El mundo real, muchas veces cruel para
nosotros -y a la larga aciago cuando arribamos a la tragedia, la enfermedad y la
muerte, a esas terribles "situaciones límites" del pensador Jaspers-, resulta
ser un enigma en cuanto a nuestro futuro se refiere. Así, nace cierto atavismo o
tendencia que se incrusta en el acervo genético de la humanidad, una más de las
múltiples que forman la naturaleza sui generis del género humano y que le
otorgan ese sello particular que lo distingue de otras especies animales que,
aunque inferiores , también poseen su signo distintivo que los filósofos de
antaño denominaban, por ejemplo, "caballeidad" (de caballo) y yo puedo añadir "loreidad"
(relativo a la "personalidad del loro", "perreidad" (del perro), "moneidad" (del
mono), etc.
La idea que se forma en nuestro cerebro ante el futuro
incierto es la del determinismo fatal. "Hay un destino", se dice, "cada cual
está predestinado", se añade, "hay que creer o reventar", se concluye.
Esta es una especie de consuelo porque, si nuestro destino
está señalado, no podemos colegir de ello que siempre deba ser funesto. ¿Acaso
no puede ser también afortunado? Pero... ¿quién lo puede saber?
De las experiencias del pasado podemos borrar los recuerdos
infaustos, recordar los buenos momentos y gozar de ello, pero... detrás de la
cortina del presente, más allá hacia adelante, en el camino que nos queda por
recorrer ¿qué habrá? ¿Qué nos depara esa "divinidad" o fuerza desconocida que
provoca el encadenamiento fatal de los sucesos denominada Hado?
Para los ignaros los recursos son varios. Pueden servirnos
los astros del cielo que dibujan figuras zoomorfas, las pitonisas del lenguaje
sibilino o los profetas y agoreros.
Estos recursos, para muchos son serios y se fundamentan en la
realidad del mundo, este mundo que nos mezquina el conocimiento del porvenir en
ausencia (según los creyentes) de astrólogos, pitones y adivinos con el poder de
la precognición, además de las prácticas con diversos seres vivos u objetos
físicos "capaces" de advertirnos de lo que sucederá.
Todo puede servir para conocer el destino: aparte de la
posición de los astros, las palabras incoherentes de los oráculos y los
innúmeros "Nostradamus" que pululan por el mundo, también el canto y el vuelo de
las aves, fenómenos meteorológicos, cometas, las líneas de las manos, las nubes
del cielo, las hojas de los árboles, la membrana que cubre la cabeza del recién
nacido, el movimiento de las ranas, la Biblia abierta al azar, los sueños, las
arrugas de la frente, esferas de cristal, la borra de café, las figuras que
forma el humo y... ¡la mar en coche de tonterías!
De este modo, "según los sabiondos adivinos", una vez sabido
lo que le espera a uno, hay tiempo para evitar el daño o nace la alegría al
enterarse que un futuro negocio a ser emprendido tendrá buen éxito (descuidando
tal vez algún certero recurso racional y práctico realmente eficiente, por tener
más confianza en el destino señalado por el augur).
Una de las mancias más populares es sin duda la astrología,
antigua ciencia de los astros. En efecto, los primeros astrónomos fueron los
astrólogos. Como sabemos, estudiaban las posiciones de los astros durante sus
traslaciones sidéreas para conocer el destino de las personas que se lo
solicitaban según la fecha de su nacimiento y creían firmemente en que los
movimientos de los planetas incluso determinaban el destino de los reyes, de las
dinastías y de los imperios.
Se dice que los primeros astrólogos fueron los babilonios,
pues a juicio de la mayor parte de los arqueólogos y mitólogos, fueron los
sacerdotes astrónomos de Babilonia los que crearon el Zodíaco. Sin embargo, el
propio Claudio Tolomeo, gran astrónomo, geógrafo egipcio, autor del Almagesto y
defensor del sistema de la Tierra fija, lo era. Tolomeo codificó la tradición
astrológica babilónica, y es fácil que haya sido más astrólogo que astrónomo,
dada la ausencia de telescopios, radiotelescopios y sondas espaciales en aquella
remota época.
El Tetrabiblos, es una obra astrológica de Tolomeo donde
podemos leer cosas como estas:
"Cuando Saturno está en oriente, da a sus individuos un aspecto moreno de piel,
robusto, de cabello oscuro y rizado, barbudo, con ojos de tamaño moderado, de
estatura media, y en el temperamento los dota de un exceso de húmedo y de frío".
