Según el parapsicólogo de la Universidad John Kennedy de Orinda, California, Scott Rogo, podemos leer en su libro El enigma de los milagros (Ediciones Martínez Roca; Barcelona, 1988), lo siguiente: "El 22 de setiembre de 1774, Alfonso de Liborio estaba en plena meditación y ayuno en su celda del palacio de Santa Agata de Goti, en Arezzo Italia. Tras varias horas de contemplación, se levantó y anunció a sus compañeros que el Papa Clemente XIV acababa de morir. Naturalmente su afirmación fue recibida con escepticismo, pues Roma estaba a un día de viaje de Arezzo y Alfonso no había abandonado su celda en ningún momento. Sin embargo, poco después llegaron noticias de la muerte del Papa, junto con un informe según el cual Alfonso había sido visto junto a la cama del pontífice agonizante, participando en las plegarias.
"Este incidente, que se menciona en las biografías de san Alfonso de Liborio 1696-1787, constituye un ejemplo de bilocación, esto es, del don sobrenatural (se dice) manifestado por algunos hombres santos de estar en dos lugares simultáneamente... De hecho, según la doctrina de la Iglesia, durante el proceso de bilocación el cuerpo humano se duplica realmente por la gracia de Dios". (Véase obra citada, cap 3).
También se cita a San Antonio de Padua (1195-1231) quien mientras se hallaba dedicado a la oración en una iglesia de Limoges, Francia, el Jueves Santo del año 1226, al mismo tiempo unos monjes de un monasterio sito al otro lado de la ciudad observaba cómo el santo leía los servicios para perderse luego en las sombras de una capilla adyacente.
Entre los que también adquirieron fama por el poder de desdoblarse en dos personas tenemos al santo peruano Martín de Porres, un mulato que permanecía al mismo tiempo en Perú y en la China o Japón. (Véase de Ladislao Vadas: El mundo ficticio, Reflexión, Buenos Aires, págs. 159 y 168).
También sor María Coronel de Agreda, una monja nacida en 1602, se dividió en dos para estar al mismo tiempo en México y en España en el convento de la Inmaculada Concepción de Agreda donde vivió hasta su muerte acaecida en 1665 sin haber viajado jamás a México salvo con su imaginación.
Lo mismo la británica Teresa Higginson, doscientos años después se convierte en émula de sor María. Ella misma describió sus bilocaciones cuando estuvo repartida su persona simultáneamente entre su país de origen y una tribu hotentote de África. Allí dice haber bautizado a varios niños.
Famosas fueron también las bilocaciones del Padre Pío (Francisco Forgione). Mientras permanecía en Foggia, Italia se dice que fue visto tanto en el Uruguay como en Austria, en los Estados Unidos y en la misma Italia a lo largo y ancho de la península. (Véase ob. cit págs, 159 y 160).
Esto, como se ve, es imposible y la explicación es fácil: se trata de confusiones al hallar personas dobles, o ¡de mentiras!. No caben más explicaciones.
No es necesario que se trate estrictamente de sosias, es suficiente un cierto parecido para que un testigo poco fisonomista confunda a las personas.
Es el caso mencionado de San Alfonso, se puede explicar tanto como una confusión de fechas (había sido visto junto a la cama del pontífice agonizante, mientras manifestaba en otro lugar que el papa había fallecido), como una confusión de personas o ambas cosas. No todo lo que relata la gente se ajusta a los hechos. Tomemos declaraciones a diez testigos de un hecho confuso y obtendremos otras tantas versiones con sus variantes, algunas de ellas incluso contradictorias. Los hombres del derecho, abogados y jueces y los del ámbito policial y periodístico saben de estas cosas.
La interpretación del episodio de San Antonio de Padua puede deberse a una pura confusión, pues el personaje "que se perdió en las sombras de la capilla" pudo haber sido cualquiera otra persona menos el Santo de marras. Lo mismo San Martín de Porres pudo ser confundido con algún sujeto parecido y el caso de sor María Coronel de Agreda, una pura fantasía de la mística, que de niña tuvo visiones y padeció un sinnúmero de enfermedades que fueron interpretadas como posesiones diabólicas aparte de haber experimentado episodios de éxtasis con recepción de visiones. Se dice que mientras rezaba en su celda del convento se sentía de pronto transportada a México donde "se vio" instruyendo a los pobladores. ¿Qué más pruebas que estas?
Lo mismo la británica Higginson, quien, según su biografía, tuvo visiones extáticas y fue víctima de ataques de poltergeist.
