Cuando en la cosmogonía caldea hace
irrupción el dualismo, el espíritu se sobrepone a la materia. En
el universo formado de materia y espíritu, este último se encarna en cada ser
para infundirle su alma individual.
Desde la zona astral donde habitan los espíritus
puros, estos van a atravesar distintas zonas, cada vez más materiales hasta
incorporarse al cuerpo del hombre.
En esos tiempos, Zoroastro predicaba su doctrina del
dualismo: Ahura-Mazda (espíritu del bien), que se suele confundir con Ormuz, o
sea ejército celeste del bien, frente a Ahrimán representante de las fuerzas
de las tinieblas, el mal. La luz personificada en Ormuz estaba en lucha con las
tinieblas personificadas en Ahrimán el dios del mal del que, según el Avesta
(colección de los libros sagrados que contiene la exposición de las doctrinas
de Zoroastro) provienen todos los males, los animales dañinos, los parásitos,
la esterilidad, la oscuridad, la muerte... (¡"Buena" explicación del
mundo y sus calamidades! ¿No es cierto?
Cuando los escribas judíos entraron en contacto con la
civilización caldea durante el cautiverio, adquirieron conocimientos de su
literatura y los profetas se transformaron en teólogos. (Véase: Jacques
Pirenne, Historia del Antiguo Egipto, Océano, Barcelona, 1980, tomo III,
pág. 225).
Así es como algunas ideas babilónicas las podemos
hallar en los escritos bíblicos de Ezequiel y Zacarías. Ángeles y querubines
no son sino inventos babilónicos, y de pronto un Satanás,
"personaje" tenebroso, se alza ante el dios hebreo Yahveh, como espíritu
maligno émulo de Ahrimán.
Esta influencia del zoroastrismo en los hebreos también
la podemos ver confirmada en Isaías con sus ideas del más allá. Para este
profeta, el otro mundo representa una residencia temporal en la que los difuntos
"viven" una existencia "disminuida".
También la idea de un mesías es posible adivinarla
tanto en el zoroastrismo como entre los judíos.
Es de hacer notar que éstos, si bien refractarios al
cabal dualismo de la cosmogonía caldea, no obstante adoptaron en parte su idea
y así surge Lucifer, el poderoso, hermoso y arrogante ángel del Señor,
su creador, quien después iba a erigirse en la personificación del mal
judeocristiano. Es el antiguo tentador del Paraíso Terrenal y luego del mismísimo
Dios en su tercera persona: Jesucristo llevado por el Espíritu al
desierto primero, luego por el demonio a la ciudad santa y finalmente a una
montaña muy alta con el fin de ofrecerle "todos los reinos del mundo y su
gloria a cambio de ser adorado". (Biblia, Mateo 4:1-11).
Es el mismo Satanás del bíblico libro de Job
que causa las desgracias de ese hombre justo (Ver: Job, capítulos 1 y 2
en Biblia); el Lucero (luego Lucifer) del pasaje de Isaías que dice: "¡Cómo
caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tu
que debilitabas a las gentes. Tu que decías en tu corazón: 'Subiré al cielo,
en lo alto junto a las estrellas de Dios... sobre las alturas de las nubes subiré
y será igual al Altísimo'" (Isaías 14:12-14). Y el mismo del que dijo
Ezequiel: "En el Edén, huerto de Dios estuviste... (por tanto se había
transfigurado en la serpiente que tentó a Eva). Tu querubín grande, protector,
yo te puse en el santo monte de Dios... perfecto eras en todos tus caminos desde
el día que fuiste criado, hasta que se halló en ti maldad... Enaltecióse tu
corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu
resplandor. Yo te arrojaré por tierra". (Ezequiel 28:12-17).
Sabemos de sobra que Isaías sólo expresaba de este
modo una sátira contra el rey de Babilonia, y que jamás le pasó por la mente
hablar de Lucifer al nombrar alegóricamente al lucero del alba (el planeta
Venus), y sabemos también de sobra que Ezequiel se refería al rey de Tiro. (Véase:
Hal Lindsey, Satanás vivo y activo en el planeta Tierra, Libertador,
Maracaibo, Venezuela, 1978, cap. 3.). De modo que dentro del mundo ficticio
creado por los exegetas podemos adivinar en estos pasajes bíblicos una alusión
al "poder de las tinieblas".
Las pruebas, según ellos, están en que Dios se podía
dirigir a Satanás por medio de un hombre o de alguna otra criatura. Así Dios
se dirigió a él por medio de la serpiente en el Jardín del Edén (Génesis
3:14) y Jesús le habló a Satanás por medio de Pedro (Mateo 16:23).
