Todo parece indicar que la Argentina va a producir otro estropicio, esta vez con la vacuna del Covid. Es decir, el país no ha resuelto nada bien en las últimas décadas, y, con los antecedentes que se están reuniendo en esta cuestión de la vacuna, no hay nada que indique que aquí vaya a haber una excepción a esa regla de desastres.
Recuerdan ustedes que el presidente Fernández anunció hace meses ya, un acuerdo del país con el laboratorio británico Astra Zeneca para producir la vacuna coloquialmente conocida como “vacuna de Oxford”. En la Argentina ese laboratorio tiene un acuerdo de know how con Mabxience.
Con la transferencia de tecnología inglesa, Mabxeince se encargaría de fabricar el principio activo (la materia prima) de la vacuna de Oxford AstraZeneca. Una vez concluido, de acuerdo a información distribuida por la compañía, el producto sería entregado a AstraZeneca, que lo enviaría a México, donde el laboratorio Liomont se ocuparía de fraccionarlo y envasarlo.
Desde allí, AstraZeneca distribuiría la vacuna de manera equitativa en América Latina (con excepción de Brasil, que llegó a un acuerdo por separado). El precio comprometido es de 4 dólares, sustancialmente menor al de las vacunas de otras compañías.
En otras palabras, es AstraZeneca quien vende la vacuna. Ni Mabxience ni Liomont pueden vender la vacuna, ni a gobiernos ni a privados.
AstraZeneca le ha encargado a Mabxience un mínimo de 150 millones de dosis y un máximo de 250 millones de dosis, ad referéndum de que los estudios clínicos den resultados positivos y la vacuna sea aprobada por las agencias regulatorias correspondientes, incluida la ANMAT.
Hasta ahora no ha concluido ninguno de los estudios clínicos de las vacunas que están en desarrollo en diferentes países, ni la de AstraZeneca ni ninguna otra.
La Fundación Slim se comprometió a financiar las primeras 30 millones de dosis de la vacuna a riesgo, lo que significa que si las pruebas fracasan las vacunas se destruirán. Aunque el aporte de la Fundación Slim resulta fundamental, Mabxience también contribuye a la iniciativa: interrumpió su producción habitual para dedicar su planta enteramente a la producción de la vacuna, adquirió equipos y tecnología y puso a todo su equipo a disposición, de modo que también corre riesgo si la vacuna no resulta efectiva, según fuentes de la empresa.
Aquí comenzamos con los primeros chisporroteos. Astra Zeneca vía su productor local (MabXience) dice que ninguna vacuna concluyó sus estudios clínicos. Ni la de ellos ni la de nadie.
Sin embargo, antes de ayer, Pfizer salió a confirmar que su vacuna tiene una efectividad del 90% en la obturación del virus. La noticia impactó positivamente en todo el mundo. Incluso hizo volar los mercados financieros. Las acciones argentinas y los bonos en New York mejoraron notoriamente, el riesgo país cayó y el Dow superó el piso de 29000 puntos una marca que no tenía desde que se inició la pandemia en enero.
Veinticuatro horas después, los rusos, como si fueran chicos, salieron a decir “nuestra vacuna Sputnik tiene un 92% de efectividad”. Les faltó decir: “Tomá: te gané por dos puntos…”.
A todo esto, una comitiva extrañísima integrada por la viceministra Vizzotti y varios personajes oscuros relacionados todos con el tugurio cristinista (algunos incluso que estuvieron presos, purgando penas de prisión por estafa y defraudación) viajaron a Moscú hace 15 días para cerrar un acuerdo de provisión de vacunas rusas para la Argentina.
Al regreso, Fernández anunció que el país compraría 20 millones de dosis a Rusia. El precio de esa vacuna es 7 veces superior a la de Astra Zeneca, rondaría los U$S30.
Paralelamente en la propia Rusia y debido a dificultades en los testeos y en la fase de producción, dos ministros del gobierno de Putin, salieron a decir que el país debería reducir la producción de 15 millones de dosis a 2 millones de dosis.
Obviamente, resulta llamativo pensar cómo la Argentina va a comprar 20 millones de dosis si la mejor aspiración rusa nunca subió de 15 millones. Esto con el agregado de que, obviamente, Rusia debería reservar los primeros lotes productivos para su propia población, como es lógico.
En medio de todo esto también aparece la vacuna china, con el agregado de que el gobierno kirchnerista parece fascinarse por cualquier cuestión en la que aparezca la palabra “china”: parecería que su sola mención les produce un placer apoteótico.
Entonces, para resumir, tenemos: una vacuna de producción nacional de origen británico, una vacuna norteamericana que dice tener una efectividad del 90%, una vacuna rusa que dice tener una efectividad del 92% y una vacuna china, sin mayores datos hasta ahora.
El ministro Ginés González García, dijo que no iba a haber “preferencias ideológicas” a la hora de elegir una vacuna, que iban a manotear (no pueden con su genio) cualquier cosa. Es lo que obviamente debería ser. La cuestión es si va a ser.
Pero lo que puede estar ocurriendo aquí es que la comandante de El Calafate haya visto un buen negocio detrás de esto. Todo el mundo sabe que las ansias de robar no desaparecen nunca, ni siquiera cuando la salud de la gente está de por medio (lo probaron ya los medicamentes truchos, el plan “Cunita”, la mentira sobre la inauguración de hospitales que nunca abrieron… En Fin, la lista kirchnerista en ese sentido, es larga). Además seguramente los lazos de estafa pueden darse más fluidamente con gobiernos oscuros como el ruso o el chino que con el británico o el norteamericano.
Como se ve estamos en el umbral de un nuevo posible escándalo, con el agregado de la desesperación de la gente, la angustia de no saber quién dice la verdad y la necesidad de encontrar una cura segura y al alcance de todos.
Pero para volver al principio, la Argentina no ha hecho nada bien en las últimas décadas. Las cosas solo resultaron patrimonialmente fantásticas para un puñado de ladrones que defalcó el país sin importarle la pobreza, la educación, los jubilados o la gente que peor la pasaba. ¿Qué puede hacernos pensar que el kirchnerismo va a tener ahora alguna consideración porque está de por medio la salud del pueblo por el que dice desvivirse?