En cuanto a los "desdoblamientos" del padre Pío de Foggia, pueden ser explicados como una simple confusión de los declarantes, mezclada con la complicidad del propio eclesiástico con ¡vaya a saber qué propósitos, quizás laudables o por mero afán de celebridad!. También pudo tratarse de viajes fortuitos en secreto por alguna causa no evidente.
Muchas pueden ser las explicaciones, pero lo evidente, lo indiscutible, es que la bilocación humana, animal o vegetal, es un imposible, y esta no es una afirmación apriorística sino basada en continuas experiencias de todo tiempo y lugar. La ciencia confirma que son todas falsedades o errores de interpretación de los hechos.
Podemos continuar con los errores de observación haciendo mención de las estigmatizaciones.
Según la definición en el ámbito religioso, estigmatizar es imprimir milagrosamente a una persona las llagas de Cristo.
Desde San Francisco de Asís y Catalina de Siena, se sucedieron los casos de estigmatizados. Al respecto, el doctor A. Imbert-Gourbeyre, médico y escritor, registró datos de 321 casos. Entre ellos fueron resonantes el de Anne Catherine Emmerich, de Agnetemberg, que en 1811 exhibía las llagas de Cristo en sus manos, pies y costado; el de Luisa Lateau, en Bélgica en 1868, y el de Sor Patrocinio, En Madrid apodada la monja de las llagas, contemporánea de Luisa Lateau. El caso más reciente ocurrió en Bohemia donde una tal Therese Neumann que además de presentar las llagas en manos, pies y costado, también se podían observar unos crisantemos rojos en su piel. Se dice que entre 1926 a 1939 vivió sin probar otro alimento que la hostia diaria consagrada y algunas gotas de agua. También se dice que curó de una ceguera y que había estado paralítica, acostada, casi inmóvil, durante seis años y medio hasta que un día del Corpus, ante la admiración de todos, fue caminando a la iglesia. También se cuenta que curó de una úlcera en el pie cuando los médicos recomendaban la amputación. Fue suficiente que a su pedido le colocaran en el pie tres pétalos de rosa que habían estado en contacto con el túmulo de la Beata Santa Teresita del Niño Jesús.
El mismo Padre Pío ya nombrado como poseedor de la facultad de la bilocación, "presentó un corte profundo en el quinto espacio intercostal izquierdo de siete u ocho centímetros de longitud". "Las lesiones de las manos están cubiertas de una membrana rojo cárdeno, pero no hay edema -describe un médico, el doctor Luigi Romanelli en un informe-. Al apretar la palma y el dorso de su mano con mis dedos, tuve la sensación de espacio vacío. Al presionar de este modo no se puede precisar si las heridas de la palma y el dorso están comunicadas, pues una presión moderada produce en el sujeto un dolor intenso... Las lesiones de los pies tienen las mismas características que las de las manos, pero debido al grosor del pie, ha resultado difícil arribar a conclusiones tan precisas como en las manos.
"He examinado al Padre Pío en cinco oportunidades a lo largo de quince meses y, aunque a veces he observado algunas modificaciones en las lesiones, no he conseguido clasificarlas en ningún orden clínico conocido". (Ob. cit. pág. 57).
No soy médico, pero considero evidente que estas lesiones se las han provocado adrede los mismos estigmatizados.
Si bien cabe también para algunos expertos la hipótesis del histerismo (caso que podría ser el de Therese Neumann, que era histérica, sobre el cual el profesor Jean Lhermitte de la Facultad de Medicina de París manifestó que efectivamente "los fenómenos de Neuman son de naturaleza histérica y no deben, por lo tanto ser considerados como sobrenaturales"), y aunque también el famoso Juan Martín Charcot haya encuadrado a los estigmatizados entre los histéricos, es poco probable que los estigmas obedezcan a esa causa, pues resulta difícil aceptar que la mente posea una influencia tan poderosa sobre el cuerpo que sea capaz de producir llagas tan circunscriptas a un lugar determinado. Una cosa es "brotarse" en ciertas áreas del cuerpo y otra producir llagas precisamente en los lugares de las marcas de Cristo. He aquí como la medicina de antaño, y en buena parte la de hogaño apaña a veces a las pseudociencias, como es el caso de nuestra contemporánea homeopatía, por ejemplo.
