La vacuna es un bien público. Pertenece la sociedad, no a los gobernantes ni a los influyentes.
Es un bien social crítico, en medio de una pandemia que ya dejó más de 50 mil muertos en la Argentina. Es un bien escaso y debe distribuirse con equidad.
La responsabilidad es del Estado nacional, que tiene el monopolio del aprovisionamiento de vacunas contra el Covid. Por eso fijó un orden de prioridades.
Repasémoslo: 1) los equipos de salud, cuya inmunización aún no se completó; 2) los mayores de 60 años; 3) personal estratégico (seguridad y docentes, entre otros); 4) adultos menores de 60 años con comorbilidades; 5) última prioridad, el resto de la población.
Es un escándalo que haya colados en la fila. Cada pinchazo “blue” es una oportunidad robada a una persona con riesgo de muerte.
Es un escándalo mayúsculo que esos colados sean funcionarios, políticos, y acomodados.
Esta historia negra de la vacunación en Argentina empezaron a escribirla gobernadores, intendentes, ministros, secretarios –jóvenes y rozagantes– que se inmunizaron con el pretexto de contribuir a la credibilidad en la vacuna.
En las últimas horas el número de casos conocidos se propagó tan rápido como el virus. Se vacunaron violando el protocolo el diputado por Santa Cruz Juan Vázquez, el intendente de la localidad santacruceña de Luis Piedrabuena, su esposa y su chofer. También, los concejales de San Andrés de Giles y funcionarios del municipio Henderson, en la Provincia de Buenos Aires.
En Chivilcoy jóvenes militantes subieron a las redes sociales fotos del momento del pinchazo. Alguno hasta se permitió celebrarlo con un gesto que identifica su pertenencia partidaria.
Hay sospechas fundadas de que esta enumeración es apenas la cresta de un iceberg robusto.
Postales de una práctica política que revuelve las tripas de los ciudadanos más sensibles. Sin embargo, no moviliza a la sociedad, quizás anestesiada por la costumbre.
Dirigentes que recitan arengas en favor de la justicia distributiva y la ética de la solidaridad –como prefiere definir Alberto Fernández parafraseando a Raúl Alfonsín– sacan provecho de un uso prepotente del poder del Estado.
Tal vez por el revuelo que generó el periodismo haya un algún chivo expiatorio en las próximas horas. Pero el témpano de los colados en la fila de las vacunas seguirá navegando en la impunidad. Una triste ostentación de privilegios indebidos que debieran indignarnos.