Preguntas y más preguntas: ¿El mundo intelectivo o espiritual, entraría ya en escena a través de los animales inferiores? ¿Lo haría al penetrar débilmente en sus cerebros para aumentar en claridad a través de las distintas gradaciones evolutivas hasta llegar a los animales superiores para adquirir su más alto exponente en el hombre? ¿Es posible que ese supuesto mundo del espíritu se encuentre separado de los seres vivientes, quizás escondido, tras las bambalinas de la naturaleza? ¿Es posible que sea intuido por el hombre en su mayor claridad?
¿O finalmente todo ese supuesto mundo del entendimiento es una exclusiva creación de la mente humana, una lucubración cerebral acerca de algo inexistente en la realidad exterior a la mente?
Un dios o dioses espirituales; ángeles buenos; ángeles malos; almas humanas sobrevivientes al cuerpo mortal, ¿tienen posibilidades de existir?
En base a mis conocimientos científicos, presumo que no.
Sin embargo, es fácil admitir la existencia de mundos paralelos o entretejidos con el nuestro, coexistentes con éste que captan nuestros sentidos. Podemos sugerir la existencia de mundos vedados a nuestra percepción sensorial, tan solo intuidos en virtud de ciertas señales halladas a dos puntas, en el campo astronómico y en el campo microfísico.
¿Por qué no admitir entonces que alguno de esos mundos paralelos o entretejidos con el nuestro visible, audible y palpable, se trate precisamente de un mundo espiritual?
¿Por qué no aceptar entonces la idea que los antropólogos han captado al estudiar a los más diversos pueblos primitivos del planeta?
Todo primitivo "sabe" que se halla rodeado de espíritus. Espíritus que moran en los objetos inanimados, en los animales, o espíritus libres.
Este es el mundo común del animismo de los primitivos.
También es el mundo de los creyentes actuales. Los demonios, o "El" demonio, pueden estar por doquier. Las almas sobrevivientes al cuerpo pueden hallarse en el Paraíso, en el Purgatorio, en el Infierno, o errantes por el mundo. Un dios espiritual puede impregnarlo todo (el panteísmo nos lo enseña así). Varios dioses, o los santos ubicados fuera del tiempo y de toda materia, pueden estar pendientes de cada acontecimiento que acaece a la criatura humana durante su vida terrena. Pueden intervenir si se los invoca o mantenerse indiferentes ante la ausencia de plegarias. Pueden torcer el destino, influir en los acontecimientos, apartar los males, otorgar dicha y felicidad a quienes son sus adeptos. Poseen facultades para suspender las leyes físicas, burlarse de las rigurosas experiencias científicas modificando los efectos calculados en base a causas conocidas; pueden hacer aparecer o desaparecer objetos y seres vivientes, así como los males físicos, "espirituales", etc. En pocas palabras, poseen el iluso poder de transformar el mundo físico, matemático, calculable mecánicamente, resistente e implacable, ¡en un mundo mágico, plástico, manejable, dominable!
¿Es posible todo esto?
Según algunos sí, porque creen que a ellos les ocurre. Otros lo niegan rotundamente porque su mundo siempre se les resiste en muchísimos casos.
¿Los primeros viven de ilusiones en un mundo puramente subjetivo y son víctimas de las falsas apariencias? ¿Son los otros quienes se hallan en la realidad?
Vayamos por partes.
Si fuera cierta la existencia de los seres puramente espirituales y sus influencias en el mundo físico, desde ya que todos los laboratorios experimentales del mundo serían los primeros receptores de todo fenómeno extranormal o paranormal, y sin embargo ¡no lo son!
Paradójicamente, la inmensa mayoría de los que aseguran haber sido testigos, beneficiarios o víctimas de fenómenos extranormales o paranormales, no son investigadores, sino personas legas en temas científicos y más generalmente pertenecientes al vulgo o al deleznable oportunismo de embaucar a la gente con propósitos de lucro.
Los "milagros", por ejemplo, han decrecido en la medida en que ha avanzado nuestra civilización, igualmente los santos y las apariciones milagrosas y espectrales.