Los místicos en grado extremo, como en el caso de los flagelantes que se dejaban maltratar con crucifixiones, pinchazos, golpes, etc., son capaces de cometer toda clase de locuras y someterse a padecimientos que una persona normal no podría soportar. Por ello, puesto que todo milagro es imposible como lo es todo hecho sobrenatural, lo confirma con creces la Ciencia Experimental, considero, como lo más probable que los estigmatizados se han causado ellos mismos las heridas y todo el secreto debe estar en dos detalles unidos o exclusivos: Gran resistencia natural a las infecciones y eficientes precauciones para mantener la asepsia en las lesiones.
Se dice que el padre Pío, exhalaba un maravilloso aroma que impregnaba las habitaciones, muy parecido a la fragancia "que emanaba de sus estigmas o de los objetos que tocaba" (Véase ob. cit., pág. 57), y aquí está la clave del "misterio". Los perfumes se elaboran con una base alcohólica, y este es el gran secreto, el sagaz Padre Pío seguramente se desinfectaba las heridas siempre abiertas adrede, ¡con perfume! para aparentar un milagro con intenciones que pueden ir desde el afán de convencer a sus allegados de la existencia del milagro, hasta el de agradar a su Dios mediante un sacrificio personal en parte semejante al que se sometió su amado Jesucristo.
San Francisco de Asís, según exámenes realizados de sus heridas, daba la impresión de tener astillas clavadas en las carnes de pies y manos para simular los clavos de Cristo. Véase al respecto mi obra El mundo ficticio, capítulo IX, apartado 2. Editorial Reflexión, Buenos Aires, 1996.
Estas astillas, por supuesto que se las había clavado o hecho clavar adrede. Es un mal menor si lo comparamos con el clavado de los brazos sobre unas tablas con veinte clavos desde la axila hasta el codo y desde el codo hasta la muñeca o dejarse atravesar los senos con un enorme clavo, según lo exigían las monjas Ursulinas de Charlieu.
Hoy ya no existen casos tan resonantes. Hay menos fervor religioso y la medicina está más adelantada. No se puede engañar fácilmente al médico. El "fenómeno" de la estigmatización fue solo una farsa, una ocurrencia corajuda para mutilarse en los lugares que la tradición señala para las llagas de Cristo, esto es los pies, costado y las palmas de las manos. Este último detalle contribuye a poner en evidencia el engaño. ¿Por qué digo esto? Simplemente (y con esto debe estar de acuerdo todo médico, todo anatomista), si el cuerpo de un crucificado estuviese suspendido con clavos entre los metacarpos, esta zona se desgarraría y la consecuencia sería la caída de los brazos y el cuerpo, de modo que el lugar más apropiado por su resistencia es la zona de los carpos, es decir en la muñeca. Es cierto que a algunos crucificados se los ataba al madero en lugar de clavarlos, pero las Escrituras no hablan de ello. Cristo muestra a sus discípulos las marcas después de su "resurrección" para convencer al incrédulo Tomás (uno de sus discípulos), quien ocho días antes había manifestado: "Si no viere en sus manos la marca de los clavos y no metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y no metiere mi mano en su costado, no creeré" (Juan: 20-25).
Luego, dejando de la lado la superdudosa probabilidad de una somatización localizada obrada por la mente del individuo que solo puede aceptar los seudocientíficos que creen en la parapsicología, los estigmatizados han sido unos simuladores con suerte, porque sus organismos "supieron" resistir a las infecciones que los podían haber condenado a muerte, gracias a sus sistemas inmunológicos privilegiados ayudados con sustancias asépticas por ellos conocidas y aplicadas, como los perfumes con base alcohólica.
En resumen, es necesario repetir que lo sobrenatural como el "milagro" emparentado en cierto modo con los fenómenos parapsicológicos ¡ no puede existir! Y esta no es una posición apriorística porque es la ciencia experimental la que desenmascara la naturaleza puramente psíquica de los milagros, y "prodigios" paranormales que sostienen los esotéricos, como invenciones fantasiosas, muchas de ellas asentadas en errores de observación y en el concepto de lo sobrenatural. Este concepto es, a la postre, también un invento de la fantasía y sirve de base a todo lo demás, y esto sí es exclusivamente apriorístico, pura suposición indemostrable!
Leí todo. Y la verdad hablás de "imposible" con un sentido poco elaborado del término. Por cuanto la realización de imposibles es inherente a Dios. Por tanto, las experiencias aqui descriptas pueden, tranquilamente, ser ciertas si se las observa con un sesgo de confirmación y no de negación. Como el tuyo. Volvemos a lo mismo: es cuestión de fe.