Tengo conciencia de que muchos teólogos no aceptan
estos pasajes bíblicos como referencias a Satanás, pero esas son cosas de
ellos, es decir de los exegetas que jamás se ponen de acuerdo en la
interpretación de la Biblia.
Por mi parte, ajeno a esas polémicas, transcribo
opiniones que, a mi juicio, y dentro de la ficción, pueden ser válidas tanto
unas como otras y me da lo mismo elegir tanto lo que creen los protestantes como
lo que aceptan los católicos.
Tengo dos Biblias, una católica y otra protestante y también
escritos de uno y otro bando, donde cada cual defiende su posición dogmática,
pero me son indiferentes las controversias porque cada rama del cristianismo
detenta "su verdad" y afirma estar en ella.
Por otra parte, si bien los creyentes pueden admitir
según sus credos, otra clase de poderes malignos insertos en el universo, es a
Satanás al que admiten los cristianos y como estamos rodeados de cristianos, es
de este ángel caído de quien vamos a hablar.
Dice Hal Lindsey, autor de "La agonía del gran
planeta tierra" y de "Satanás vivo y activo en el planeta
tierra" (Ob. cit. pág 43), que parece ser que la rebelión de Lucero y su
cohorte de ángeles se originó en todo el universo simultáneamente. Lucero
dirigió esa revuelta y según el Apocalipsis, capítulo 12, fue la
tercera parte de los ángeles que le siguió: "Y la cola del dragón (¿el
diablo?) arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo (¿ángeles?), y
las echó a la tierra".
También aclara que la inteligencia de Lucero no se
perdió luego de su rebelión, como tampoco su admirable belleza ni su gran
poder. Lo que perdió fue la correspondencia con su creador.
Lleno de vanidad y orgullo cayó de su pedestal
superior y contaminó ese mundo perfecto creado por Dios. Tan grande fue esta
contaminación que su creador lo sometió a juicio junto con todos los ángeles
descarriados, sus seguidores. La sentencia contra el contaminador fue el castigo
por toda la eternidad, pues Mateo (25:41) pone en boca de Cristo estas palabras:
"Apartaos de mí malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para
sus ángeles".
Si bien la Biblia de los hebreos menciona poco y nada a
Satanás, el Nuevo Testamento se halla "impregnado" de los espíritus
inmundos y del llamado "Príncipe de este mundo" (Satanás).
Según el destacado demonólogo Jeffrey Burton Russell,
existen en el Nuevo Testamento 56 referencias al diablo. (Autor citado: El Príncipe
de las tinieblas, Andrés Bello, Santiago, Chile, 1994, apéndice 2, pág.
341).
Como una curiosidad podemos mencionar el episodio simbólico
del libro de Job, donde Satán, uno de los hijos de Dios, se pasea por la
tierra y se encuentra con Jehová con quien conversa amigablemente, como si
fuera su aliado probador de los hombres y en consecuencia brazo derecho de Dios
para conocer los aspectos recónditos del alma humana.
A pesar de que Job era "un varón perfecto y
recto, temeroso de Dios y apartado del mal", fue puesto a prueba por la
dupla: Jehová-Satán en consuno. (Véase en la Biblia el Libro de Job 1:1-22
y 2:1-13).
En el Nuevo Testamento, leemos que Jesús
expulsa un demonio de un muchacho con solo increparle. (Lucas 9-37-43; Mateo
17:18; Marcos 9:17-29); de un mudo endemoniado (Mateo 9:32-34); Lucas 11:14); de
un poseído de Cafarnaúm (Lucas 4: 31-37), y desaloja una legión de ellos del
endemoniado de Gerasa (Lucas 8:27-39; Marcos 5:1-20).
Jesús nombra a Satanás, por ejemplo en Lucas 11-17,
cuando le reprochan que expulsa los demonios en nombre de Belcebú príncipe de
los demonios y dice: "Todo reino escindido en bandos adversos es devastado
y cae casa sobre casa. Si pues, Satanás tiene su reino escindido en bandos
hostiles, ¿cómo podrá subsistir? Ya que decís que en virtud de Belcebú
expulso los demonios, ¿con qué poder los arrojan vuestros hijos?... Mas si yo
expulso los demonios con el poder de Dios, por consiguiente el reino de Dios ha
llegado a vosotros".
