Corría julio de 1982, y también el frío calaba
los huesos en Capital Federal. Pero lo peor de todo era el frío en el alma, que
comenzó el 14 de junio de 1982 en Puerto Argentino, denominado a partir de ese
día nuevamente Port Stanley. En un aula del colegio La Salle, el profesor
Fernando Hernández narraba su experiencia como operador de radar en Comodoro
Rivadavia, cuando el 29 de mayo de 1982, gracias a los buenos oficios de la
inteligencia soviética, se pudo detectar al portaviones Hms Invincible.
Luego de una pausa, uno de los alumnos quiso evacuar una duda que le carcomía la
existencia: “-Profesor, ¿la historia se repite?”. La respuesta,
contundente e ingeniosa, tuvo el efecto similar al Exocet que impactó a la
mencionada nave un día después de ser avistada: “Sí, m’hijo, cuando los
boludos no la leen”. Una carcajada general hizo el resto.
Seguramente la ahora ex ministra de Economía no
conoce este relato ni de oídas, pero seguramente le calza como un guante porque
la frase ingeniosa también es una postal de los últimos 50 años de política
vernácula. No es la primera vez, ni desgraciadamente será la última, que un
titular de Hacienda se tiene que autoeyectar a causa de un desaguisado imposible
de tapar. “'Me mandé una cagada', Abatida, confundida, la ministra
confesó con estas duras palabras a fines de la semana pasada ante sus
colaboradores íntimos que su maneja del episodio en el que se encontró una bolsa
con dinero en el baño de su despacho, había sellado su suerte en el proyecto
político que con tanto ahínco defendió en los últimos años”, puntualiza
Martín Kanenguiser en la edición de La Nación del martes 17. La posterior
defección de la misma, constituyó un nuevo torperdazo en la línea de flotación
de la alicaída nave oficialista. Mucho peor que el triple batacazo electoral de
junio, pues esto lo deja contra las cuerdas justo un par de días antes de la
presentación de la candidatura de la Primera Ciudadana en el Teatro
Argentino de La Plata. Unas pocas horas después, el siempre listo Alberto
Fernández salía en cámara a anunciar que ya tenía reemplazante, el ex secretario
de Industria Miguel Peirano, un pingüinito de primera ola de 40 años. Se lo vio
asintiendo en una reunión junto a De Vido y el presidente Kirchner, casi vestido
como él con una corbata celeste, en Casa Rosada bajo los flashes. Para los
reporteros de TN este detalle de su indumentaria no pasó desapercibido,
pues ilustra hasta que punto quién realmente maneja los destinos económicos y
financieros de la Nación. ¡Con seguridad! el aún inquilino de
Balcarce 50 es quien decide, pone, saca y ordena por decreto esfumar de un
plumazo la inflación.
Para el mencionado Fernández, Peirano es un
“productivista e industrialista”, y según la nota aludida arriba, “su
compromiso ahora es con el presidente Néstor Kirchner, a quien admira, respeta y
defiende”. O sea, que el edifico ése tan bonito, con mármoles acribillados
por la metralla del 16 de junio de 1955, ubicado en la calle Hipólito Yrigoyen,
nuevamente está a cargo de un clon del Ejecutivo. Lo fue también Miceli,
entronizada gracias a la repulsa que le profesaba Cristina al entonces ministro
Roberto Lavagna.
Piloto automático
Desde hace décadas la frase que ilustra este
subtítulo, es utilizada hasta el cansancio por economistas, funcionarios,
periodistas, especializados o simples transeúntes para
intentar definir algo difícil de comprender, que la hacienda básicamente se
asemeja a un avión conducido sólo por sus mandos electrónicos. Esa prescindencia
del elemento humano, puede acarrear necesariamente dos cosas. Una, que la
aeronave pueda capear la situación anómala sin novedad, o la segunda, que
irremediablemente se estrelle en el inframundo. Con ese tenor, se ha dicho que
la situación económica actual está así hasta las elecciones del 28 de octubre. O
sea, en stand by a la espera de la victoria de la mujer del mandatario
santacruceño. Tamaña ingenuidad, sólo se condice con una administración que
intervino el INDEC porque no le gusta que suban los precios. La manipulación
constante de la realidad, si no le cuesta caro a Kirchner, puede estallarle en
la cara a su mujer si eventualmente resulta vencedora el domingo 28 de octubre.
Porque como no hay mal que dure cien años, tampoco una mentira puede perdurar
por siempre sin devorarse a sus principales detentadores. Con la profecía de
Bergoglio sobre sus cabezas, no se sabe a ciencia cierta qué es lo que harán de
ahora en más, con una población en vilo y hastiada de tantos manejos
descabellados, al borde de un precipicio que crece cotidianamente.
Fernando Paolella