Entre las muchas estrellas surgidas en el
firmamento de las multinacionales químicas y farmacéuticas, que en muchos de
los casos cometen un artero ataque contra la salud, aparecieron hace algunos años
cierto tipo de endulzantes artificiales para reemplazar el uso del azúcar, más
conocidos como edulcorantes. Decimos “cierto tipo” porque no todos los
edulcorantes son dañinos, pero hay uno de ellos que se lleva las palmas en ese
sentido, ya que por los antecedentes de la droga con que está elaborado es un
verdadero peligro para diabéticos, mujeres embarazadas, niños y consumidores
en general. Nos referiremos entonces a esa droga, al producto con su nombre
comercial y a lo que genera en el organismo humano.
A mediados de la década de 1970 el laboratorio
Searle, mientras experimentaba con una nueva droga para aliviar la úlcera péptica,
dio casualmente con otro descubrimiento: a uno de sus investigadores se le
ocurrió tocar la muestra con un dedo y llevarse éste a la boca, comprobando
que su sabor era extremadamente dulce. Así nació el aspartamo, el cual de
inmediato fue puesto a consideración como la nueva maravilla en edulcorantes y
a ser solicitada su aprobación por parte de la FDA (Food and Drugs Agency), la
agencia gubernamental norteamericana para el control de los fármacos y los
productos alimenticios, y así ser comercializado bajo diversos nombres. Los más
conocidos a nivel mundial: Nutrasweet y Equalsweet, este último también
conocido como Equal a secas, cuyos envases hoy en día adornan las góndolas de
todos los supermercados. Sin embargo durante los primeros años Searle no
lograba obtener la aprobación de la FDA, debido a diversos estudios negativos
que encontraban serias anomalías en el aspartamo. Hasta que apareció Monsanto
–una de las compañías líderes en hacer su negocio en desmedro de la salud
humana y de la que nos ocupamos en una nota reciente- para hacerse cargo de la
situación, como veremos.
En esos primeros años del aspartamo, Searle no
conseguía su aprobación porque la FDA prestaba atención a distintos informes
circulantes en el sentido de que “el aspartamo puede inducir tumores
cerebrales”, lo cual fue confirmado en 1981 por un equipo de investigación
de la agencia integrado por tres científicos independientes. Más aún, pruebas
realizadas en ratas mostraban que los cerebros de aquellas a las que se les
suministraba aspartamo quedaban agujereados en varios puntos; literalmente, como
un colador. La FDA revocó entonces la licencia provisoria para comercializar el
producto, pero en 1985 Monsanto compró la firma Searle, que pasó a ser su
subsidiaria como Searle-Monsanto. En rápida aparición del juego de favores
oficiales de que disfruta la gigante químico-farmacéutica, el entonces
presidente Ronald Reagan despidió al comisionado de la FDA y nombró a otro en
su lugar. Como era de esperarse, aquella decisión anterior de revocar la
licencia para vender el aspartamo fue a su vez revocada, y el nuevo edulcorante
Nutrasweet salió esta vez libremente a ser conocido por el mundo. Y a causar
estragos en el común de la gente que lo consume. Cabe destacar que esta
sustancia no se quedó en un simple edulcorante que reemplaza al azúcar, ya que
fue incorporada también a las bebidas gaseosas tipo “diet”, como “Diet
Coca” y “Diet Pepsi”, a gomas de mascar, tabletas, alimentos secos y a
varios productos más de consumo masivo de los marcados como “libre de azúcar”.
Dicho sea de paso: ¿quién fue en los años ’70 y
’80 uno de los directores ejecutivos de Searle?. Nada menos que Donald
Rumsfeld, hoy también implicado en ciertos manejos con un conocido laboratorio
respecto de un medicamento para combatir la gripe aviar, algo de lo que nos
ocuparemos en otra nota. Como se recordará, este personaje en pocos años
escalaría posiciones en los gobiernos republicanos hasta llegar a ser el
titular de Defensa en la administración Bush, con los resultados que todos
conocemos si hablamos de estragos. El hombre ya venía acostumbrándose.