Por otra parte, por más esfuerzos que se realicen, no existe forma de experimentar supuestas pruebas de la existencia de lo espiritual. Ello escapa totalmente a la Ciencia Experimental, y queda tan solo recluido en el campo "creencial" y en el ámbito subjetivo.
Sabemos que ningún laboratorio físico del mundo, tiene la posibilidad de detectar influencia alguna de supuestos poderes emanados del mundo del espíritu por más bien equipado que se hallare para ello. Toda experiencia montada para obtener resultados naturales calculados con precisión, produce tales resultados previstos bajo idénticas circunstancias, aunque las pruebas sean repetidas "millones de veces". Si lo paranormal y extrafísico fuese realidad, entonces no podrían funcionar los relojes de precisión, ni los automóviles, ni los aviones... Todo el mundo de la tecnología se hallaría confundido, trabado, desconcertado, y los científicos al verse a menudo frente a las fallas ilógicas de los mecanismos y reacciones químicas, tiempo ha hubiesen optado por renegar de la ciencia, cerrar todas las universidades del orbe y confiarse tan sólo a la oración, los mediums, la clarividencia, la telepatía y todo lo que hace al dominio del mundo por medio de poderes supranaturales.
Finalmente, para rematarlo todo, habría que destruir todos los libros de ciencia por contener tan sólo experiencias relativas a una versión del mundo inconsistente, que puede ser afectada por poderes de "otra dimensión", la del espíritu y por ende jamás confiable.
La medicina, la física, la química, la ingeniería y otras ciencias estarían de más. De la combinación del cloro con el sodio en un laboratorio químico, por ejemplo, podría resultar a veces cloruro de plata en lugar de cloruro de sodio (sal común de nuestras mesas), y de la aplicación de la ley de la palanca en una máquina podría salir un "monstruo mecánico" capaz de reducir al absurdo todas las leyes de la física. Puentes y diques construidos con materiales calculados al detalle para la resistencia, cederían. Lo mismo los grandes edificios.
Cundiría la desconfianza total. Todo fallaría en el mundo, incluso la mecánica celeste y toda la tecnología humana aplicada sería imposible.
Si opino que pueden existir mundos paralelos al nuestro sensible, o entrelazados con él, ello no significa que estos otros mundos intervengan en el nuestro, aunque los suponga simples, sin composición alguna, como se concibe lo espiritual que brilla por su ausencia frente a la ciencia experimental (pura fantasía).
Por todo lo antedicho no podemos tener la certeza absoluta de la existencia del espíritu por no haber modo experimental alguno para comprobarlo.
En cambio el fiel de la balanza se inclina hacia la persuasión de que todo lo relativo al "espíritu", no es otra cosa que una pura lucubración de la mente humana.
A esta conclusión nos lleva también el siguiente razonamiento:
¿Quienes concibieron con mayor riqueza el mundo espiritual? ¡Fueron precisamente los pueblos más atrasados sumidos en e l animismo.
A medida que la Humanidad se civilizaba, disminuían en número ¡los espíritus pobladores del mundo!
Pero sin embargo, el monoteísmo no es el último reducto.
El hombre común aún acepta a sus santos preferidos para orarles a fin de que influyan de algún modo para torcer favorablemente los acontecimientos. Ellos, los santos, representan a los antiguos dioses menores del politeísmo.
No obstante, este fenómeno continúa subsistiendo en las capas populares en donde se manifiesta con mayor intensidad. No tanto en las capas más ilustradas.
Esto indica a las claras que la idea de lo espiritual, es una brillante salida provisional de la mente humana ante lo desconocido. La idea de espíritu, nace de la pura ignorancia de la física nuclear.
El día en que se conozca a ciencia cierta cómo actúan los elementos subnucleares tales como los quarks y los "gluones" y otras entidades a descubrir, entonces se develarán muchos intrigantes misterios como la vida, la influencia del código genético en el desarrollo embrionario y el ultracomplejo mecanismo de nuestro pensamiento.
En ese entonces, ya no será necesario echar mano de la idea simplista acerca de un ente denominado espíritu, con el fin de explicar cómo pensamos, cómo razonamos, cómo recordamos y cómo se forman nuestras ideas, el amor, los pensamientos sublimes, los sentimientos y... ¡todo nuestro psiquismo!