La inflación es la evidencia más nítida. Argentina sigue enredada en los mismos problemas, porque reincide en respuestas erróneas. Un círculo vicioso que, cada tanto, estalla en una crisis.
Al final del ciclo salimos más pobres y con las expectativas maltrechas.
Una pesadilla que vuelve y desplaza al viejo sueño colectivo de resucitar la prosperidad perdida en un pasado ya remoto.
El salto inflacionario del 13% en el primer trimestre fabricó unos 590.000 nuevos pobres. Tal vez aparezcan diluidos en el promedio del primer semestre del año, que el INDEC difundirá recién el 30 de septiembre.
Hoy son una realidad acuciante. El economista Martín Rozada, de la Universidad Di Tella, elaboró un modelo econométrico para estimarla. Entre enero y marzo la pobreza trepó al 43,7%, según esa evaluación.
El deterioro viene de lejos y acumula un sedimento cada vez más difícil de remover. Los parches del “Estado presente” no corrigieron la tendencia. Más bien, la agravaron.
Marina Dal Poggetto, de la consultora Eco Go, le puso números. En los últimos 50 años la cantidad de pobres se multiplicó por veinte. Pese a que las transferencias del Estado en inclusión previsional, subsidios sociales y económicos representan hoy casi 15% del Producto Bruto, de la riqueza que produce el país en un año.
El gobierno hurga en la caja de herramientas de siempre para maquillar los números y mejorar la percepción social, anclada al calendario electoral. Y así sólo posterga y agrava los problemas.
El atraso cambiario termina en corrida y devaluación. Las tarifas no pueden congelarse para siempre. Acaban detonando el déficit. Y éste, el endeudamiento –que deriva en default y más recesión–, y en la impresión de moneda devaluada, que es la causa profunda de la inflación.
El mecanismo defensivo de remarcar, para cubrir el costo de reposición imaginado y proveer alguna rentabilidad, alimenta la inercia inflacionaria, que agrava el fenómeno.
La fijación artificial de los precios privados genera desabastecimiento. Y al final, deriva en un sinceramiento. Aplicar controles de precios para contener la inflación es como podar en la selva, grafica una metáfora que circula entre los economistas.
El concepto abarca a otros artificios, como cuotificar o prohibir las exportaciones de carne. Provocan una reducción de la oferta que al final dispara los precios internos.
El listado de ejemplos es interminable. Como el recurso electoralista de los gobiernos de turno de reincidir en recetas de ineficacia probada.
En lugar de multiplicar los panes, como prometen, multiplican los pobres.