Vamos a suponer, por unos minutos, que las palabras que dijo el presidente Alberto Fernández sobre que “los argentinos venimos de los barcos” eran ciertas, y no una humorada que circuló entre grandes escritores.
Esa “verdad” ¿en qué cambia la relación que Argentina quiere construir con España en particular, con la Unión Europea, en su conjunto, y su vinculación comercial y financiera con el resto del mundo?
La idea de que somos hijos de inmigrantes y que, por alguna mágica razón, eso nos acerca a italianos y españoles es algo que hace décadas que no existe. Es la idealización de que “algo nos deben” por haber cobijado a miles de personas que debieron dejar sus hogares para tener un futuro mejor, – y que lo encontraron – en un país que fue próspero para ellos y sus hijos.
Pero eso se terminó en los 50’, con los últimos resabios de la inmigración post Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo, Franco Macri, y el país próspero se detuvo luego de “La Crisis del petróleo” a comienzos de los 70’ y la falta de reacomodamiento de Argentina en el escenario económico mundial.
Vale aquí una aclaración. Si bien el error de Fernández fue grosero, no es menos cierto que esta idea, también se extiende a otros actores políticos, como el propio Mauricio Macri, quien consideró que el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea debería ser fácil por nuestra descendencia europea.
La verdad es que el Presidente de España, Alberto Sánchez, vino a Argentina como parte de una gira que también lo llevó a Costa Rica, acompañado por un centenar de empresarios que buscaban hacer negocios.
Una sola jornada estuvo Sánchez en Buenos Aires donde firmó acuerdo para intercambiar documentos reservados sobre la última Dictadura argentina, y participar en actos por la vigencia de los Derechos Humanos.
No hubo un solo anuncio de acercamiento económico. Ni los bancos Santander, y BBVA, ni las compañías de gas que operan en el país, ni Telefónica, solo para nombrar algunas de las más conocidas, hicieron un anuncio de “poner un peso más” en Argentina.
Los ministros que acompañaron al mandatario español pidieron que “se normalice” la posibilidad para que esas empresas giren sus dividendos al exterior (si es que obtienen alguno), y Sánchez brindó el ya tradicional “apoyo” en las negociaciones que Argentina lleva adelante para financiar los US$ 2.4000 millones que le adeuda al Club de París, y los US$ 45.000 millones al Fondo Monetario Internacional.
Sánchez no vino a ver a sus parientes lejanos, o a preocuparse por la suerte del Centro Gallego. Vino para hacer negocios, y nuevos, no hubo ninguno.