Los pronósticos a
largo plazo sobre actos políticos, guerras, victorias, pestes, catástrofes,
etc., no escapan a las artimañas típicas de los oráculos, uno de los
cuales -el más famoso- fue el de Delfos, ciudad de la antigua Grecia, situada al
pie del monte Parnaso. Allí se guardaba la piedra sagrada, el
ónfalos u ombligo del mundo.
Un cuerpo
de sacerdotes era el encargado de recibir las peticiones que transmitían a la
pitonisa, mujer sentada en un trípode y
asomada a un barranco del que salían emanaciones gaseosas. Esta sacerdotisa,
excitada quizás por las emanaciones que provenían del abismo y que provocaban en
ella una crisis nerviosa, profería gritos incoherentes que los sacerdotes
traducían a los fieles en versos con sentido ambiguo, si les era posible, con el
fin de acertar en cualquier caso. Luego recibían las ofrendas de los
peticionantes.
Si los hechos futuros presentaban alguna semejanza aunque lejana o
borrosamente análoga con el consejo dado, entonces los consultantes quedaban
convencidos de la eficacia del oráculo de Delfos, tan famoso en el mundo de
entonces, que acudían personajes, incluso reyes, de diversos países
extranjeros como fue el caso de Creso, rey de Lidia.
Las sibilas fueron las sacerdotisas
legendarias de Apolo, a las cuales se atribuía el poder de la profecía mediante
la composición de los oráculos. De ahí la denominación de
lenguaje sibilino, misterioso, oscuro
pero con apariencia de importante. Fue célebre la Sibila de Cumas.
Otros oráculos famosos fueron el de Figalia, antigua ciudad de Grecia en
los límites de Mesania (Arcadia); y el de Epiro junto al río Aqueronte.
También en la Biblia podemos leer "los oráculos del Señor", como respuestas
que daba Dios por sí mismo o por medio de sus ministros.
Tenemos como ejemplo los "oráculos sobre las naciones" de Isaías. Allí se
describen los oráculos contra Babilonia, Asiria, Moab (tierra que ocupaban los
moabitas al Este del Mar Muerto cuando los judíos entraron en Palestina),
Damasco, Egipto, Edom (Idumea, distrito de Palestina que se extendía desde el
Mar Muerto al golfo de Akaba), Jerusalén, Arabia y Tiro.
Veamos como ejemplo, el vaticinio bíblico sobre Asiria: "¡Ay fragor de muchedumbres como fragor de mares fragorosos; estruendo de
naciones como estruendo de aguas estruendosas.
El reprende, y huyen desde lejos y
son expulsados como el polvo de los montes por el viento, como nube de polvo por
el huracán. Por la tarde, súbita turbación, a la mañana han desaparecido. Esta
es la suerte de nuestros saqueadores y el destino de nuestros usurpadores"
(Isaías, 16:l2-14).
Leamos también el vaticinio contra Egipto: "Oráculo sobre Egipto: Mirad, el Señor cabalga sobre nube ligera, llega a
Egipto. Los ídolos de Egipto tiemblan ante él y el corazón de Egipto desfallece
en su pecho. Azuzaré a Egipto contra Egipto, lucharán hermanos contra hermanos,
unos contra otros, ciudad contra ciudad, reino contra reino. Se transformará en
su interior el espíritu de Egipto y confundiré su consejo. Consultarán los
ídolos y agoreros, a los adivinos y hechiceros,
entregaré a los egipcios en manos de un amo duro, un rey cruel los
dominará, palabra del Señor, Dios de los
ejércitos".
"Aquel día Egipto será como las mujeres; temblará y se espantará al
agitarse la mano del Señor de los ejércitos
que este agitará sobre él..."
Ahora viene la pregunta: ¿Se cumplió al pie de la letra este vaticinio
llamado "oráculo del Señor"?
