“El discurso de Daniel Filmus aceptando a
regañadientes su derrota electoral en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pecó de
la misma soberbia que emana de su mentor y Jefe, el Sr. Presidente Kirchner y de
sus dos súbditos favoritos, los archiconocidos Fernández.
No fueron felices las palabras de Filmus cuando descalificó a
más del 60% de los porteños al decir que quienes votaron a su fuerza política..
'eran los intelectuales; los creadores; los que piensan'..categorizando por
oposición a todos aquellos que votaron al PRO como ignorantes y faltos de la
capacidad de pensar. Menospreciar a la mayoría de los ciudadanos que otorgaron
su voto de confianza al PRO y a su compromiso para el cambio, no parece una
actitud feliz del derrotado candidato del Frente para la Victoria, y el Lic.
Filmus debería replantearse solicitar una disculpa al agravio infringido a
quienes no lo votaron, pero que también PIENSAN, aunque lo hagan distinto a las
desmedidas ambiciones de Poder de los 'Pingüinos'.
Tampoco resultó confiable su compungida asunción de toda la
responsabilidad por la derrota, ya que sobre el estrado, los dos Fernández y la
Sra. Miceli, fueron testigos oficiales de sus palabras, avalando con su
presencia la participación directa del Dr. Kirchner como principal artífice de
esta nueva frustración electoral que sufre la eufórica y permanente soberbia del
Jefe del Estado Nacional.
Los derrotados no deben perder su dignidad y el orgullo de
haberlo intentado, pero resulta una necia idiotez continuar sosteniendo la
bandera de la Soberbia por sobre la razón y el mensaje de la mayoría de los
ciudadanos que no solo PIENSAN, sino que lo hacen distinto. Lamentablemente para
quienes pergeñan este proyecto de Poder hegemónico y autoritarista, los porteños
y los fueguinos le han dado un cachetazo de realidad política al Sr. Presidente,
y el Dr. Kirchner no puede ni debe esconderse detrás de los telones cuando una
sociedad descontenta por la obra de su autoría, arroja tomates y verduras sobre
el escenario. Es de hombres dignos reconocer las derrotas. Es de una necedad
rayana en la inconsciencia el tratar de disfrazarlas para que no lo parezcan. Es
de hombres de bien aceptar la voluntad del pueblo. Es tristemente irresponsable
descalificar a ese Pueblo para ocultar errores propios y ajenos.
Si en Ciudad Gótica un PINGÜINO fue derrotado por el hombre
murciélago...ayer en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el papel de BATMAN lo
asumió el PUEBLO.”
(Dr. Jorge A. Marcello)
El presente mail circuló el lunes 25, cuando el jefe de
Estado todavía no había hecho ningún atisbo de autocrítica luego del batacazo
por partida doble. Tal fue el impacto del traspié metropolitano y fueguino, que
Kirchner se vio obligado a demorar por unas semanas el anuncio de la candidatura
de su mujer, Cristina Fernández. Si bien en estos días ríos de tinta y virtuales
análisis han intentado "descular" este hecho, es dable inferir que el ganador
del domingo 24 fue el voto hartazgo.
Por más que el elenco estable, y luego de esto muy
probablemente momentáneo, de Balcarce 50, se desgañite con campañas sucias y
otras yerbas, como bien dice el escrito de arriba, tanto el electorado
capitalino como de la isla del fin del mundo ostensiblemente se pudrió de ser
maltratada y tomada de idiota. Es que gracias a los fuegos de artificio "trucho"
del oficialismo, ya no se sufraga pensando en tal o cual candidato si tiene ojos
celestes o añora a los vilipendiados 90, si no que se hizo en defensa propia.
Casi como el 14 de octubre de 2001, cuando la estrella
exclusiva fue el voto bronca, en las recientes elecciones la ciudadanía
hizo saltar las urnas con un contundente grito de "basta".