Esto último significa en el dogma cristiano, que el
demonio ya ha sido vencido con la venida de Cristo. No obstante su acción sigue
vigente en nuestros días, por cuanto de lo que puede estar seguro todo
cristiano, es que el demonio existe, es una realidad cotidiana, es una potencia
del mal que se inmiscuye permanentemente en los asuntos humanos.
Entre las criaturas y su creador es donde se entromete
el diablo. Mas no sólo existe la idea del demonio en el ámbito cristiano, sino
que también la hallamos en muchos pueblos primitivos y actuales.
Los djins que para los árabes habitaban en el
aire como espíritus amenazantes a los que aplacaban mediante frecuentes
sacrificios, pueden ser comparados a los demonios. Lo mismo ocurría entre los
asirios y caldeos; su mundo (hoy, para nosotros, un mundo de ficción) estaba
poblado de un sinnúmero de espíritus o genios. A la par de los bienhechores
estaban los maléficos: Estos demonios procuraban dañar al hombre con
desgracias y enfermedades. Esta fue la explicación basada en la fantasía, de
las contrariedades que da la vida, pues no podía existir otra en los tiempos
acientíficos.
A estos genios malignos los representaban con el
aspecto más horrible y amenazador posible, en general como un cuerpo humano
deforme con cabeza de animal: águila, perro, león, etc.
Seguramente, estas representaciones sumían en el
terror a los creyentes, sin embargo, estos podían neutralizar sus poderes
mediante la invocación de los espíritus buenos.
Igualmente, en la tradición japonesa, podemos hallar
la idea del mal. El mundo real y el mundo creado por la mente, se
encontraban allí muy entremezclados, al punto que, tanto seres humanos como
animales plantas y seres inanimados, contenían fantasmas, quizás algo
equivalente al mana de los nativos de las islas de Oceanía, especies de
atributo sobrenatural o poder que poseen las personas y las cosas.
Estos fantasmas denominados oni representados
con cuernos y tres ojos horripilantes, simbolizaban al mismo tiempo el poder y
la maldad.
Según el demonólogo Jefrey Burton Russell, existen en
Japón veinticuatro mil "demonios-sirvientes que trabajan para arrastrar
las almas malditas al tribunal divino". Estos demonios de aspecto
espantosamente grotesco, también utilizaban aterradores instrumentos de
tortura. (Véase obra citada, págs. 28 y 29).
Podemos mencionar también a mara, una especie
de demonio tentador del Buda quien lo aparta de sí: "Entones el demonio
desiste de su plan y vuelve al infierno con las palabras: "Mi poder se acabó".
(Según el Lalita Vistara y Abbinischkaramana Sutra) caso similar
a la tentación de Cristo por parte de Satanás. (Véase más atrás).
Entre los indígenas americanos también podemos hallar
la idea de los espíritus malévolos muy temidos, como los que habitaban en las huacas
del Perú antiguo, lugares sagrados que podían ser grandes templos, colinas
manantiales, piedras amontonadas, cavernas, etc. (Véase: J. Alden Mason: Las
antiguas culturas del Perú, Fondo de Cultura Económica, México 1969, págs.
193, 194 y 195. Entre los mayas existió una marcada tendencia hacia el
dualismo, la eterna lucha entre el bien y el mal que influencia en
el destino del hombre.
Dioses de la naturaleza
Los dioses benévolos eran el trueno, el rayo y la lluvia
porque hacen fructificar el maíz; los dioses malévolos cuyos atributos son la
muerte y la destrucción son los que provocan las sequías, los huracanes y la
guerra, que arruinan el maíz y traen hambre y miseria. (Véase: Sylvanus
Morley: La antigua civilización Maya, Fondo de Cultura Económica, México,
1972, pág. 205).
A continuación vamos a centrar nuestra atención en la
potencia maligna que imagina el cristiano, aquella que le fue inculcada desde su
niñez como una "realidad" y contra la cual debe luchar no sólo la
criatura que es inducida al pecado, sino también el Creador quién simbólicamente
(según el texto bíblico) ya lo ha vencido pero que en la realidad aún falta
tiempo para la caída final del "Príncipe de las tinieblas".
Los papas condenan a los satanistas. Inocencio IV
autoriza en 1252, bula de por medio, la aplicación de torturas a los brujos,
hijos el Diablo.
Los papas Alejandro VI, Julio II, León X, Adrián XI y
el más sobresaliente por su crueldad Inocencio VIII, dieron órdenes para
perseguir a brujos y brujas con el fin e anular los influjos satánicos en
"el mundo". El rey católico Carlos V, se suma a la labor papal contra
Satanás y manda a sus prosélitos los brujos, a la hoguera. Se calcula que en
el siglo XVI fueron enviados a la hoguera más de cincuenta mil condenados por
pactar con el demonio.
