En el marco del Día de la Cultura Nacional, desde El Auditor.info dialogamos con referentes del área sobre la situación actual y cómo impactaron las medidas para evitar los contagios de COVID-19. Según el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), si bien se registraron pérdidas en muchos ámbitos, hubo aumentos en los consumos digitales y readaptaciones de espacios artísticos. ¿Qué pasó en el campo editorial?
La cultura fue una de las áreas más afectadas por la pandemia. La concurrencia a cines, teatros y espectáculos musicales cayó casi un 80% el año pasado, según datos de el SInCA. Esto significó pérdidas de empleos y salas cerradas, golpeando sobre todo a trabajadores independientes. “La pandemia va a marcar un salto muy grande en las estadísticas, donde se ve claramente a las prácticas culturales totalmente atravesadas por los consumos digitales. Algo que se viene dando hace años pero que se aceleró por el contexto”, agregó Mariana Kunst, coordinadora del SInCA.
En este sentido, Kunst enumeró que el crecimiento del consumo de productos digitales se reflejó en casos como "el de CINEAR que experimentó un 80% más de usuarios, subieron un 82% las horas vistas y crecieron, además, las inscripciones en plataformas de música o videos. Lo mismo pasó con los títulos de libros en formato digital”.
El crecimiento de los libros digitales
En el rubro editorial, siguiendo los resultados del SInCa, la cantidad total de títulos editados en formato físico y digital verificó un incremento del 1,2%: pasó de 27.371 títulos en 2019 a 27.694 en 2020. Si bien la cantidad de ediciones en soporte físico cayó un 18%, la suba se explica por el crecimiento del soporte digital que fue de un 36% con respecto a los títulos editados en 2019.
Según la Cámara Argentina del Libro (CAL), la producción editorial en 2020 acumuló un descenso de 60 puntos porcentuales respecto a 2016. La cuarentena, el aumento de tiendas virtuales y la lectura online aceleraron el proceso de digitalización. “El 35% de los libros electrónicos publicados el año pasado tenían previamente una versión en papel. Solo el 5% fueron 'nativos digitales', ediciones concebidas exclusivamente en formato digital”, aseguraron desde la CAL.
“El sector se achicó. Ya habíamos llegado a la pandemia en muy malas condiciones. Después de un año y seis meses vemos que afectó principalmente al eslabón más débil que son las librerías. En estos últimos meses cerraron algunas muy emblemáticas de Buenos Aires: una sucursal de Hernández, la librería Waldhuter, la Librería de las Luces. Lo mismo se repitió en otros lugares del país”, expresó Martín Gremmelspacher, presidente de la CAL.
Reorganizarse para enfrentar la crisis
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es conocida a nivel internacional por su cantidad y variedad de negocios dedicados a la venta de libros. Se calcula que es la ciudad con más librerías por habitante. Según el mapa de librerías de la Fundación del Libro, para 2017 había 1.598 librerías en todo el país, de las cuales el 38% estaban ubicadas en Capital Federal. Con la cuarentena, y la imposibilidad de que los lectores recorran los espacios en busca de textos, los comerciantes debieron repensar su forma de vender y de trabajar.
“Cerraron muchas librerías pero también vimos surgir librerías virtuales. En nuestro caso, la pandemia nos obligó a reorganizarnos. Nos dimos cuenta del potencial que tienen las redes y la obligatoriedad de contar con un canal virtual", indicó Damián Cabeza de La Libre, ubicada en el barrio de San Telmo. Según una encuesta realizada por la CAL, en 2020 el comercio electrónico pasó a representar casi un 40% de la facturación de las librerías, lo que significa una suba de un 144% respecto de las operaciones electrónicas de 2019.
Las librerías que debieron volcarse a la venta virtual fueron más del 30% de las encuestadas por la CAL en 2020. "Tuvimos que montar nuestros libros en una tienda digital. Apostamos mucho al movimiento de las redes sociales y ofrecemos delivery para acercar los libros a las casas de los lectores”, explicó Cabeza. Cuando se registraron las mayores restricciones a la circulación, el librero aseguró que las ventas online representaron el 80% de las ventas.