Causas, efectos y defectos
El aspartamo está compuesto por alcohol de madera o
metanol, ácido aspártico y fenilalanina. Se descompone rápidamente, y más aún
bajo calor, a partir de una temperatura de 30 grados centígrados, en esos
componentes. A su vez el metanol, de por sí un veneno metabólico severo, se
descompone en formaldehído y ácido fórmico, este último también un veneno,
presente por ejemplo en los aguijones de las hormigas. Por su parte la
fenilalanina, que es descartada de plano para los individuos que padecen
fenilcetonuria, se descompone en DKP, un agente que causa tumores cerebrales. Ya
en 1994, y sólo en sus primeros meses, el gobierno norteamericano había
contabilizado miles de quejas por efectos adversos del aspartamo. El 75% de
todas las quejas se registró en el Sistema de Monitoreo de Reacciones Adversas,
y estas reacciones adversas sugieren que el aspartamo es una fuerte neurotoxina.
Pero veamos algunos testimonios serios sobre los problemas que genera el
aspartamo, o Nutrasweet.
En 1996, un estudio publicado en el Diario de
Neuropatología y Neurología Experimental, de Estados Unidos, renovó las dudas
que ya existían al asociar el aspartamo con un fuerte incremento de cánceres
cerebrales a poco de que se pusiera a la venta ese producto. Por su parte el Dr.
Erik Millstone, de la Unidad de Investigación sobre Políticas Científicas de
la Universidad de Sussex, Gran Bretaña, cita una serie de informes ya
existentes en los años ’80 que relacionan al aspartamo con una amplia serie
de reacciones adversas en consumidores sensibles, incluyendo dolores de cabeza,
visión nublada, pérdida de sensibilidad y de oído, dolores musculares,
ataques de tipo epiléptico, entumecimiento de las extremidades, síntomas
parecidos a la esclerosis múltiple y al lupus, excitabilidad, disfunción hepática,
pérdida de la memoria, conducta agresiva, convulsiones, daños visuales y
degeneración neurológica mayor, entre muchas otras más. Algunas, además de cáncer
cerebral, tan graves como Mal de Alzheimer y ceguera. Esto fue avalado en una
carta dirigida en 1995 al editor de la revista “Creative Loafing Magazine”
por Michael Evangelista, ex investigador de la FDA, quien además denunció los
manejos ilegales de la agencia gubernamental, en complicidad con Monsanto, para
poder sacar a la venta el Nutrasweet y otros engendros de la multinacional químico-farmacéutica.
Muchos casos de envenenamiento con aspartamo se
pudieron observar en la Guerra del Golfo. La lengua ardiente –el metanol
descompuesto en formaldehído da la sensación de que “quema la lengua”- y a
partir de allí otros síntomas que se detectaron en varios casos de hombres y
mujeres en servicio, fueron relacionados con el consumo de incontables latas de
bebidas “diet”, ya que varios miles de cajas conteniendo ese tipo de
refrescos habían sido enviadas a las tropas allí destacadas. Si recordamos que
el metanol del aspartamo es liberado a los 30 grados centígrados, y tenemos en
cuenta que esas latas de bebidas estaban expuestas por varias semanas a un calor
del desierto que alcanzaba fácilmente los 50 grados y los soldados las bebían
durante todo el día, después de refrigerarlas, puede deducirse cómo los síntomas
que sufrieron, con los cuales regresaron a sus casas, eran idénticos al
envenenamiento con aspartamo. Se han reportado también problemas en varios
pilotos de la Marina y la Fuerza Aérea, e incluso comerciales, habituales
consumidores del edulcorante y de bebidas “diet”, que han sufrido ataques en
las propias cabinas de los aviones. Riesgos que fueron publicados en medios de
esas fuerzas y que hicieron que a varios pilotos les fueran canceladas sus
licencias de vuelo, si tenemos en cuenta que ello era algo equivalente a jugar a
la ruleta rusa con aviones llenos con 400 pasajeros.
Ha habido muchas declaraciones de médicos ante
comisiones del Congreso norteamericano, incluso registradas en sus actas,
reflejando que el aspartamo cambia la química del cerebro, además de ocasionar
graves problemas neurológicos, por ejemplo alterando el nivel de dopamina en
ese órgano, razón por la cual se preguntaban si alguien podía imaginarse lo
que esa droga les puede causar a pacientes con Mal de Parkinson. Algunos
neurocirujanos han afirmado que cuando removieron tumores cerebrales,
encontraron altos niveles de aspartamo en los mismos. Asimismo, el formaldehído
derivado del metanol ataca la retina del ojo, y hubo casos en que se
diagnosticaba equivocadamente retinopatía cuando en realidad esos síntomas
eran provocados por el aspartamo. Incluso, se sindica a esta sustancia como
especialmente mortal para los diabéticos ya que –como lo indicaron varios
profesionales- cualquier médico sabe lo que el alcohol de madera, que mató y
cegó a miles de bebedores desesperados en épocas de la “Ley Seca”, le hace
a un diabético. Por su parte el
Dr. H. J. Roberts, especialista en diabetes y un experto a nivel mundial en
envenenamiento con aspartamo –autor del libro “Defensa contra el
Alzheimer-Un proyecto racional de prevención” (“Defense Against
Alzheimer’s Disease-A rational blueprint for prevention”)-, se refiere a la
manera en que el consumo de aspartamo está multiplicando esta enfermedad. De
hecho, en Estados Unidos hay muchísimos casos de mujeres con Alzheimer que
tienen sólo 30 años de edad. Y cabe recordar que ese país registra a nivel
mundial el índice más alto de obesos y personas con Alzheimer, con lo cual
queda clara la ecuación: a mayor consumo de Nutrasweet para combatir la
obesidad, más y peores problemas de salud derivados de ese consumo. El Dr.
