Jorge Giacobbe, de Giacobbe Consultores, comenzó el año pasado con una encuesta bastante original y su pregunta aún más sencilla: ¿La gente quiere que el Frente de todos gane o pierda las elecciones? Ello, haciendo referencia a las legislativas que se celebrarán este año.
El 2020 fue el año marcado por la pandemia, aún no había una preocupación real por lo que pueda pasar en las próximas elecciones y las respuestas tiraban un resultado parejo.
No obstante, el último de estos sondeos augura una fuerte derrota del oficialismo ya que el 59,2% fue la cantidad de los encuestados que quieren que el oficialismo pierda los comicios de medio término.
Pero el número más elocuente es el de la gente que quiere que gane: casi el 29%. Ello deja a las claras una sola cosa, que el Gobierno de turno solo tiene detrás de sus filas a su núcleo duro.
No es algo que sorprenda, ya que la pérdida de moderación –que nunca existió- con la que Alberto Fernández logró captar a una parte de la sociedad que se ubica en la denominada “avenida del medio”, hizo que su caudal político caiga a números nulos.
Es que, es dable destacar, ese núcleo del 29% refiere a votantes exclusivos de la vicepresidenta Cristina Fernández. “Alberto se volvió cristinista”, dicen los que saben y ello es algo que estos números refrendan.
Salvo cuestiones puntuales, tal la “apedreada” que por estas horas vive el ministro de Economía Martín Guzmán desde adentro de la coalición gobernante, el presidente Alberto Fernández responde intrínsecamente a Cristina, y cuando no lo hace, ésta se impone.
La no renuncia del subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, pedida por Guzmán y avalada por el presidente, da cuenta de ello. Cristina quería que se quede y se quedó. Luego mandó a hablar a sus laderos políticos, como por ejemplo al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
“Federico Basualdo fue funcionario en mi época, un excelente funcionario”, afirmó haciendo referencia a su paso por el Ministerio de Economía durante el gobierno de la hoy vicepresidenta.
Al cristinismo de Alberto se pueden sumar una serie de escándalos que han marcado, y probablemente marcarán, su gestión como presidente y, sobre todo, en un contexto de pandemia.
El caso del Vacunatorio Vip o VacunaGate es, sin lugar a dudas, el peor de los hechos que pudo haber protagonizado el Gobierno. Ya no se trata de un robo o desvío de dinero o del lavado de activos, sino que es un hecho que marcó a la sociedad toda por la falta de empatía, ya que acá se está hablando de vidas.
En definitiva, el oficialismo está jugado al hablar de las próximas elecciones y le será muy difícil repuntar la imagen positiva. Hoy se busca correr las elecciones con el pretexto de lograr una mayor inmunización para el mes de septiembre y mucho más para el mes de noviembre. Habrá que ver si ello le juega a favor o en contra.
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