Lo
acontecido hace pocos días en Lanús, con el asesinato a golpes, por parte de
“patovicas”, de un joven de 20 años que había concurrido a bailar a la
disco “La Casona” –un hecho y sus circunstancias que tuvieron amplia
difusión en los medios- fue la gota que rebasó un vaso que en esa localidad
del sur del conurbano se viene llenando desde hace tiempo. Ese hecho no sólo
colmó la paciencia de los vecinos de la zona, que junto a varios jóvenes
destrozaron las instalaciones del local y lo incendiaron casi por completo. Hizo
también que todos ellos hicieran su catarsis comentando a toda voz los
“secretos a voces” que vienen sabiendo hace años, en relación a cosas muy
poco claras que involucran no sólo a “La Casona” -tradicional disco que había
cumplido hace poco treinta años de existencia hasta su destrucción días atrás-
y a otras similares de esa ciudad, sino también a la policía bonaerense y al
propio intendente municipal, el eterno Manuel Quindimil. Tal es lo que pudo
averiguarse en consultas realizadas en varios ámbitos lanusenses que incluyen
al comercio, a particulares y a la juventud.
En
primer lugar, el propietario de “La Casona”, Atilio Amado -quien reside a
escasas dos cuadras de la disco, lo cual hizo que un grupo de los policías que
reprimían el ataque a la misma corrieran presurosos a protegerlo, estimando un
probable escrache o ataque de los iracundos atacantes- es un personaje de
antecedentes morales nada limpios. Tiene varias causas por abuso sexual de
jovencitas en el propio lugar bailable, utilizando para sus fines una cabina de
disc jóckeys donde cuenta con una colchoneta, y
cuando comete sus aberrantes delitos se aísla convenientemente de
cualquier curioso, echando llave y bajando unas cortinas.
Su
última aventura en tal sentido ocurrió el 17 de agosto del 2003, a las 5.30 de
la madrugada, cuando una adolescente de quince años que se había acercado a
Amado a solicitarle un vale gratuito para una consumición, fue encerrada en la
cabina por el dueño de “La Casona”. Allí, según la denuncia que hizo la
chica acompañada por su padre en la Comisaría 1ª de Lanús, ubicada a tres
cuadras de la disco –aunque sus efectivos nunca están en el lugar para
prevenir eventuales disturbios-, Amado la hizo apoyar contra la pared, poniéndola
de espaldas y diciéndole que quería “ser más amigo” de ella, mientras la
manoseaba y le decía otras cosas al oído. Luego, de acuerdo al relato de la
joven, tiró una colchoneta al suelo y la acostó, le bajó la ropa interior, se
colocó un preservativo y la penetró, pese a que ella le pedía en todo momento
que no le hiciera nada y que era virgen. Luego de consumar su acto, Amado se
vistió y la dejó ir.
Pocas
horas después la joven, acompañada de su padre, como se dijo, radicó la
denuncia en la Comisaría 1ª de Lanús, y la causa fue derivada a la Unidad
Funcional de Instrucción 12 de Lomas de Zamora, a cargo de la fiscal Norma Morán.
Sin embargo, no volvió a saberse nada más del estado de esta causa que
involucra a Amado, ni de ninguna otra de las que tiene en su contra. Algo que no
debería extrañar si se tiene en cuenta que el dueño de “La Casona” estaría
casado con la hija de un magistrado del Tribunal de Casación Penal;
que además es amigo personal del intendente de Lanús, Manuel Quindimil,
y de Eduardo Duhalde; y que las comisarías de Lanús están firmemente sujetas
al poder político de la ciudad, encabezado por el eterno intendente. Lo cual
garantiza para Amado una muy estable impunidad. Tanto en lo que hace a las
tropelías que pueda cometer contra jóvenes como en la distribución de droga
en la disco y en la recaudación “para la Corona” que ello le permite.
Quindimil, el padrino
Lo
último señalado es otro de los “secretos a voces” que corren de boca en
boca entre los vecinos del partido de Lanús, quienes por otra parte saben que
no pueden denunciar abiertamente nada, por un lado temiendo las represalias de
las patotas que maneja el octogenario intendente y por el otro sabiendo que la
policía local está más para cuidar que los “negocios” de éste fluyan sin
sobresaltos que para preocuparse por los ciudadanos recibiendo sus denuncias.
Tal es la total desprotección que vienen padeciendo los vecinos lanusenses en
los más de veinte años que lleva Manuel Quindimil al frente de ese municipio,
cargo que pretende volver a repetir –en tanto su edad y su cáncer de colon se
lo permitan- en las elecciones del 2007.
Claro
que el anciano intendente no es el único que maneja el tema de la droga en su
feudo, incluido el abastecimiento a las discos. Dicho sea de paso, Quindimil,
que reside en Valentín Alsina, localidad perteneciente al partido, reparte en
su ciudad todos los fines de semana entradas gratuitas para “La Casona”,
principalmente entre los jóvenes habitantes de las villas cercanas, a su vez
fieles servidores del intendente cuantas veces sea necesario para hacer pintadas
políticas, pegar afiches de esta índole o los que frecuentemente hacen culto a
la personalidad del geronte político, aparte de estar listos para actuar como
“fuerza de choque” o “patota” represiva de díscolos si hace falta. Jóvenes
que en este caso no son discriminados en la disco como otros “morochitos”
provenientes de otras localidades, ya que cuentan con el importante
“salvoconducto” municipal.