Un camino hacia la "bibliodiversidad"
Con aproximadamente 400 editoriales registradas y en funcionamiento, el país, y sobre todo Buenos Aires, se caracteriza por su efervescencia editorial. "En momentos de crisis hay una fuerza increíble y admirable. Es una resistencia muy fuerte que hace a la proliferación de la cultura. Se ve una búsqueda por diversificar el libro, lo que ayuda a la bibliodiversidad. El libro es el soporte más simple para la distribución de ideas, de cultura. Es una pena que sea cada vez más caro, tenemos que seguir pensando formas de acceso más baratas y universales”, indicó el representante de La Libre.
Esta misma filosofía es la que sostienen desde hace años los integrantes de la editorial Tinta Limón. “Pensamos tener ebooks, pero no encontramos un esquema que convergiera con nuestra política de dejar los pdf para la libre descarga”, aseveró Andrés Bracony, miembro de la editorial. El objetivo, según explicó, “es permitir que las ideas circulen y que la capacidad de compra no sea un límite. Además, nos permite llegar a lugares donde no tenemos distribución. Mover ideas que transforman realidades”.
Repensar el oficio
La tarea editorial también se vio transformada. “Después de un primer momento de susto, hubo una reconversión. Las librerías comenzaron a subir sus catálogos a Mercado Libre y a sus propios sitios. Y las editoriales hicieron lo mismo. En ese sentido me parece que hubo una pulverización del libro que sirvió. Nosotros seguimos produciendo luego de sortear las dificultades organizativas. Mantuvimos el plan de edición, incluso creo que producimos un poco más”, enunció Bracony.
Ante la posibilidad de regresar a una “normalidad”, las librerías, editoriales y escritores anhelan una edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que por segundo año consecutivo no se realizó. “Es algo que nos encantaría recuperar. Hace la diferencia en cuanto a la sociabilidad, el encuentro con colegas, con lectores. Va a ser difícil volver a lo que era antes, toda esta situación arma un piso para lo virtual, y nos deja más digitalizados que antes”, comentó Bracony.
La escritura y una reclusión obligatoria
Ariana Harwicz es escritora y el Covid-19 afectó su profesión. “Yo tenía una vida solitaria para escribir, lo más reclusa posible para darle a la escritura la mayor cantidad de vida posible y esa ecuación funcionaba perfecto sin la pandemia. Cuando la norma fue que todos teníamos que recluirnos, la escritura se vio afectadísima, porque entonces la reclusión era por motivos sanitarios y ya no artísticos”, afirmó.
“El lugar siempre es la escritura”, sostuvo Harwicz. Para la autora, escribir y leer es un proceso continuo, dialéctico, participativo, hermanado. "De la lectura surge la escritura, no se puede pensar en escribir sin que la escritura tenga que ver con la lectura”, insiste. Y esa dinámica se repite en casi todas las áreas de la cultura.
En este momento Harwicz se encuentra trabajando en las adaptaciones teatrales y cinematográficas de dos de sus títulos: Precoz y La débil mental. Este intercambio y cruce entre distintas expresiones es el que ansían recuperar los artistas. “La pandemia es un gran diccionario léxico en términos literarios: pandemia, confinamiento, segunda dosis, burbujas. Lo que pasó me deja la idea de que hay que reforzar y extremar la hipótesis de tener una vida emancipada, como un acto de resistencia”, concluyó Harwicz.
Mientras los números indican caídas y readaptaciones digitales, el arte se sostiene a fuerza de voluntad y los trabajadores de la cultura esperan pronto poder recuperar la normalidad para retomar aquellos proyectos y sueños detenidos.
Creo que hay muchísimos errores de información. Si yo fuera Ud. no confiaría en sus fuentes. La industria editorial en este tiempo de pantemia ha mejorado como lo ha estado haciendo en los últimos 7 / 8 años, y muy a pesar de la digitalización. Saludos