El gran Ambrosio Paré (1510-1590) cirujano francés
que se ha granjeado el título de padre de la moderna cirugía por haber
sido el primero que ligó las arterias después de las amputaciones, describió
en sus Opera omnia, las apariciones del Demonio, tanto en forma animal
como humana. No conforme con esto también se amañó para escribir un minucioso
tratado de brujería.
Lo mismo hizo Jean Bodin, fiscal del rey de Laon, quien
en su obra Demoniomanía de los brujos afirmaba que la posesión demoníaca
era una realidad que se podía demostrar con pruebas fehacientes. Esto dio pábulo
a la justicia porque las afirmaciones provenían de un experto en Derecho y además
"versado en brujería".
Simples relatos de personas con interés de condenar a
otras, eran suficientes argumentos para enviar a la hoguera a su pareja y así
deshacerse de ella. Bastaba que una mujer fuese infiel a su esposo, para que éste
la acusara de bruja con el fin de que fuera quemada viva. Bodin creía en ello,
y relató que una joven de Lyon se levantaba de noche encendía una vela y se
untaba el cuerpo con una pomada mágica para elevarse luego en el aire. Entonces
cierta vez su compañero, al percatarse de su desaparición se levantó de la
cama para buscarla pero sólo halló el ungüento. Entonces se frotó el cuerpo,
tal como lo había visto hacer a su amante e igual que ella se elevó por los
aires para ser transportado a Lorena a más de trescientos kilómetros de
distancia donde se encontró rodeado de brujos. Presa del terror apeló a Dios y
en ese mismo instante todo desapareció como por arte de magia. Solo y desnudo
emprendió el largo regreso a Lyon y acusó a su compañera de bruja. Esta,
después de "confesar" fue quemada viva con el beneplácito del propio
Bodin. Este relato está relacionado con la reunión de brujos. El sabbat
(del francés) o aquelarre (del vasco: aquer :cabrón y larre: prado,
es decir prado del cabrón) es una reunión de brujos común en la Edad Media.
Tanto teólogos como jueces aceptaban su realidad. El mundo de ficción
apartado de toda ciencia en que vivían las gentes de aquel entonces era tan
"real" para ellas, que no dubitaban acerca de la autenticidad del
ritual satánico y la presencia del mismísimo "príncipe de las
tinieblas".
Los papas, mediante las bulas declaraban un crimen el
asistir a la asamblea de los brujos. La forma de traslado a los lugares donde se
practicaba el rito satánico, era mediante el transporte aéreo por los poderes
de Satanás. Antes de la partida, el rito consistía en: untarse con la pomada mágica
de Satanás, vuelo hacia el sitio de reunión de los brujos presidida por el
Macho Cabrío, saludo y beso al jefe cornudo, identificación de cada asistente
por una marca del diablo en su cuerpo y juramento de fidelidad al demonio luego
de haber renegado públicamente de Dios, de la Virgen, de los santos y del
bautismo.
A continuación los brujos se daban al libertinaje
total, una orgía desenfrenada que duraba hasta el alba. Después del canto del
gallo se producía el final el banquete y la dispersión.
Estas reuniones, en muchos casos, no eran más que
bacanales organizas por gentes licenciosas, cosas que enraizadas en la
naturaleza humana, siempre existieron cuando se han dado las oportunidades para
ello, y que los supersticiosos de la Edad Media tomaban como actos de los brujos
y su jefe Lucifer, "criaturas" del mundo ficticio nacidas en la mente
de los crédulos y nada más. En otros casos se trataba de verdaderas sectas satánicas
donde se agrupaban muchos individuos de dudoso equilibrio mental.
Los aquelarres "menores" se organizaban dos
veces por semana y el aquelarre mayor cuatro veces al año al principiar cada
estación. La fórmula del ungüento consistía en mandrágora, planta cuya raíz
se dice que confiere poderes mágicos y de la que también se dice que crece allí
donde un ahorcado vertía su semen (pues se sabe que esto sucede durante las
convulsiones del reo); nepentes (planta de la que se obtiene una bebida que
usaban los dioses, según el mito, para curarse las heridas y dolores, que también
produce olvido); cantárida para la excitación sexual; también belladona que
contiene un narcótico semejante al opio (del italiano belladona: bella mujer,
por engrandecer los ojos) y otros componentes. Todo esto servía para
"volar" o cabalgar sobre machos cabríos hacia el aquelarre.