Roberts sostiene además que consumir aspartamo cuando se está gestando puede
ocasionar defectos de nacimiento en el niño, e incluso la muerte, ya que el
metanol se aloja en el tejido fetal. En tal sentido y de acuerdo al testimonio
del Dr. Louis Elsas, profesor de pediatría y genética en la Universidad de
Emory, ante una comisión del Senado norteamericano, la fenilalanina, uno de los tres compuestos
principales del Nutrasweet, se concentra en la placenta, ocasionando retardo
mental. En tal sentido, el Dr. Elsas explicó: “He pasado 25 años en las
ciencias biomédicas tratando de prevenir el retardo mental y los defectos de
nacimiento causados por exceso de fenilalanina. Y es allí donde radica mi
preocupación básica, de que el aspartamo es una neurotoxina bien conocida y
una teratógena, que en ciertas dosis, de manera reversible en adultos e
irreversible en infantes en desarrollo o en el cerebro fetal, producirá efectos
adversos”.
Un neurocirujano, el Dr. Russell Blaylock, en su libro
“Excitotoxinas: el sabor que mata” (“Excitotoxins: the taste that
kills”), afirma que los ingredientes que contiene el Nutrasweet literalmente
estimulan las neuronas del cerebro hasta matarlas. Los doctores Roberts y
Blaylock elaboraron un documento sobre algunos de los casos que trataron y sus
historiales, y lo publicaron en Internet. En tanto, en un artículo para la
Revista de Nutrición Aplicada, Volumen 36, Nº 1, 1984, titulado “Aspartamo,
Metanol y la Salud Pública” (“Aspartame, Methanol and the Public
Health”), el Dr. Woodrow Monte comenta sobre la cantidad de personas que se
están quedando ciegas debido a la acción del formaldehído en la retina del
ojo. En octubre de 1986, el Instituto Comunitario de Nutrición, con sede en
Washington, entregó una petición a la FDA para prohibir el aspartamo debido a
los múltiples casos de ceguera. Petición la cual, obviamente tratándose del
“proteccionismo” de esa agencia hacia los fabricantes de Nutrasweet, nunca
fue tenida en cuenta. Este tema y el del Alzheimer fue publicado por el diario
“Sun Times”, de Chicago, en su edición del viernes 17 de octubre de 1986.
Una de las víctimas que aparecen en el artículo era Joyce Wilson. En abril de
1984 su esposo había escrito ésto en un periódico de Atlanta: “El
aspartamo mató a mi esposa. No existen palabras que puedan expresar la agonía
y el horror que Joyce tuvo que soportar. Este veneno destruyó su cerebro, arrasó
con todos sus órganos y la dejó ciega. Ella murió a la edad de 46 años. Soy
un hombre sin esposa debido a que la Compañía Nutrasweet es un negocio sin
conciencia”.
Cadena de favores
Recordando lo antes mencionado respecto de los
“matrimonios por conveniencia” entre los fabricantes del Nutrasweet, la FDA
–la citada agencia norteamericana que supuestamente debe velar por la salud de
los ciudadanos- y diversos personajes de la política, veremos algunos ejemplos
sobre esas complicidades criminales.
Así como Donald Rumsfeld, antes de hacerse más
conocido llegando a la cima de la Defensa estadounidense con los resultados que
todos sabemos –invasión a Irak argumentando existencia de “armas de
destrucción masiva” que no existían, reciente inauguración de una base
norteamericana en Paraguay, etc.- se había desempeñado como CEO del
laboratorio que descubrió el aspartamo, en el que aún mantendría acciones,
otros políticos de distintas administraciones también han integrado, o lo
siguen haciendo, esta “cadena de favores” entre ellos y ciertas
multinacionales químicas y farmacéuticas.
