Mascotas perdidas
Las sirenas fueron una especialidad de Phineas T. Barnum.
Exhibió varios especímenes .embalsamados en el curso de los años, junto a
prodigios tales como el Gigante de Cardiff petrificado y Joice Heth, la niñera
de George Washington que tenía 161 años.* Las sirenas de Barnum, como las
exhibidas en Europa, eran fabricadas por pescadores japoneses. Pero en 1858 por
lo menos un taxidermista inglés había aprendido la técnica de coser medio mono a
media merluza.
Los naturalistas nos han obligado paulatinamente a canjear
nuestras bestias fabulosas por sustitutos decepcionantes. Por el elegante
unicornio recibimos al gordinflón rinoceronte; por el dragón, un cocodrilo
chino; por la hidra de cien cabezas, un pulpo. El roe que Simbad vio llevando
elefantes adultos resulta ser un mero primo extinto del avestruz, grandote pero
incapaz de volar; el fénix, una garza púrpura. Y para colmo la sirena ha
degenerado en vaca marina. Con razón tantos de nosotros necesitamos Disneylandia.
Desde luego hay ciertas eminencias entre los prodigios
animales que aún no han sido capturadas por los naturalistas...
Mucho lago y poco monstruo
El monstruo de Loch Ness salió a la superficie en 1933. Un
circo y una sociedad zoológica ofrecieron recompensas por su captura, trazando
así las verdaderas líneas de batalla. Aldous Huxley, entre otros, opinó
públicamente que era real, y todos los argumentos que durante siglos habían
rodeado a las serpientes marinas fueron transferidos a este nuevo ejemplo. ¿Era
la criatura un gran reptil marino sobreviviente del mesozoico? ¿Era una anguila
gigante de una variedad hasta entonces desconocida? ¿Podía ser un ejemplar vivo
de la especie de ballenas extinguidas Zeuglodon, alias Basilosaurus ? Sólo la
prensa sensacionalista lo sabía con certeza.
Una expedición de periodistas no tardó en localizar huellas
en la costa, dejadas por algún gigantesco cenicero de pie. Los visitantes
empezaron a ver al monstruo regularmente, en formas tan variables como las de
los masarcianos. Con más frecuencia, se manifestaba como una o más
jorobas oscuras flotando en la superficie del lago.
"El número [de jorobas] iba de uno a ocho, y los testigos
convenían en que tenían que pertenecer a un animal grande que se desplazaba casi
sobre la superficie del agua".(1)
(Esto parece emparentado con el proceso ufológico mediante el
cual una serie de luces - fragmentos de la nave espacial rusa Zond IV
incinerándose en la atmósfera- es asociada a gusto del observador:
Incluso puede ver una forma oscura y alargada que las asocia
de tal manera que se transforman en luces de un objeto con forma de cigarro, o
incluso ventanillas de un objeta con forma de cigarro.(2)
Probablemente un proceso gestáltico similar posibilitó a los
ufólogos antiguos ver dioses en las constelaciones.)
Un análisis exhaustivo de los informes ocupó el año siguiente
en la vida de Rupert T. Gould, un oficial naval retirado. Su libro El
monstruo de Loch Ness apareció en 1934.(3) El comandante Gould ha sido
descrito en otra parte como "una autoridad en temas tan diversos como la
evolución de la máquina de escribir, el movimiento perpetuo, la transmutación de
los metales, los canales de Marte y el truco de la soga india". Aplicó al
monstruo esta formidable batería de especialidades y sacó buen partido de ella.
Su libro ofrece cincuenta y un informes, varios bocetos y
fotografías, un mapa del lago donde se indican todas las apariciones y una
tabulación integral de todos los informes para determinar sus factores comunes.
Estos factores comunes, ay, eran sólo jorobas oscuras
flotando en la superficie del loch, elusivas como los canales de Marte. La
evidencia del comandante Gould sobre la existencia del monstruo descansa en
definitiva en tres puntos:
1. Una gran cantidad de personas declaró haber visto jorobas
en la superficie.
2. Unas pocas declararon haber visto más detalles del
monstruo o haberlo visto en tierra firme.
3. Una persona declaró haberlo fotografiado.
De 51 testimonios, 47 datan del 4 de abril de 1933 al 1° de
mayo de 1934. Los otros cuatro, desperdigados en la década anterior, fueron
"recordados" repentinamente después que cundió la chifladura. Esto parece
indicar que ese año había monstruo encerrado. Aunque han habido cientos, quizá
miles de testimonios en los cuarenta años transcurridos desde entonces, Loch
Ness nunca ha visto un período tan breve e intenso de testimonios consistentes.
