Recién miraba el comienzo de un capítulo de una vieja serie de los años 80 llamada "Magnum". En esta ocasión, al protagonista, un intrépido detective, lo envían a una misión de riesgo en la frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina; "un lugar sin leyes" según nombraron en la serie.
Y claro... duele, o molesta, ver que tengan esa visión de nosotros, pero por más que hayan pasado 40 años del estreno del capítulo en cuestión, nada ha cambiado, absolutamente nada, especialmente en nuestro país, donde la ley siempre, históricamente, estuvo, está y estará al servicio del poder de turno.
No es necesario ahondar en el tiempo ni trasladarnos a décadas pasadas para verlo. Podríamos citar casos de este mismo año para demostrar que, efectivamente, Argentina es "un lugar sin leyes".
Podríamos comenzar con el vergonzoso "vacunagate" o, si usted prefiere, el "vacunatorio vip" que funcionaba en el mismísimo Ministerio de Salud.
En cualquier país medianamente normal, absolutamente todo el gobierno, desde el presidente hasta los secretarios de los subsecretarios volarían por los aires, pero como estamos en "un lugar sin leyes", no pasa ni pasará absolutamente nada. Todo se solucionó con hacer renunciar a Ginés González García, y ya está.
Y ponen a cargo del Ministerio a Carla Vizzotti, quien también formó parte del delito de hacer vacunar a familiares y amigos. Pero la lista es larga, tan larga que incluye a Sergio Massa y a los mismísimos suegros del presidente, nada más ni nada menos, que de la "Honorable Cámara de Diputados".
Pero eso es solo una parte del desastre institucional que estamos viviendo. En este mismo "lugar sin leyes", la justicia, la misma justicia que liberó a miles de presos, a Amado Boudou y otros, absolvió al "Pata" Medina, cuando él mismo se había declarado culpable aceptando todos los cargos que se le imputaban; sin embargo, condenan al policía Chocobar por hacer su trabajo.
También, en este "lugar sin leyes", más allá de los delirios de nuestra justicia, tenemos a un ministro de economía cuya función solo se limita a tratar de convencer al FMI y al Club de París de que nos sigan postergando pagos de la deuda, pero que desde el Instituto Patria lanzan una solicitada pidiendo que esa deuda no se pague. El delirio, a esta altura, es total.
Tal es la magnitud del delirio, que vaya uno a saber a quién se le ocurrió la fantástica idea de cerrar las exportaciones de carne para bajar el precio en el mercado local.
No solamente es un delirio (perdón por repetir tantas veces la palabra delirio, pero es lo que los caracteriza) sino que es una imbecilidad supina. Tal es así que los resultados de semejante medida fueron, como no podía ser de otra manera, totalmente adversos a los que supuestamente esperaba quien hace las veces de presidente, Alberto Fernández.
Mientras tanto, el señor que hace que gobierna pero no gobierna, ofrece reportajes berretas a youtubers, en los que trata de explicar lo inexplicable y defender lo indefendible. Por ejemplo, el fracaso más grande del planeta sobre el manejo de la pandemia o la falta de vacunas, sin explicar que pasó, realmente, con Pfizer o con las vacunas provenientes del fondo COVAX.
Pero Alberto Fernández, al igual que su jefa y actual presidenta de facto, va más allá, y en un foro económico de Rusia lanza una frase que, realmente, en lo personal, me encantaría que argumente o demuestre con ejemplos: "Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados". Una vez más, estoy tentado de escribir la palabra delirio.
Y esta es la parte fundamental, o si se quiere, la más inentendible e inexplicable sobre la postura de este gobierno. ¿De qué lado del mundo queremos estar, del lado de los países que podrían ayudarnos o del lado de Venezuela, Cuba, China, Rusia o, lo más descabellado, del lado de Irán?
Vale recordar que en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Argentina votó a favor de la apertura de una investigación sobre posibles violaciones a los derechos humanos en los territorios palestinos, en la Franja de Gaza, por parte de las fuerzas israelíes.
Ante esta decisión, el Estado de Israel consideró "inaceptable" la posición adoptada por Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas en el marco de la escalada de conflictos entre las fuerzas militares israelíes y la organización extremista terrorista palestina Hamas.
Pero no solo eso. En línea con la posición de estar siempre del lado equivocado, Alberto Fernández también se refirió, hace unos días, a la situación de los derechos humanos en Venezuela y señaló que ese “problema” estaba “desapareciendo” en ese país, que vive desde hace años una grave crisis humanitaria, política y social sin precedentes bajo la dictadura de Nicolás Maduro fundada por otro socio "estratégico" del kirchnerismo, Hugo Chávez.
¿De qué lado del mundo queremos estar, cuando el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, en su informe de gestión ante el Senado tuvo la caradurez de decirle a la oposición que debería "rendir cuentas"? Evidentemente, desde el oficialismo viven otra realidad, que no es la misma que vivimos los ciudadanos comunes. Pero no conforme con semejante burrada, lanzó: “En ningún país del mundo hay inversiones porque se bajen los impuestos. Las inversiones van donde hay demanda. En ningún país del mundo hay inversiones porque haya flexibilización laboral o donde haya una aversión al medioambiente”.
Todos estos delirios e incongruencias no quedan acá. Todo esto lo ve el mundo entero, lo que nos pone en una situación lamentable. Nos convierte en un país impredecible, inviable, un país fuera del mundo, carente de toda credibilidad.
Pero si hablamos de credibilidad, ¿qué credibilidad puede tener un gobierno cuyo Presidente quiere echar a un subsecretario, un funcionario de cuarta categoría, y un gobierno provincial se lo impide, le marca la cancha y además le impone las medidas sanitarias y económicas?
¿De qué lado del mundo queremos estar? decididamente, mientras nuestro país siga gobernado por Cristina Fernández, que es la que realmente gobierna, estaremos de este lado del mundo, del lado equivocado, en "un lugar sin leyes".
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