Mientras apuesta a la llegada de la vacuna contra el Covid, el Gobierno se enfrenta a las dificultades planteadas por una brecha cambiaria que desalienta las exportaciones y provoca que las reservas del Banco Central lleguen exhaustas a fin de año.
El diagnóstico del ministro de Economía, Martín Guzmán, es que buena parte de los problemas es el correlato de la pandemia, por lo que si se logra superar ese escollo habrá una rápida recuperación.
Algunos datos que surgen de la economía real acompañan esa lectura, ya que se están produciendo recuperaciones a buen ritmo en algunos rubros fabriles como la construcción, el automotor y el textil.
Sin embargo, el flanco débil de esa perspectiva aparece por el lado financiero, donde persisten las dudas sobre la estrategia cambiaria y la pesadilla del cepo.
"El cepo es como poner una piedra en una puerta giratoria: nadie sale pero nadie entra", dijo alguna vez el ahora presidente Alberto Fernández.
Un pensamiento similar tuvo el ahora gobernador bonaerense, Axel Kicillof, cuando era ministro de Economía: dijo que los controles en el mercado cambiario habían "evitado la salida de dólares, pero también su entrada".
La historia se está repitiendo: en octubre, el saldo comercial registrado por el Banco Central rozó apenas los u$s 45 millones -es el dato real de las divisas que entran y salen-, cuando un año atrás orillaba los u$s 950 millones.
Estos números reflejan que por más que la balanza comercial arroje saldo muy favorable, no está teniendo el mismo impacto sobre el resultado financiero de la caja.
La brecha entre el dólar en el mercado paralelo y el mayorista fue amplificada por las medidas destinadas a desalentar la compra de divisas entre los pequeños ahorristas, con impuestos y retenciones que, en la práctica, terminan gravando con un 65% el valor de esa moneda.
A esto se suman las múltiples restricciones destinadas a impedir la compra de dólares, las cuales explican que sólo un tercio de los 3,4 millones de personas que habían comprado divisas en octubre, lo hayan podido hacer en noviembre.
La brecha cambiaria sigue en una zona próxima al 100% entre el mercado paralelo y el oficial, y eso desalienta las intenciones de venta al exterior y amplifica las decisiones de importar.
El otro frente abierto es la suba de precios: luego del 3,8% de inflación en octubre, se espera un nivel similar en noviembre, lo cual ubica a la Argentina entre los pocos países del mundo que no han logrado domar a ese potro salvaje que es la escalada de remarcaciones.
Para sumar presión, se aproxima la temporada veraniega, siempre oportuna para aumentar los precios de la economía.
Y si se agregan los casi seguros ajustes de combustibles que se aplicarán en los surtidores durante lo que queda del año, y las subas de tarifas previstas para marzo próximo, el cuadro luce más que complejo.
Ante ese panorama, la promesa del ministro Guzmán de que los salarios y las jubilaciones le ganarán a la inflación durante el 2021, abre muchos interrogantes, sobre todo a nivel gremios.
A todas estas variables está prestando atención el FMI, que aspira a no repetir los errores cometidos con el gobierno de Mauricio Macri, cuando aceleró el desembolso de una suma multimillonaria, sin pedir a cambio impedir que esas divisas fuesen a parar a fuga de capitales.
El representante argentino ante el organismo, Sergio Chodos, admitió esta semana que en el FMI están preocupados por la brecha cambiaria, un tema que de alguna manera el Gobierno deberá resolver si quiere llegar a marzo con un acuerdo firmado.
El punto fuerte que exhibirá Guzmán en la negociación es que la Argentina no tendrá que hacer pagos de deuda a privados en el 2021.
Esto le permitirá poner el acento en volcar fondos para alentar obras de infraestructura y promover la recuperación de las actividades económicas claves.
Si ese objetivo se logra, dice Guzmán, se logrará crear un círculo virtuoso de crecimiento y mayor recaudación, que permitirá cumplir sin problemas con el pago de compromisos de deuda.
Los vientos soplan propicios para el optimismo obligado del ministro: la soja en zona de u$s 440, el dólar cayendo en el mundo y la reactivación esperada de Brasil, que se volvería a convertir en socio comercial número uno de la Argentina, así lo anticipan.
Y la próxima cosecha de soja y maíz permitiría alcanzar exportaciones por u$s 26.500 millones el año próximo, impulsadas por la suba de precios internacionales de los últimos meses.
Si todo eso ocurre, y la pandemia se logra controlar, al final a la Argentina tal vez la termine salvando de nuevo una cosecha.