También otra de las razones de peso del triunfo del
"ingeniero Macri", como lo llamó Kirchner en la reunión de ayer, fue que siendo
un hombre no proveniente de la corporación política, no dejó ser contaminado por
los vicios de la misma. Curiosamente, hubo quienes que lo votaron declarándose
aún en las antípodas de su espectro ideológico, pero que cayeron seducidos por
esa impronta de seriedad y coherencia: “he llegado al máximo de mi capacidad de
tolerancia. Nuestro universo político solo me genera asco y repugnancia. Los que
me conocen saben de mi inclaudicable oposición al 'pensamiento único', de mi
compromiso hacia la construcción de una sociedad más justa. Sin embargo siento
que el hartazgo que me vienen produciendo la mentira, la hipocresía y sobre todo
la bajeza de los argumentos del sector oficialista que aspira a enseñorearse,
con indisimulada codicia del poder local, no me deja otra alternativa que
reconocer que quién no oculta ni reniega de sus convicciones, que quién ha
lucrado con el Estado y ha aprovechado cuantas oportunidades comerciales se le
presentaron es mucho más coherente que quienes tuvieron a su cargo (todos los
gobiernos de las últimas décadas) la defensa de los intereses del pueblo, que
quienes fueron elegidos en la creencia de que administrarían con equidad y
prudencia el bien común de una ciudadanía, en suma, que se ha visto reiterada y
sistemáticamente defraudada y a la que se sigue tratando de embaucar ya no solo
con volátiles promesas o con, apenas, miserables dádivas, sino también con una
campaña, sucia y rastrera que ofende la sensibilidad de los potenciales votantes
y subestima y desprecia la dignidad del ciudadano.
Parece inimaginable que una ciudad como Buenos Aires a la que
se pretende destacar como una de las capitales más cultas del mundo deba
soportar el asalto oprobioso de un despreciable tropel de aventureros cuyo único
mérito ha sido y es su capacidad de mimetizarse sin escrúpulos con cualesquiera
de las corrientes de pensamiento vigente y de anidar permanentemente a las
sombras del poder con sorprendente mutabilidad. Creo que estamos tocando
fondo y que es necesario ayudar a que toda esta perversa trama de espurios
intereses se termine de pudrir para que tal vez así, del hartazgo y la
impotencia, de la frustración y la vergüenza reiteradas, de esta mazmorra
infame, surja, ojalá fuere más temprano que tarde, un cívico y promisorio
despertar que reivindique para todos una sana, esperanzadora y honesta
convivencia. Sueño con que sea posible pero mientras tanto me dispongo a
contribuir a la destrucción de ese execrable entramado que busca usar a la
ciudadanía como simple marioneta de sus bastardas pretensiones y a votar por el
más honesto de los candidatos, por alguien que hizo lo que hizo porque hubo
quién le brindara en bandeja jugosas oportunidades, por quién vio alentadas sus
ambiciones y facilitados los caminos desde los estrados del poder, por corruptos
funcionarios que honestos ciudadanos convalidaran con su voto y a quién por lo
tanto no están habilitados a criticar o a culpar por ser sus naturales,
inexcusables condenables cómplices”, según lo expresado en otra misiva de
principios de este mes.
Resistencia en el ciberespacio
Estas muestras, junto a otras que circularon recientemente,
forman parte de un interesante canal de diálogo abierto que trajo una bocanada
de aire fresco ante tanta chatura. Un individuo solitario, frente a una pantalla
y un teclado, en la intimidad o en un ciber, generó una abierta
resistencia contra el pensamiento homogéneo de manufactura pingüino. Con los
principales medios cooptados por la pauta oficial, en la red circularon
centenares de mensajes que manifestaban su repudio al actual estado de cosas.
Era como si la paciencia de Cicerón, ante la arbitrariedad de
Catilina, se multiplicara por miles inundando la estratosfera virtual. Por eso,
lo que colmó la paciencia fue el poco feliz recurso del sociólogo Filmus, quien
primero arrogantemente alegó que los votantes se habían equivocado, para
rematarla con aquello de quienes lo hicieron por él, fueron los que tienen la
sesera bien puesta. Precisamente, este axioma falso en la boca de quien fue
ladero de Carlos Grosso (sí, precisamente en la década del 90, la misma en la
cual Kirchner y su esposa candidata dicen no haber estado), provocó un tremendo
efecto bumerang. Pues que el mismísimo ministro de Educación, el de las
escuelas carecientes de estufas y de techos propensos a caerse, trate de
ignorante a gran parte del electorado opositor, suena como una mayúscula burla
al sentido común. Como representa de pésimo gusto la imagen sonriente del
piromaniaco de Once, el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, quien se abstuvo con
buen tino de reaparecer nuevamente por ahí.
También es antidemocrático insultar a los votantes machistas
como lo hizo el filósofo de cabecera de la aludida Cristina Fernández de
Kirchner, calificándolos de fascistas pelotudos, que le pedían al futuro
intendente un muerto para satisfacer su sed de sangre.
Así, enmudecieron los encuestólogos rentados y los
índices digitados del INDEC se hicieron trizas ante, nuevamente y que más da, el
embate de la realidad, que felizmente sigue siendo la única verdad. Pero no
uniforme sin sentido crítico, sino compartida por todos como el fuego de
Prometeo que nunca se apaga.
Fernando Paolella
(*) Foto de la nota perteneciente a Nik