Fernández ha entrado decididamente en una fase de mentiras, populismo, demagogia y relato que contiene un indudable ADN kirchnerista.
Si alguna vez alguien creyó que el presidente era un hombre diferente, alguien que respondía a algunos cánones de sentido común y que, por lo tanto, venía a poner una pizca de razonabilidad a un movimiento totalitario, se ha equivocado notoriamente.
Fernández es algo peor que un autoritario que busca el poder para enriquecerse. Es un amoral. El presidente es un psicópata en el sentido médico de la palabra: alguien que no siente culpa ni remordimiento por los pecados que comete.
En una presentación en Avellaneda, el presidente dijo: “Todos nos acusaban de cosas terribles, andaban por los diarios diciendo que estábamos creando un gueto como el de Varsovia. A mí lo que más me impresiona es que esos sectores más humildes, más necesitados, fueron los que mejor entendieron el riesgo, los que mejor se cuidaron, los que más nos ayudaron en la tarea de prevenir la propagación de la pandemia”
Y continuó: “Ninguno de ustedes salió a gritarme ‘me están encerrando, me quitan la libertad, esto es un gueto’. Entendieron y ayudaron en la emergencia… Eso lo hicieron los sectores más olvidados de la Argentina, tal vez porque sintieron que en ese momento alguien se estaba ocupando de su salud y les estaba recomendando y pidiendo ayuda para que su salud no se convierta en un estrago sanitario”.
Para desmentir a este impresentable no habría que tomarse demasiado trabajo: solo recurrir a las imágenes de decenas de noticieros y programas de actualidad que, con sus cámaras en las calles, mostraban el movimiento de gente durante la cuarentena cavernícola del kirchnerismo.
Mientras los barrios de las clases media, media alta y alta, registraban un bajísimo movimiento, los barrios más populares del conurbano bonaerense, como San Justo, Haedo, Lanús, Morón, San Martín, y en general todo el cordón que rodea la capital, parecían estar viviendo una vida normal: gente por la calle sin distanciamiento, ferias callejeras llenas de gente sin barbijo, gente vendiendo en las veredas y gente comprando… En fin, un aquelarre de desafío de hecho a la cuarentena y a sus directivas.
La verdad es horrible tener que bajar al barro de hacer este planteo clasista y políticamente incorrecto. Pero estoy harto de que la corrección política sea aprovechada a su favor por amorales y psicópatas como el presidente y su vice que se dan el lujo de salir a decir mentiras poderosas porque saben que gente con más tino que ellos se va a callar y va a otorgar con el silencio lo que dicen.
Basta. No pienso plegarme a ese juego. Repito: no es mucho trabajo ir a los archivos de cualquier canal de noticias y repasar lo que fueron aquellos días de encierro. No se necesita mucho para desmentir al mentiroso profesional que la Argentina se da el lujo de tener como presidente. Allí aparecerán las imágenes de ríos de gente caminando por las calles sin protección alguna en una actitud de hecho que, quienes ponían el grito en el cielo de las teorías libertarias, no se animaron a adoptar en los hechos.
Porque esa es otra verdad que no hay que dejar de lado: el presidente parece enojarse con quienes desde la teoría de la libertad y del Derecho controvirtieron el encierro y discutieron las facultades constitucionales del Poder Ejecutivo para disponerlo. Pero en realidad, salvo en las manifestaciones públicas organizadas desde automóviles, esa gente no se rebeló en los hechos contra el confinamiento.
En cambio, aquellos que no alzaron su voz (porque probablemente no tienen la formación teórica para discutir desde los cimientos constitucionales lo que se estaba haciendo) pero salieron de hecho a ejercer su libertad, ahora resultan que son “los que verdaderamente nos entendieron y nos ayudaron”.
Es necesario acabar con esta hipocresía. Porque es esta hipocresía la que, entre otras cosas, permite que mentirosos profesionales como los que nos gobiernan, sigan propagando sus mentiras mientras un arco completo de la sociedad calla y otorga.
No es así, Fernández. Lo que dice es otra de sus impresentables cabriolas en el aire para hacerse el popular. Usted era uno de los más acérrimos críticos del kirchnerismo en cuanto a las libertades individuales. Claro, por supuesto: cuando había percibido que los tiempos del kirchnerismo con la sociedad se estaban terminando. Allí sí subió al caballo ganador y hasta llegó a decir que sería el primero en salir a defender a Macri.
Pero como buen amoral y psicópata que es, ahora, que los tiempos cambiaron, adapta su relato para mantenerse en el lugar de los privilegiados. Usted es un sinvergüenza, Fernández. Un sinvergüenza en el sentido técnico de la palabra, es decir, no le da vergüenza decir cuanta mentira ande suelta si esa mentira tiene la virtualidad de no hacerle perder sus privilegios.
Lo que acaba de decir, además de faltar groseramente a la verdad -si uno se atiene a lo que realmente ocurrió en la Argentina durante la cuarentena- es un nuevo baldazo de división, de odio y de clasismo echado a un fuego ardiente que ustedes mismos crearon.
Repito, es horrible tener que desmentir a un mentiroso con argumentos que la corrección política indica que es mejor callar. Pero estas columnas prefieren la verdad a la corrección política. Y esa fue la verdad. Cualquier archivo de noticias puede probarlo.