Otro que recibió su premio por los “servicios
prestados” llegando a CEO, en este caso de Monsanto, es Robert Shapiro, empeñado
en lavar la imagen de la compañía presentándola como una institución
ilustrada que lucha por alimentar al mundo. Shapiro, al igual que Rumsfeld,
comenzó trabajando en los laboratorios Searle en 1979, y en 1982 llegó al
cargo de presidente de la División Nutrasweet. De allí saltó hacia áreas del
gobierno de su país, pasando a ser miembro del Comité Asesor para las Políticas
y Negociaciones Comerciales del Presidente, cumpliendo previamente un período
en el Equipo de Revisión de la Política Doméstica de la Casa Blanca. Luego,
semejando un boomerang, retornó a lo que le dejaba más dinero: ser ejecutivo
de la citada multinacional.
Como se había señalado anteriormente, el presidente
Ronald Reagan despidió en su momento al comisionado de la FDA que había
rechazado la aprobación del Nutrasweet dada la cantidad de estudios que la
desaconsejaban. Reagan, considerado un “amigo” del laboratorio Searle
–toda una maravilla en esto de reunir amigos-, nombró en su lugar al Dr.
Arthur Hayes. Ante tanta oposición a la aprobación del aspartamo, éste debió
designar una Junta de investigación, la que a su vez recomendó nuevamente que
no se aprobara la sustancia. Entonces, tercamente –de todas maneras para eso
había sido puesto en el cargo-, Hayes desconoció la decisión de la Junta y
aprobó el uso del aspartamo-Nutrasweet. Al poco tiempo, y mientras muchos se
preguntaban de qué manera la cuenta bancaria del Dr. Hayes había engrosado tan
rápidamente, éste dejó su cargo para ocupar un alto puesto en la consultora
de relaciones públicas Burton-Marsteller, encargada de lavar la cara de Searle,
Monsanto y otras compañías por el estilo.
A fines de la década de 1980, investigadores del
Instituto Tecnológico de Massachussets (el célebre MIT) analizaron a 80
personas que sufrían ataques cerebrales un tiempo después de comer o beber
productos que contenían aspartamo. Sobre ello el Instituto Comunitario de
Nutrición (CNI) declaró: “Estos 80 casos requieren que la FDA de manera
expedita remueva el producto del mercado”. Una utopía, teniendo en cuenta
las “relaciones carnales” entre la FDA y las multinacionales químico-farmacétucicas.
Por otra parte, es notorio que Monsanto suministra
fondos a organizaciones de comercio como la Asociación Diabética Americana, la
Asociación Dietética Americana, y otras similares. Con lo cual esas entidades,
además de endosar sus nombres en los productos de la empresa, como si los
avalara, obviamente se marginan de cualquier comentario que resulte negativo
hacia esos productos.
Otro dato para nada menor: la facilidad de Monsanto
para desparramar dinero a efectos de aceitar convenientemente todos los
engranajes necesarios, siempre que sean útiles a sus fines, incluyó un
fabuloso aporte monetario para el financiamiento de la campaña a la presidencia
del actual mandatario estadounidense, George W. Bush. Se aseguró así una
importantísima contraprestación, por supuesto. Y si hablamos de
contraprestaciones desde un nivel gubernamental, otros datos al margen (o no tan
al margen), nos revelan que varios de los prohombres y mujeres del equipo
presidencial, o que pertenecieron a él, están ligados a diversas
multinacionales, que si bien no son todas del rubro químico-farmacéutico,
igualmente hacen estragos, como corresponde a una multinacional que se precie,
en todo el mundo. Tenemos así que el propio presidente norteamericano, además
de sus negocios petroleros, es accionista de General Electric; su vicepresidente
Dick Cheney, además de su vinculación a Halliburton y otras empresas ligadas a
armamentos y construcción, tiene contactos empresariales con Procter &
Gamble; Colin Powell y Donald Rumsfeld en General Dynamics; el ex secretario del
Tesoro, Paul O’Neill, en Lucent Technologies; y la secretaria de Agricultura,
Ann Veneman, tiene contactos empresariales, además de acciones, en Monsanto.
