¿Ya podemos decir que ganaron los anticuarentena? El gobierno les puso ese rótulo a quienes criticaban el cierre total de la economía y querían trabajar, alertando que iba a pasar lo que aparentemente pasó.
Hemos destruido la economía con la cuarentena más larga y estricta del mundo, sólo para terminar con más muertos por millón de habitantes que Chile, Ecuador, México, Suecia, Estados Unidos y más que cualquier país europeo excepto España y Bélgica. Y para estar palo a palo con Brasil.
Es decir, perdemos con todos los países que la pandemia golpeó antes, o que condenábamos por negacionistas como Bolsonaro, Trump o López Obrador o a los que Alberto Fernández les daba clase por televisión.
Todos los países han tenido recesión. Por supuesto. Pero no tan profunda o tan larga como la recesión nuestra. Pero, además, ninguno tiene la inflación de la Argentina, encima reprimida en una olla a presión, por eso hay signos de desabastecimiento.
Papelitos y más papelitos
Sin embargo, pese a ese fracaso evidente, seguimos sin reaccionar, ya acostumbrados a un régimen kafkiano y policíaco de controles, que además es gracioso porque ya no controla nada. Es un mundo paralelo al que nadie le pone fin. Las resoluciones no pararon las muertes, pero las siguen escribiendo, dale que dale.
Sólo hoy en el Boletín Oficial de la Nación hay una ola resoluciones hiperdetalladas, propias de maniáticos, a estas alturas absurdas. Para permitir en Santa Fe deportes de más de 10 personas. Y servicios religiosos en Neuquén. Y deportes de contacto en La Rioja. O talleres de formación cultural al aire libre en Buenos Aires. Otra para ciertas artes escénicas en buena parte del país. Y otra para que puedan moverse los deportistas y organizadores del motociclismo deportivo.
Cada una es muy detallada: en qué hay que viajar, qué papelitos hay que tramitar, si se puede ir en bondi o no. Una resolución permite en Capital Federal reuniones familiares de menos de 10 personas y con dos metros de distancia (¿va a ir Rodríguez Larreta a medir la distancia?).
La frutilla del postre es la Provincia de Buenos Aires, que desde ayer obliga a personal de seguridad privada y serenos a denunciar fiestas y reuniones en casas particulares. ¿Será constitucional eso?
Las patrullas perdidas de la derrota sanitaria siguen escribiendo decretos sin ton ni son, en una Argentina que, tal vez, podría haber hecho las cosas de otro modo, sin destruir por completo su economía. Y en la que tal vez hubiera bastado con extremar la prevención, mantener la distancia, usar el barbijo, y cuidar a los grupos de riesgo.