Para
sus “negocios” particulares, el “padrino” Quindimil cuenta con la
inestimable colaboración nepotista de los familiares que ha colocado en
diversos cargos municipales –hermanos, sobrinos y nietos- y de buena parte de
su entorno de funcionarios, entre los que ocupan cargos en su gobierno comunal y
los concejales adictos, muchos de ellos también “saca presos” (en especial
“punteros” propios, o “muchachos que tenían encima un poquito de merca
para consumo propio”), cuando no vinculados directamente a asaltos o a la
piratería del asfalto. Un “ejemplo” de ello fue un caso que fue censurado
en los medios locales, protagonizado por Andrés Avila, de 23 años, hijo de
Carlos Avila, ex secretario de Obras y Servicios Públicos de la Municipalidad y
de la concejal María del Carmen “Maruja” Bodelo. El travieso joven, que
lideraba una banda de asaltantes, fue detenido cuando estaba robando nada menos
que un piano de una casa de música. Todo un exceso de confianza si pensaba que
no lo iban a ver.
Cabe
mencionar también que fueron muy extrañas las circunstancias del fallecimiento
de una hija de Quindimil, martillera pública y titular de una inmobiliaria, que
entre su actividad habría incluido –según fuentes confiables- la de
quitarles las viviendas a varios pobladores que se encontraron atosigados de
impuestos y no pudieron pagarlos. Hace pocos años, Ana María Quindimil fue
hallada en su casa colgando de un ventilador de techo con una sábana al cuello,
lo que fue caratulado como “suicidio”. Al margen de las dudas que generó en
algunos investigadores el hecho de que un ventilador de techo aguante el peso de
unos 50 kilos de la occisa, en especial con los movimientos propios de alguien
que está muriendo ahorcado, las conjeturas aumentaron al recordarse que el
esposo de la mujer, que pesaba alrededor de 75 kilos, había muerto cinco meses
antes en las mismas circunstancias que ella, colgado de un ventilador de techo y
con una sábana al cuello. Lo cual hizo pensar a algunos, no sin cierto humor
negro, que los ventiladores de techo de Lanús son los más fuertes del mundo.
El caso es que ambos murieron aparentemente suicidados, en la misma casa y
exactamente de la misma forma. ¿Mensaje mafioso, venganza, o simple
consecuencia de una depresión?.
Desarmaderos, “Plan Trabajar” y aprietes
Para
ir concluyendo con esta “mèlange” mafiosa en la que están envueltos el
jefe comunal de Lanús y su entorno, “su” policía, la droga y la noche de
esa ciudad del conurbano, cabe referirse a dos aspectos más.
Mucho
se habló –y se mediatizó el tema- de la cantidad de desarmaderos existentes
en el sur del conurbano bonaerense, además claro de los ancestrales locales
afines de la calle Warnes, en la Capital Federal. Se recuerda en tal sentido que
hace un par de años, ante la necesidad de calmar la ansiedad pública y en
especial las puebladas que habían comenzado a sucederse, harta la ciudadanía
de la ola de inseguridad imperante, el ministerio de Seguridad bonaerense a
cargo del incombustible León Arslanián, que no acertaba una con los secuestros
y asaltos diarios, decidió lanzar un operativo contra los desarmaderos de
autos. Al menos eran objetivos que estaban quietos y medianamente visibles. Fue
así como, convenientemente convocados los medios de prensa para estar presentes
en varios de los operativos, se hizo mucha alharaca con el “descubrimiento”
y cierre de esos locales. Varios de ellos estaban ubicados a lo largo del Camino
Negro, en Lomas de Zamora, y otros en Lanús.
Lo
cierto es que poco duró esa alharaca, ya que esos desarmaderos, tan
oportunamente “descubiertos y clausurados”, y convenientemente mediatizados,
al poco tiempo estaban nuevamente operando como si tal cosa, muchos de ellos sin
siquiera haberse mudado de dirección.
Y
aquí aparece nuevamente el juego de protecciones en que están involucrados, en
este caso y en el de crímenes muchos más graves, los descarados funcionarios
municipales, policiales y hasta judiciales que hoy en día son piezas
fundamentales en el aumento de
delitos, lo cual sí se pretende desmediatizar. Concretamente, son los culpables
de que esa vieja dama indigna, la inseguridad, haya sentado sus reales sin
esperanza de que se vaya.
En
el caso de los desarmaderos de Lanús, donde se encontraron más de cien durante
la ridícula “ola represiva”
lanzada por Arslanián, también es “vox pópuli” que muchos de ellos están
vinculados a varios funcionarios municipales. Pero el intendente Quindimil
siempre desmintió su existencia, cuando él mismo es propietario hace años de
una chatarrería ubicada en la avenida Remedios de Escalada de San Martín, a
metros del Puente Alsina. En tanto, el tema de los desarmaderos había comenzado
a ser investigado en los tribunales de Lomas de Zamora, pero ahí quedó.
Convenientemente cajoneado, no se ha vuelto a escuchar de al menos algún interés
judicial por seguir el caso.
Por
último, otra de las habilidades del viejo caudillo de Lanús es -además de
mantener a centenares de empleados “ñoquis” que, multiplicados por sus
familias, significan una apreciable cantidad de boletas a favor a la hora de
votar- contar con más simpatizantes repartiendo a discreción los “Planes
Trabajar”. Claro que asegurándose la contraprestación de los beneficiados,
en el sentido de reunirle buena cantidad de gente para los actos oficiales o
para llenar los micros que deban dirigirse a algún evento más importante, además
de los consabidos votos a favor en tiempos de elecciones.
En
Lanús, donde existen unos 30.000 planes de ese tipo, una mujer
“beneficiada” con uno de ellos, quien por obvias razones mantuvo su nombre
en reserva, señaló: “Yo no puedo ser fiscal de otro partido en las
elecciones, porque me cortan el plan; debo hacer lo que ellos dicen porque sino
no cobro el plan. Y es más, me dijeron que si no gana Quindimil se cortan los
planes y me quedo sin nada”.
Carlos Machado