Merece su capítulo aparte la titular del Departamento de Estado, Condoleezza
Rice, quien antes de asumir su cargo y matizando sus atareadas labores con la
ejecución del piano, formó parte del directorio de Chevron-Texaco, compañía
de la cual era además accionista y administradora. Su contracción al trabajo
allí –el hecho de ser soltera se lo permite- mereció que la empresa la
homenajeara dando su nombre a uno de los barcos petroleros de 130.000 toneladas
de su flota, en agradecimiento por los servicios prestados. Una gran familia en
un círculo perfecto de favores.
Volviendo al tema que nos ocupa, la Dra. Virginia
Weldon –que dicho sea de paso es pediatra- era a finales de los ’90 uno de
los vicepresidentes de Monsanto y, según informó entonces el diario “St.
Louis Post Dispacht”, también uno de los candidatos principales a ocupar el
cargo de comisionado en la FDA. Una edición de esa época del “Chemical and
Engineering News” señalaba: “Si Weldon consigue ser nombrada, Monsanto
tendrá a su ex vicepresidente con el poder de bendecir docenas de productos químicos
y endulzantes nuevos, biofabricados por Monsanto. Uno de esos productos nuevos
es el Nutrasweet 2000, esperando ser aprobado. ¿Es la misión de Monsanto
conseguir que su Dra. Weldon sea escogida como comisionada de la FDA para que lo
apruebe?”. Ignoramos si la Dra. Weldon accedió finalmente al máximo
cargo en la FDA. Lo cierto es que el Nutrasweet, en todas sus versiones, circula
tranquilamente por todo el mundo. Un caso parecido es el de Margaret Miller, una
investigadora de Monsanto que se trasladó a la FDA y pasó a ocupar un puesto
en el que revisa sus propias investigaciones. En esto que algunos llaman “la
marcha de Monsanto sobre Washington”, también un abogado de esa
multinacional, Michael Taylor, se ubicó en un puesto en la FDA en el que pasó
a supervisar los procesos de aprobación.
En 1977 dos abogados del Departamento de Justicia, Sam
Skinner y William Conlon, fueron designados fiscales en las acusaciones al
laboratorio Searle de haber suministrado pruebas fraudulentas en los análisis
sobre el Nutrasweet. En muy poco tiempo, ambos fueron debidamente comprados y se
pasaron al equipo de la defensa de la empresa. Y David Kessler, otro ex
comisionado de la FDA que se retiró cuando comenzaron a hacerle muchas
preguntas sobre el rellenado de su cuenta, fue otro de los que dieron aprobación
general al Nutrasweet.
Cabe agregar que cuando se descubrió que la Stevia,
una planta cultivada en Paraguay y mayormente en Brasil, servía como eficaz
edulcorante sin tener ningún efecto nocivo por tratarse de un producto natural,
la FDA –haciéndose eco de las “sugerencias” de sus amigos de las
multinacionales del sector- prohibió su comercialización en Estados Unidos.
Finalmente, luego de algunas protestas brasileñas y de consumidores del
producto, se le permitió su entrada al país, pero sólo –una incongruencia
total- como “producto cosmético”.
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que constituye,
como puede apreciarse, todo un conveniente entramado político-empresario-institucional
para proteger a las compañías fabricantes, en este caso, del
aspartamo-Nutrasweet, además de otros engendros que atentan contra la salud de
los consumidores.
Final (por ahora)
Al cierre de esta nota hubo oportunidad de
verificar que el aspartamo, ya sea por ignorancia sobre sus propiedades –algo
difícil de creer- o por complicidad de otras empresas productoras de
edulcorantes, ha hecho pie en otras marcas de esos productos. Es así como pudo
observarse, en farmacias, estantes conteniendo el edulcorante “Hileret
Sweet” con la leyenda bien visible en su frente de que contiene aspartamo. Y
de acuerdo a lo que comentan empleados de esos comercios, existen más
edulcorantes cuya base es esa sustancia. Por lo cual cabe preguntarse qué
productos de ese tipo podrán consumir realmente quienes los necesitan, trátese
de obesos, diabéticos, mujeres embarazadas, o adultos y niños que además de
utilizar edulcorantes beben gaseosas del tipo “diet” que, sobre todo con las
altas temperaturas del verano –que como se dijo liberan más rápidamente los
componentes del aspartamo- son consumidas a discreción.
De no mediar decisiones de alto nivel para proteger a
los consumidores, muy difíciles de tomar por administraciones débiles, cómplices
o genuflexas, ¿habrá que resignarse a continuar desprotegidos, quizás
esperando pasivamente consecuencias terribles para la salud, abrigadas por la
impunidad de las multinacionales que nos envenenan?.
La pregunta está hecha. La advertencia, también.
Carlos Machado