Este sabio, además de "saber" que el comportamiento de las
personas estaba influenciado por los astros, creía que la estatura, la
complexión, el carácter de la raza y los defectos físicos de carácter congénito
estaban determinados por ellos.
De modo que en los tiempos antiguos, astronomía y astrología
se hallaban identificadas y la palabra lo dice, astrología "ciencia de los
astros".
Esta amalgama duró mucho tiempo y frenó el desarrollo de la
verdadera ciencia de los astros. Se puede decir que durante un milenio, hasta
que por fin la astronomía se separó de la superstición.
Hoy la astrología entra de lleno en la categoría de las
pseudociencias, sin embargo, los astrólogos proliferan en todo el mundo y las
gentes no dejan de comprar los horóscopos correspondientes al año en curso,
cuyos diversos autores, por supuesto, no coinciden entre sí en las
interpretaciones de las "12 casas" o constelaciones que aparentemente recorre el
Sol en su curso anual, a saber: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo,
Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, y los siete planetas
conocidos en el pasado.
Las equivocaciones de los astrólogos han sido resonantes,
pero pronto olvidadas. También han echado mano de trucos para garantizar sus
predicciones.
Nostradamus
Dice el parapsicólogo y doctor en teología
Oscar González Quevedo en su libro El rostro oculto de la mente (ed.
Intercontinental, Asunción, Paraguay, 1992, pág. 161): "Un mago puede anunciar
que sucederá lo que él enseguida se enargará de hacer. O puede presentar como
profecía aquello que se planea realizar y de lo que él se enteró antes de que se
difundiese la noticia.
"Un notable ejemplo de truco para garantizar una ´profecía`
fue dado por Nostradamus el Joven, hijo del famosísimo metagnomo Miguel de
Nostradamus: Había anunciado Nostradamus el Joven, en ejercicio de su
"profesión" de astrólogo que la ciudad de Pouzin sería pasto de las llamas. Pero
no previó que él mismo moriría en aquella ocasión. Aconteció que Sain-Luc,
jefe de las fuerzas que cercaban la ciudad, lo sorprendió in fraganti pegando
fuego a Pouzin para garantizar su profecía".
Por su parte el médico francés Miguel de Nostradamus
(1502-1566), padre del anterior, fue quizás el más famoso de los astrólogos ya
que aun hoy a más de cuatrocientos años de su muerte, se comenta su famoso
Almanaque.
Cuando en 1545 una epidemia asoló a Francia, Nostradamus
empleó con éxito un medicamento de su propia invención, pero que la envidia de
sus colegas malogró. En aquel entonces creyó ser poseedor del don de predecir el
porvenir y publicó su célebre Almanaque lleno de profecías, traducido a todos
los idiomas.
Se sabe que Miguel de Nostradamus confeccionó a Catalina de
Médicis el horóscopo para cada uno de sus once hijos. Dice Brantome, el
historiador francés que pintó con exactitud las costumbres de su época:
"Para Carlos IX, por ejemplo, vaticinó que durante su reinado
se producirían grandes guerras en su país. No obstante, no era necesario poseer
las dotes de un gran adivino para prenotar la proximidad de guerras, ya que los
acontecimientos recientes presagiaban guerras de religión inminentes para
cualquier ciudadano medianamente informado. Sin embargo Nostradamus
confeccionó también el vaticinio contrario, quizás conquistado por la
simpatía que despertó en él, el niño rey de sólo diez años de edad. Sin anular
el primer pronóstico tan poco optimista, vaticinó de inmediato que Carlos IX
estaba destinado a ser un gran rey dichoso que iba a emular nada menos que a su
homónimo Carlomagno". (Según Pedro de Bourdeilles, señor de Brantome, Ouvres
Completes, París, ed. Societé d`Historie de France, tomo V, pags. 240-287).
Lamentablemente, Nostradamus erró en ambas profecías,
pues Carlos IX no tuvo oportunidad de verse envuelto en tremendas guerras (solo
hubo revoluciones), ni tampoco tuvo la suerte de imitar a Carlomagno, pues murió
a los veinte años, en 1574, se dice que consumido por los remordimientos por
haber ordenado, influido por su madre, las horribles matanzas de protestantes de
la noche de San Bartolomé, y por otros horrores como presenciar la degollación
de un niño pequeño para ser colocada su cabeza ensangrentada sobre un altar con
fines adivinatorios. Este ritual se sabe que fue ejecutado por un monje apóstata
y adivino, permitido también por el rey a petición de su supersticiosa madre
Catalina de Médicis.
Estas cosas se les escaparon a Nostradamus seguramente por
alguna "laguna mental" en su visión del futuro.
