El planeta ha sido atacado por un minúsculo virus que solo se puede ver a través de un microscopio electrónico y que sin embargo, ha trastornado a más de 7.500 millones de habitantes. El covid-19 no tiene fronteras, no distingue razas, nacionalidades, edades ni sexos, ataca por igual a todos.
Ante este enemigo invisible, contra el cual todavía no se conoce el remedio y se testean vacunas, la pandemia se expande. Este hecho hace que gobiernos con tradición populista (Aristóteles diría demagógicos), aprovechan esta situación ideal para atacar instituciones y libertades.
En nuestra maltrecha Argentina, con un ejecutivo que no cree en los planes, la pandemia y su derivado, la cuarentena, han sido un salvavidas para manejarse políticamente. Hoy la cuarentena más larga del mundo (150 días), sigue siendo cuarentena pero se llama “distanciamiento social”.
El virus ataca, el encierro obligatorio ya no se respeta porque todo tiene un límite, y eso cuestiona la autoridad del ejecutivo. Mientras, la economía colapsa y la inseguridad se expande tanto como el covid-19 y con mayor violencia. En ese momento se presenta una brutal reforma judicial.
Una reforma basada en el derecho penal, aconsejada por penalistas y con el único fin de conseguir la impunidad de la familia Kirchner, Cristina, sus dos hijos, su sobrina Romina Mercado y sus socios y amigos. El proyecto es inadmisible. La República se basa en 3 poderes independientes que se controlan entre sí.
El mundo se pregunta si sobrevivirán las democracias una vez que la pandemia sea historia. La pregunta es de imposible respuesta. La futurología es una ciencia muy inexacta. Pero si las democracias liberales han de sobrevivir, necesitaran la lucha inclaudicable de los ciudadanos.
Si en vez de habitantes, todos nosotros nos convertimos con firmeza en ciudadanos conscientes de nuestros derechos y garantías constitucionales, el ejecutivo deberá dar marcha atrás. Es imposible no escuchar la voluntad del pueblo, “voz populi, vox Dei”.
Hay que decir no a la reforma judicial.
Dentro de esa reforma de impunidad para la vicepresidente de la Nación, su traje hecho a mediada, el senador Oscar Parrilli intenta agregarle un artículo que cercene la libertad de expresión. La justicia y la prensa independiente son los baluartes de la libertad de los ciudadanos.
El ejecutivo al amparo de la pandemia, teniendo a las personas aterrorizadas encerradas en sus casas, aprovecha la oportunidad para pagar sus deudas. Es obvio que el Presidente debe pagar el precio de sus votos prestados por CFK, limpiando el prontuario de su vicepresidente.
Por eso, más allá de la esperanza de la vacuna en un horizonte no tan lejano y el orgullo de poder fabricarla en el país, más allá del “distanciamiento social”, leer cuarentena, nos toca a nosotros, los ciudadanos, salir a la calle el lunes 17 de agosto, el día de San Martín.
San Martín luchó por la libertad. Solo con instituciones fuertes se puede limitar a un gobierno populista. Solo con instituciones fuertes se puede vivir en libertad. La justicia y la prensa independiente dependen de nosotros. Esas instituciones son fundamentales para la ciudadanía.
Pero la libertad se consigue, se defiende cuando la atacan, se lucha por ella. Nadie la regala, y menos que nadie un gobierno populista que necesita un rebaño de mansas ovejas para gobernar sin leyes, con impunidad y sin ovejas que lo molesten. No somos ovejas, somos gente.
Recordemos, nuestro Himno Nacional repite 3 veces la palabra libertad. Que no sea solo una palabra, que tenga significado. De nosotros depende.