Un monstruo se vio dos veces en tierra firme. Una vez
atravesó la carretera en pleno día frente al coche del matrimonio Spicer:
"Tenía un cuerpo gruesa sin patas visibles, y un pescuezo
largo que ondulaba hacia arriba y hacia abajo. |...| El color del cuerpo era
gris, como un elefante sucio o un rinoceronte, y se movía a sacudones".(4)
Seis meses después. A. Grant tuvo una experiencia similar,
mientras viajaba en su motocicleta (en la misma carretera, que circunda el
lago). Aunque esta vez era de noche, Grant distinguió claramente otras
características de la bestia. La cabeza era
"como de anguila, con ojos grandes cerca de la coronilla.
También observó que el animal tenía fuertes aletas frontales y cola redondeada.
Era negro, de unos seis metros de longitud, y se movía arqueando el lomo frontal
y las aletas traseras alternativamente".(5)
Ambas descripciones, aun sin considerar los trucos de la
percepción y la memoria, son aplicables a una sola criatura no mítica, a saber,
una foca grande. Esto lo ha sugerido Richard Carrington, quien cree que la foca
entró en el lago una primavera, nadando por el río Ness, se quedó hasta la
primavera siguiente, y se fue por el Firth de Beauly. El frontispicio del libro
del comandante Gould es la foto más nítida y más famosa que existe del monstruo.
Muestra una silueta emergiendo del agua, que podría ser la cabeza de un saurio,
la cabeza de un ganso, o casi cualquier cosa. Fue "tomada en Invermoriston por
el señor R.K.Wilson, FRCS, el 1° de abril de 1934, a una distancia de 150-200
metros". Veintitrés años más tarde apareció otra foto tomada por el señor Wilson
el mismo día. Las dos figuran como frontispicio de Más que una leyenda, de
Constance Whyte, 1957. Se dice que la nueva foto se tomó "inmediatamente
después" que la primera, y que "muestra al monstruo sumergiéndose". También
parece mostrar la superficie del lago entero encogiéndose, pues todas las olas
se han reducido. O bien el señor Wilson retrocedió un poco o bien cambió de
lente. Whyte cuenta toda la historia de la fotografía asegurándonos que tanto el
doctor que la tomó como el químico que la reveló eran personas muy
confiables.(6)
En 1961 Tim Dinsdale, ARAeS, había encontrado nuevas pruebas
del monstruo en la primera fotografía:
"Mirando la foto a medio metro de distancia, hay dos clases
de ondas en la superficie. Las líneas paralelas de las ondas creadas por el
viento [...] y un gran círculo de ondas concéntricas causadas por la
perturbación central, el pescuezo. A primera vista esto es todo lo que puede
verse, pero mirando de nuevo es posible distinguir un segundo círculo de ondas
más pequeñas causadas por algún disturbio en la parte trasera del pescuezo".(7)
Siempre y cuando sea un pescuezo. Para Dinsdale esta segunda
onda, que yo no veo en absoluto, es evidencia de que el "pescuezo" tiene un
cuerpo bajo la superficie. Desde luego, los mismos argumentos son válidos ya se
trate de un monstruo, el brazo de un nadador, un árbol hundido con una rama
sobresaliendo, o el cuerno de un unicornio. A fin de cuentas todo lo que nos
dejan Gould, Whyte y Dinsdale es una mala foto que podría ser cualquier cosa,
tomada el Día de los Inocentes en el apogeo de la fiebre del monstruo.
Desde 1934, el monstruo fue baleado, perseguido en botes,
buscado en submarino y detectado en sonar. Pero los observadores más convencidos
son los que tienen menos experiencia en la observación de fenómenos naturales:
visitantes de fin de semana que, a fuerza de buscarla, encuentran una
curiosidad. Generalmente tienen una idea mucho más cabal de cómo debería ser un
monstruo marino que de cómo es un ave acuática.
La foca de Carrington parece una explicación probable. Otras
explicaciones tropiezan con una serie de preguntas sin respuesta. Si la criatura
fuera una descomunal especie de mamífero o reptil no descubierta, y presumiendo
que todavía viva allí, tiene que haber emergido para respirar entre 50.000 y
500.000 veces. Cientos de zoólogos y miles de fotógrafos han pasado días y
semanas buscándola. Sin embargo no se obtuvo ninguna fotografía nítida ni
ninguna identificación positiva.
