cuyo rendimiento está sobradamente cuestionado y que el hecho de traerlos cuesta más que los productos en sí, se puede valorar el mal manejo del gasto público.

Pero a ello es dable agregar que lo que se transporta desde el país asiático puede producirse en la Argentina, con un menor costo y un rendimiento más alto.

También es necesario resaltar que Alberto manifestó que “más allá de que me digan que soy un facilista y no le presto atención a la economía. Los que le prestaron atención a la economía sabemos cómo le fue. Hay 45 mil muertos acá al lado” en clara alusión a Brasil.

Aquí, como en muchas otras oportunidades, vuelve a separar el problema económico del sanitario, como si sendas cuestiones no necesitaran un análisis en conjunto.

Y todo esto sin contar el maltrato verbal sufrido por la periodista Cristina Pérez al ser tratada de inculta con argumentos para nada claros.

Conclusión: Alberto está perdido, no sabe para dónde disparar ni a quién culpar, ya que, sin solución de continuidad, escupe para arriba.