Si algo heredó el kirchnerismo de peronismo es su tremenda plasticidad. La capacidad de hacer una cosa y después la otra, sin que le tiemble la pera. Para algunos es virtud: le llaman pragmatismo. Para otros es un defecto: le llaman falta de escrúpulos.
El peronismo de derecha ordenó aniquilar al peronismo de izquierda en 1975, y después todos ellos juntos fueron a las elecciones de 1983, proponiendo una amnistía para todo el mundo. Pero después, cuando los dictadores y los carapintadas ya estaban desprestigiados, juzgados y ancianos gracias a Alfonsín en un caso y a Menem en el otro, ellos se transformaron de golpe en los campeones únicos de los derechos humanos. Y hoy si llegás a decir B donde ellos dicen C te acusan de acusan de reproducir la Teoría de los Dos Demonios -que al principio ellos sí avalaban- y le agregan algún delito adornado con "lesa humanidad", para que duela más.
Cristina Fernández es la gran especialista. La única en hacer tripletes sin despeinarse. Como con YPF. En 1992 ella y su marido gobernador empujaron con las cuatro manos y algo más la privatización menemista. Después quisieron “privatizarla” aún más presionando a Repsol para que se la regalara a los empresarios K Eskenazi. Le llamaban "nacionalización". Después, ya presidenta, directamente la reestatizó, con graves perjucios financieros para la Nación. Le pagó caro a Repsol algo que poco después empezó a desvalorizarse a todo trapo.
Cristina lo sigue haciendo y como te dice una cosa te dice la otra. Un día le parece muy mal ampliar la Corte y al otro día, si necesita asegurarse de zafar de las acusaciones, te clava que es imprescindible multiplicarla por dos. O, siendo presidenta, te traslada 20 jueces con un silbido. Pero después, ya como vicepresidenta, dice que eso es terrible si lo hace Macri y te voltea en una tarde a tres muñecos que la juzgaron.
Hoy, el que lidera el campeonato mundial en el peronismo de plastilina es Sergio Berni, el jefe de los policías bonaerenses. Contra todas las biblias bendecidas por Cristina que leen los monges obedientes del progresismo K, Berni, que también está bendecido por Cristina, se ha mostrado a favor de la mano dura en contra del garantismo. Se pronunció contra las tomas de tierras que alientan los socios piqueteros oficiales. Dijo que no está de acuerdo con la campaña de los extraños progres argentos que quieren destruir el principio del mérito. Y enarboló con ahínco nada menos que el derecho de propiedad.
Ahora, Berni acaba de transformarse en el mayor defensor de las pistolas eléctricas Taser, con las cuales tal vez estaría vivo el oficial de Policía asesinado hoy en Capital Federal. Berni contradice así a todo el derechohumanismo subvencionado que, con el argumento de que las Taser recuerdan a una picana, las prohibieron durante una década, manteniendo el uso de las letales pistolas tradicionales.
O sea que Berni es una especie de Patricia Bullrich mezclada con Javier Milei. No se entiende bien qué hace como ministro nada menos que de un gobierno camporista como el de Axel Kicillof.
O tal vez sí. Sí se entiende. Berni simplemente engorda en el invernadero donde el kirchnerismo cría nuevas versiones de sí mismo. Por si acaso, por si todo se va al carajo y hace falta presentar una cara nueva que diga todo lo contrario de todo lo que se había dicho antes.
El kirchnerismo nos está diciendo, claramente, parafraseando a Groucho Marx: Estos son mis principios, si no les gustan… acá les presento a Berni.
Es el famoso pragmatismo. O la famosa falta de escrúpulos. Como ustedes prefieran.