Desde hacía casi un año, el "Viejo Sabio" venía observando
el cielo nocturno. Algo le llamaba la atención y por eso había agregado un
nuevo lente a su telescopio esa noche. Un lente mucho más potente que logró
conseguir tras no pocos esfuerzos. Ahora seguramente obtendría mejores datos.
El Chico, a su vez, venía observando desde lejos al
Viejo Sabio. Le causaba bastante gracia verlo rascarse la cabeza y pensar,
volver a rascarse la cabeza y mirar hacia arriba.
-¡Ahora sí!- exclamó el Viejo Sabio, después de
haber hecho unas pruebas con el nuevo lente de su telescopio.
–A la hora apropiada podré observar mejor lo que me intriga tanto. Será
un nuevo descubrimiento y tal vez obtenga un Premio Nobel-, se dijo a sí mismo.
El Chico decidió acercarse y hablar con el Viejo
Sabio:
-¿Qué es lo que te tiene tan preocupado y contento a
la vez?, le preguntó.
-Es que creo haber hecho un gran descubrimiento.
Apareció un nuevo grupo de estrellas y las autoridades parecen no haberlo
notado, pues nadie hasta ahora dice nada. Así que, como ya se acerca la hora en
que aparecen, con mi nuevo lente podré observarlas bien, tomar los datos
necesarios, y hasta ponerles nombre a cada una de ellas y el mío propio a la
constelación, ya que soy su descubridor.
-¿Y tú quién eres? –se acordó de repente y
preguntó desconfiado- ¿Acaso quieres robarme mi descubrimiento y me estás
espiando?.
-No te preocupes -le respondió el Chico- me llamó la
atención lo dedicado que estás a esas estrellas y sólo quería, si me dejas,
estar cerca tuyo. Prometo no molestarte para nada. Yo estudiaba, ¿sabes?,
aunque ya dejé de hacerlo, y ahora no hago nada, sólo me dedico a observar lo
que pasa en el mundo. Pero si te molesto me voy.
-El Viejo Sabio pensó: “Más te valiera estudiar
algo en lugar de estar vagando”, pero no le dijo nada. Tal vez era uno de
esos chicos que hoy en día no tenían acceso a una educación formal porque
pertenecía a esas castigadas familias sin recursos que tanto abundaban en el país,
y no quiso herirlo. Además, el Chico tenía algo que no supo definir, como una
sensación de paz que le inspiraba confianza, así que le dijo que podía
quedarse, siempre que lo dejara trabajar tranquilo.
Con un suspiro de satisfacción, el Viejo Sabio montó
su telescopio y comenzó a observar lentamente y muy concentrado el cielo,
apuntando hacia el lugar donde habían aparecido esas estrellas que tanto lo
desvelaban. Después de graduar bien el lente y centrar exactamente las
coordenadas, apareció su objetivo. Las estrellas aparecieron en todo su
esplendor. Eran muy brillantes y hasta parecían juguetear y moverse un poco
dentro de su campo. El Viejo Sabio se restregó los ojos, pensando en una ilusión
óptica y en la excitación del momento, y comenzó a hablar en voz alta.
-¡Ahí están!. Son un grupo grande y sin duda alguna
forman una constelación nueva, aún no registrada. Así que comenzaré a
contarlas y a ponerles su nombre a cada una, para después ponerle el mío a la
constelación completa. ¡Y luego a anunciar mi descubrimiento al mundo!. Es un
trabajo de paciencia éste que viene ahora, pero bien vale la pena.
El Viejo Sabio comenzó a contar rápidamente cuántas
eran las estrellas de ese grupo:
-1, 2, 3...- comenzó a decir.
-...194-, se
oyó la voz del Chico.
-¿Pero cómo...?, ¿acaso ya las habías contado a
simple vista?, ¿cómo pudiste?, balbuceó asombrado el Viejo Sabio.
-Perdóname, no quiero para nada meterme en tu
descubrimiento, pero quiero ahorrarte algo de trabajo. Sí, las estrellas son
194, y además todas tienen nombre. No te preocupes pues nadie las descubrió
hasta ahora sino tú. Pero el nombre ya lo llevaban con ellas cuando aparecieron
en el cielo...
Al Viejo Sabio ya no le quedaba más capacidad de
asombro. Sin embargo no se enojó. Por el contrario, el Chico, además de
inspirarle confianza, irradiaba una imagen de una serenidad tal que el propio
Viejo Sabio se sentía calmo, tranquilo, en paz...
-Muy bien-, le dijo al Chico, -y ya que estás tan
enterado, ¿qué nombres tienen, por ejemplo?.
-Sólo te mencionaré algunos. Hay nombres de mujer y
de varón, como Gabriela, Jacqueline, Reina, Abel, Aldo, Sebastián... en
fin...-, respondió el Chico.
-¿Pero cómo sabes tú todo eso?-, dijo el Viejo
Sabio ya casi sin voz.
-Porque yo soy uno de ellos... ¿No recuerdas lo que
pasó?- le dijo el Chico mientras lentamente giraba mirando hacia un punto en la
acera de enfrente.
El Viejo Sabio había instalado, como venía haciendo
todas esas noches, su telescopio en la Plaza Once...
Entonces se le pintó todo el panorama de golpe.
Claro, si él estaba cerca cuando ocurrió aquello... Si hasta corrió al lugar
como pudo, ya que sus piernas no le daban para mucho, y alcanzó a ayudar a uno
de los chicos que se había arrastrado hasta la puerta, en medio del humo y el
caos, tirando de él y sacándolo hacia afuera, desmayado... y dejándoselo a
los de la ambulancia... Sí, hacía dos años de eso...
Se volvió hacia el Chico, que lo miraba con una
hermosa sonrisa, y comprendió lo que le faltaba por comprender.
-¿Entonces...?, dijo el Viejo Sabio.
-Sí. Yo soy el que intentaste ayudar... aunque ya no
hubo tiempo... pero quise agradecerte... Además te digo que ya nos volveremos a
encontrar, aunque para eso falta todavía, y entonces tendremos todo el tiempo
del mundo para hablar del universo y de muchas cosas más, y conocerás por
supuesto a las demás estrellas de la constelación que descubriste.
El Viejo Sabio inclinó la cabeza, pensativo,
recordando cada instante de lo sucedido aquel fin de año, y recordó también
sus desvelos por desentrañar el misterio de ese grupo de estrellas que ya
consideraba parte suya, y que ya estaba develado... Levantó su mirada hacia el
Chico, pero éste ya no estaba...
Mientras esbozaba una sonrisa extrañamente humedecida
con algo que tenía un ligero sabor a sal, decidió que ya no le pondría su
nombre a la Constelación. Y más aún, que no le pondría ningún nombre.
En todo caso que, si querían, lo hicieran aquellos
que lleguen a conocer esta historia.
Carlos Machado
A los chicos muertos el 30/12/04 en el incendio de la disco “Cromañón”, Buenos Aires, Argentina