"Estamos jugando al póker, y no con chicos", había dicho cinco meses atrás el presidente Alberto Fernández para graficar el enorme desafío que enfrentaba la Argentina para renegociar su voluminosa deuda externa por unos u$s 65.000 millones.
Esa partida empieza este lunes a jugar su última mano, con la inminente presentación de la oferta final ante la Comisión de Valores de los Estados Unidos.
El país dice haberse estirado al máximo de sus posibilidades para tentar a la mayor cantidad de acreedores posible y poder abrirse paso en ese mar atestado de tiburones que es el mercado financiero.
Considerado un "defaulteador serial", y en medio de una pandemia que desafía al mundo como nunca lo había hecho un virus a lo largo de los últimos 100 años, el país busca algo de oxígeno para tener una nueva oportunidad de encarrilar su deshilachada economía.
Martín Guzmán, un teórico de los defaults de deuda soberana, tiene ahora la oportunidad de llevar a la práctica lo que durante años analizó en los centros de investigación junto al Premio Nobel Joseph Stiglitz, considerado su mentor.
"Si quieren cobrar, deben darnos aire para podernos volver a levantar", esgrimen desde el gobierno argentino.
El problema es que enfrente está un mundo atribulado por la pesadilla del Covid-19, el virus que ya provocó más de 530 mil muertes y 11,4 millones de contagios en el planeta, y que ahora parece listo para poner a prueba a fondo al sistema sanitario argentino.
Con la enmienda que el país presentará este lunes ante la SEC, la Argentina les dice a los bonistas estar abriendo la última ventana de oportunidad para cerrar un acuerdo y que tengan posibilidades de cobrar.
La alternativa, ya se sabe, sería la confirmación de una nueva cesación de pagos -la novena- que ya en los hechos está operando mientras corre el reloj, porque varios pagos no se hicieron en las últimas semanas.
Para los bonistas, que no haya acuerdo representará el riesgo de ir hacia un litigio de largo aliento cuya celeridad dependerá de la buena voluntad de los tribunales de Nueva York, que si bien ya han laudado a favor de los acreedores, no necesariamente tienen el poder de obligar al país a pagar en el corto plazo.
El nuevo período otorgado por la Argentina se corre al 4 de agosto próximo, aunque a esta altura las fechas son tan relativas como los vencimientos fijados para cada prórroga de la cuarentena.
La partida de póker está repartiendo sus últimas cartas y la Argentina dice estar dispuesta a jugar la mano bajo los "principios de buena fe, realismo, sentido común y colaboración mutua".
Habrá que ver si del otro lado deciden volver a confiar en un país que ha ido de default en default, y que ostenta el dudoso récord de tener una economía con casi 200 años de historia de cesaciones de pago, desde aquella primera bancarrota declarada en 1827, tres años después de negociarse un empréstito con la Baring Brothers de Londres.
"Queremos ponerle punto final a la crisis de endeudamiento de una forma sostenible. Esperamos que nuestros acreedores comprendan las restricciones que tenemos, y valoren nuestra voluntad de llegar a un acuerdo que funcione para todas las partes", dijo Guzmán.
Las cartas ya fueron repartidas y ahora les toca jugar a los grandes fondos de inversión. José Calero