El cierre de El Palomar a las low cost consolida el oligopolio de Aerolíneas Argentinas y el monopolio del concesionario de los aeropuertos. El mayor perdedor es el usuario, sobre todo del interior.
Sería inocente ignorar las disputas políticas que invaden y oscurecen la cuestión. Entre el Gobierno y Macri. Entre el ministro de Transporte, el massista Mario Meoni, y el organismo regulador aeroportuario (ORSNA) gestionado por La Cámpora, que tomó la decisión final.
Pero los datos aclaran lo que la retórica esconde. El traslado de las operaciones de las aerolíneas de bajo costo a Ezeiza y eventualmente en el futuro al Aeroparque Jorge Newbery es un disparo al corazón del negocio.
Deben pagar una tasa aeroportuaria más alta. Y quedan prisioneras de los servicios de rampa, monopólicos y onerosos, que presta la estatal Intercargo. Los pasajeros pierden la ventaja que ofrecía El Palomar, con acceso al servicio urbano de transporte público.
Se debilita la competitividad de las low cost. Y se fortalecen la concentración del negocio en Aerolíneas Argentinas, también administrada por La Cámpora en alianza con los gremios aeronáuticos.
Ya abandonó el país la competidora principal, Latam, sometida a presiones sindicales y a la negativa del gobierno de los beneficios previstos para empresas en crisis.
Norwegian se retiró casi antes de volar. La mayor low cost del mundo evaluó el impacto de la crisis global del sector, pero también el cambio en las reglas de juego en Argentina.
Ya lo había hecho también Avianca. Y la local Andes colapsó.
Sólo quedan en pie JetSmart y Flybondi, forzadas a operar en Ezeiza en condiciones desfavorables. Su pronóstico es reservado.
Pese a su monopolio virtual, Aerolíneas Argentinas acumula un déficit cuantioso desde la reestatización en 2008, año desde el cual incrementó un 50% la planta de personal.
Aerolíneas es un agujero negro que se tragó aportes del Tesoro por 4.750 millones de dólares en la gestión de Cristina y 1.400 millones en la de Macri. Este año, perderá otros 700 millones de dólares.
No sólo La Cámpora y Aerolíneas empujaron el cierre de El Palomar. Ocurrió diez días después que Alberto Fernández prorrogara hasta 2038 la concesión del resto de los aeropuertos a la Corporación América. Ocho años antes del vencimiento del contrato.
Nestorismo del malo. Cinco días antes de dejar el poder, Kirchner extendió hasta 2032 la concesión del hipódromo y el complejo de tragamonedas de Palermo a Cristóbal López. Vencía en 2017, según el contrato original.
La competencia que introdujeron las low cost amplió servicios y redujo tarifas. El resultado fue un aumento del 54% el número de personas que volaron –muchas de ellas por primera vez– entre 2015 y 2019. En total, 1.450.000 pasajeros.
El vértigo con que se revierte ese proceso perjudica sobre todo al interior. Pierde conectividad, enfrenta sobrecostos y una previsible reducción del turismo receptivo.
Otro despojo con el consentimiento manso de los gobernadores.