Fin del mundo
Una tendencia que podemos considerar
inveterada en el hombre, es la idea o profecía del fin del mundo.
La idea del fin del mundo ya la podemos hallar en el brahmanismo que nos habla
de un mundo que termina con "la noche de Brahma ", y en el budismo panteísta que
admite la destrucción del mundo y vuelta al caos primitivo luego de pasar por
cuatro periodos, según las cosmogonías del lugar.
La profecía del fin del mundo la podemos leer también en el
Nuevo Testamento bíblico puesta en boca de Jesucristo, y nos lo sugiere también
también la lectura del Apocalipsis de San Juan.
Tampoco el ya citado Nostradamus, por supuesto, se ha quedado
atrás en este tema y junto con el seudo Malaquías hizo pronósticos referentes al
fin del mundo.
Hubo infinidad de fechas inventadas para el fin del mundo y
mucha gente ha creído en ello. Incluso ha cundido la desesperación, sin faltar
aquellos que han llegado al suicidio.
Los cometas han sido para los "magos" las señales inequívocas
de toda clase de calamidades y para las gentes del pasado, supersticiosas por
excelencia, fueron motivos de terror. En el año 1466, en una de las visitas a la
Tierra del famoso cometa Halley, toda Europa cristiana se aterrorizó, pues los
pobladores creyeron que era Dios quien enviaba los cometas y que tal vez, en
esta ocasión, en plena contienda contra los turcos, éstos pudieran estar
favorecidos por esa aparición, pues acababan de tomar Constantinopla.
El mismo famoso cometa Halley, en su aproximación a la Tierra
en el año 66 puede explicar lo que narró el historiador griego de raza judía
Flavio Josefo acerca de cierta "espada" que estuvo colgada durante un año sobre
Jerusalén. Y efectivamente, una de las representaciones de los cometas es en
forma de amenazantes espadas, dagas, e incluso como dragones.
Todas las calamidades que sucedían durante la presencia de un
cometa en el cielo se achacaban a él, y si no era así, entonces se consideraba
como una señal, un presagio de guerra por ejemplo. Para otros era "el azote del
castigo de Dios".
El mismo sabio Tolomeo creyó que los cometas traían guerras,
altas temperaturas y toda clase de desórdenes.
Estas inquietudes tenían su explicación en el pasado cuando
se poseía la noción de un cosmos-orden inalterable establecido por la divinidad,
de modo que un objeto perturbador como un cometa, nada bueno podía significar.
Vemos así cómo la mente se desvía constantemente de la
realidad. Hoy se sabe que los cometas son gases congelados en bloques que se
evaporan en las proximidades del Sol por el calor irradiado por este astro, para
formar la cabellera del cometa y su larga cola, y que se hallan prisioneros de
la atracción gravitatoria del Sol orbitándolo. Sin embargo, el vulgo continúa
inquietándose ante la presencia de estos "extraños objetos" del cielo como
presagios, influenciados por los augures de siempre que no pierden ocasión de
poner en vigencia los vaticinios pertinentes ante el solo anuncio de la llegada
de "la señal", por algún descubridor novato o según cálculos astronómicos.
El mundo de ficción continúa gravitando pesadamente en las
gentes comunes, de la mano de la ignorancia.
Es de notar que, tanto las predicciones astrológicas, como
las no astrológicas sin fundamento científico, estan redactadas al estilo de los
antiguos oráculos. En primer lugar se toman en cuenta hechos probables, por
ejemplo, en cuestiones políticas. Un anciano estadista colmado de achaques,
tiene altas probabilidades de fallecer en el curso del año, para el que se
confecciona el horóscopo. El astrólogo hace la tentativa incluyéndolo entre
los personajes que morirán durante el período anual. Si acierta, esto lo
catapultará hacia la fama si es que carece aún de renombre, pues su
seudoprecognición sin duda será publicada con bombos y platillos en los medios
periodísticos populares, sus aliados. Por otra parte si fracasa, cosa que ocurre
normalmente a la inmensa mayoría de los vaticinadores del mundo, el desacierto
es pronto olvidado y el adivino continuará adelante probando nueva suerte con
sus horóscopos.
En segundo lugar, los horóscopos-oráculos contienen toda
clase de probabilidades de hechos que pueden sucederles a cualquiera como
problemas de salud, penas de amor, pérdida de empleo, reyertas y mil
contratiempos más, de modo que cualquier lector del pronóstico pueda hallarse
allí retratado con su problema del día con la correspondiente advertencia "para
evitarlo".
Ladislao Vadas
http://ladislao-vadas.blogspot.com/
Especial para Tribuna de Periodistas