Según los estudiosos del satanismo, los principales
signos del ritual satánico son: gozar del libre albedrío, desenfreno para dar
rienda suelta a los instintos como la glotonería y la lujuria, iluminación del
escenario mediante un brasero ya que las llamas, la alegría y la búsqueda del
placer son del agrado de Satanás, esto en consonancia con el mito de Prometeo,
dios del fuego y la apuesta de Pascal invertida. (La apuesta de Pascal reza así:
"O Dios existe o Dios no existe. ¿A cual de estas dos hipótesis quiere
apostar?).
Formas y colores
Visible o invisible, Satanás denotaba siempre su
presencia adoptando las formas más variadas. Un cerdo, un macho cabrío, un
perro, un gato o una gallina negros, todos podían ser encarnaciones de Satanás.
Al macho cabrío, si uno era brujo, debía besarle el trasero. Si aparecía un
gato negro de ojos amarillos, "el pobre bicho" debía ser arrojado al
fuego. Infinidad de estos animales pagaron con sus vidas las consecuencias de
poseer estas características entre las que se destacaba su "mirada diabólica".
Muchas personas de aspecto estrafalario eran
confundidas con el demonio bíblico, sobre todo si vestía de negro.
Cualquier buen vecino podía estar
"hechizado" si presentaba algunos "signos inconfundibles"
para los supersticiosos.
Jean UIER, demonólogo autor -se dice- del más extenso
tratado sobre demonología, cuyo título reza en latín: De praestigiis
daemonum del año 1567 editado en Ginebra, nos comunica que pudo observar a
ciertos hechizados de cuyas orejas salían diminutos animales, obra directa del
demonio aunque para algunos crédulos eran prodigios causados por las brujas
intermediarias de Satán. Aquí podemos apreciar claramente en qué clase de
mundo se movían los antiguos, un mundo tergiversado visto a través del
defectuoso cristal de la superstición.
Durante las tinieblas de la "edad de las
tinieblas" (valga la redundancia) y tiempo después, existió la cacería
implacable de los pactados con el diablo. Exorcismos, procesos públicos,
lanzamiento de "posesos" al fuego purificador, víctimas que, motivos
aparte, podemos comparar con los sacrificios humanos durante los rituales que
hallaron los conquistadores cuando incursionaron en los pueblos azteca y maya,
fueron prácticas comunes.
El papa Gregorio XV bramaba contra los brujos y Luis IV
"el brillantísimo" rey sol de los franceses, decretó pena de
muerte para los prosélitos de Satanás.
Durante siglos Europa y su área de influencia
conquistadora en América, vivió la pesadilla de la influencia satánica
encarnada en los brujos y el drama de la inocencia echada al fuego. Las víctimas
sin culpa ni cargo fueron incontables, en realidad condenadas por la mentalidad
humana de entonces. El mundo de ficción huérfano de conocimiento
científico profundo, ha sido tremebundo por su peligrosidad. No fue Satán
alguno el perseguido por el Santo Oficio, porque ni los demonios ni su príncipe
pueden existir (véase mi obra titulada El mudo ficticio; editorial
Reflexión, Buenos Aires, 1996) sino que lo fueron las criaturas desdichadas
inmoladas por la nefanda imaginación humana, creadora de ángeles malignos,
fantasmas sin existencia física fuera de la mente.
También debemos contar entre las víctimas de la
alucinación que inventó las fuerzas satánicas, a los desequilibrados
mentales, neuróticos y psicóticos de siempre. Entre ellos los supuestos poseídos,
los hombres lobo, los agentes del vampirismo, y los flagelantes. Tampoco se han
salvado los protagonistas heroicos de la historia como Juana de Arco.
Lo triste del caso es que, ya lejos de la Edad Media, aún
persisten por doquier las sectas satánicas, obrando muchas veces crímenes
repugnantes, de la mano de la ignorancia. Las crónicas al respecto son
elocuentes. Sólo cabe recalcar la necesidad de una educación eficiente con una
clarificación de la realidad del mundo, lejos de todas las supersticiones
habidas y por haber. Una mayor difusión del conocimiento científico de
última generación que arrase con todas las pseudociencias y supersticiones
habidas y por haber. Las autoridades competentes sabrán tomar partido en esta
empresa. Yo solo he aportado un granito de arena para la causa de la cultura
apartada de todo mito pernicioso.
Ladislao Vadas