Evidentemente, esto es poesía pura, escrita por una persona que destila
hiel contra todos los pueblos enemigos de Judá y en un arranque de odio expresa
deseos utópicos en forma de estéril bravata.
¿Pudo importarles a los egipcios el dios de los hebreos? ¿Es cierto que los
egipcios se convirtieron y ofrecieron sacrificios u oblaciones al dios Jehová de
los hebreos? He leído toda la historia de Egipto escrita por un egiptólogo de
renombre mundial, Jacques Pirenne (Historia
del antiguo Egipto, en tres grandes tomos.
Océano, Barcelona, 1980), y no he hallado en ninguna de sus páginas la
confirmación de lo que vaticinó Isaías.
Tampoco hubo conversión en masa de los egipcios en los tiempos mesiánicos,
y en la actualidad pertenecen a la religión islámica en aplastante mayoría.
Lo que sí existió fueron pequeños focos judaicos en el Alto Egipto,
asentados en los alrededores de Menfis y en la isla Elefantina. Estos
asentamientos se hicieron a raíz de la rebelión de Jerusalén contra el
gobernador judío Godolías que le había ido impuesto por el conquistador
Nabucodonosor. Este movimiento fracasó y los restos de partidarios
antibabilónicos inmigraron en Egipto durante el reinado de Apries (588-568 a.C.)
donde establecieron colonias judías en los lugares señalados sin trascendencia alguna en cuanto a "cierta pretendida difusión de la religión judaica en
Egipto".
Por el contrario, leamos lo que escribió Jacques Pirenne en su
Historia del Antiguo Egipto:
"A pesar de la considerable influencia ejercida por la literatura
sapiencial de Egipto sobre la sabiduría bíblica, las religiones no se
interpenetran. El panteísmo egipcio y el monoteísmo judío permanecieron
separados por una total incomprensión, que hemos visto manifestarse en la
destrucción, exigida por la población egipcia, del templo que la colonia judía de
Elefantina había erigido en honor de Yahveh" (Tomo III, pág. 360, obra citada).
Esto significa que la colonia judía de Elefantina, a pesar de su lealtad al
rey, fue perseguida y su templo arrasado a causa de una oleada popular
consecuencia de la sublevación el el Bajo Egipto de Sais en el año 410 a.C.
Lo único que se parece a un fragmento de la pretendida profecía que Isaías
describió con estas palabras: "yo armaré a egipcios contra egipcios y lucharán
hermanos contra hermanos, amigos contra amigos, ciudad contra ciudad, reino
contra reino", es cuando durante el conflicto entre Egipto y Asiria se
desencadenó la guerra civil en el Delta entre los señores feudales y la
población urbana. (Ob. cit. pág. 104).
Pero esta es la clave de siempre para los horóscopos y oráculos, algo que se
presiente, que parece flotar en el ambiente y tiene altas probabilidades de
transformarse en realidad. En otros casos, entre un frondoso palabrerío que
pretende ser profético, vamos a hallar casi siempre algo semejante a los
acontecimientos futuros y esto es todo.
Así operó el Almanaque de
Nostradamus, lo hacían los oráculos de Delfos, las profecías bíblicas y lo hacen
los augures del presente.
El deseo de conocer el futuro por parte del interesado y el de "tornarlo" a
su favor como en el caso de Isaías, crean un mundo de ficción dentro del cual se
introducen otros hombres que nacen en el mundo y se encuentran con una tradición
similar.
Lo notable de todo esto es que, aún hoy en día en que tanto ha avanzado la Ciencia Experimental,
existe gente en gran número que cree en los astrólogos a "pies juntillas". Pero
una cosa es tomar los horóscopos como un simple pasatiempo o costumbre en los
diarios y revistas y otra malgastar dinero "al divino botón" comprando
horóscopos anuales enteros, dinero que, según mi consejo podría ser destinado a
alguna obra de bien o limosna por más pequeñita que sea. ¡Los pobres y enfermos
humildes estarán agradecidos!
Ladislao Vadas