La posibilidad de que existan monstruos marinos es ,por
cierto mucho mayor. Sin duda los océanos del mundo son lo suficientemente
amplios y ricos en vida como para albergar tales criaturas, que podrían ser
reptiles o especies serpentinas de ballena que se han dado por extinguidas. Una
gran cantidad de serpientes marinas o monstruos marinos han aparecido en las
costas, pero inevitablemente resultan ser ballenas parcialmente descompuestas (o
parcialmente devoradas), cuyo espinazo decapitado, sobresaliendo de una masa de
carne, se asemeja a un cuello largo y serpentino. Gould mostró una fotografía de
una de éstas en su libro en 1934, y la última se encontró en una costa de Nueva
Inglaterra hace pocos meses.**
Exterminio de roedores
Uno de los mitos menudos e infundados relacionados con
animales que aún goza de popularidad es el "impulso suicida" de los lemmings. Se
supone que periódicamente los pequeños roedores emprenden una taciturna marcha
de las tierras altas de Noruega y Suecia, donde viven, hasta el mar, al cual se
arrojan. La mejor fuente de esta noción es la Encyclopaedia Britannica, undécima
edición, que enfatiza la inexorabilidad del asunto.
Los lemmings
"avanzan firme y lentamente. [...] Ninguno regresa, y la
marcha obstinada de los sobrevivientes nunca cesa hasta que llegan al mar, en el
cual se hunden y ahogan".(8)
Damon Knight, todavía a la pesca de datos forteanos, se
pregunta de dónde sale la siguiente oleada de lemmings,
"Con el objeto de explicar la supervivencia continua de los
lemmings, debemos suponer o bien que algunos se vuelven a último momento, un
hecho que nunca se ha observado, o bien que algunos lemmings de las tierras
altas no intervienen en la migración masiva. Si lo último es verdad,
supondríamos que el instinto migratorio habría sido eliminado de la raza hace
tiempo".(9)
Infiere alguna clase de creación especial, o bien lluvias
forteanas de roedores (que no se han "observado" desde 1578). Pero toda esta
mistificación depende de las palabras "instinto migratorio". No existe ninguna
evidencia de que estas migraciones sean instintivas. Bergen Evans las explica
como:
"un mero apiñamiento en las llanuras costeras de un sobrante
de individuos criados periódicamente en las colinas. Es un movimiento irregular
de individuos y a menudo lleva anos. Las criaturas pueden remontar arroyos
pequeños, y es posible que algunas lleguen al océano, se alejen demasiado para
poder regresar nadando, y se ahoguen".(10)
Los experimentos con ratas han mostrado que el exceso de
población puede inducir una conducta psicótica, de modo que hay posibilidades de
que los lemmings pierdan la chaveta periódicamente. Pero parece igualmente
probable que migren en busca de alimentos, nuevos lugares donde anidar, o
simplemente para huir de la multitud. Ningún científico serio ha sugerido, en
las últimas ediciones de la Encyclopaedia Britannica, que los lemmings posean
una poderosa Voluntad de Muerte.
Evolución
En 1970 el estado de Tennessee concedió al fin que la
evolución podía mencionarse en las aulas sin que ello implicara necesariamente
la corrupción de los educandos. Desde luego la evolución, como la revista
fundamentalista The Plain Truth (La sencilla verdad) recuerda
constantemente a sus lectores, es sólo una teoría.
Es cierto, pero la evidencia que respalda esta teoría en
especial es abrumadora. Hasta ahora es la explicación más simple, y no sólo
cuadra con los hechos sino que puede verificarse. Más aún, explica muchas cosas
que la alternativa restante -Dios extrayendo a Adán del lodo- no explica.
The Plain Truth publica sin embargo un caudal
incesante de artículos y panfletos explicando que la evolución no funciona. Un
argumento se concentra en los "fósiles vivientes", criaturas como el celacanto,
un pez que sustan-cialmente no ha cambiado en setenta millones de años. Los
biólogos pueden explicar que la evolución procede con ritmo diferente en
diferentes especies, según las presiones evolutivas y las oportunidades
accesibles en el medio ambiente, pero no hay caso. Los fundamentalistas saben la
sencilla verdad: nada evoluciona nunca.
Un segundo abordaje consiste en pedir a los evolucionistas
que expliquen exactamente cómo llegó cada criatura a su estado actual, dotada
con mecanismos tan complicados como ojos, garras, aletas, etc., que se adecúan
tan perfectamente a su vida actual. Si un elefante necesitaba una trompa para
sobrevivir, reza el argumento, ¿cómo sobrevivió el tiempo suficiente para
desarrollar una trompa? Lamentablemente este argumento simplifica tanto las
explicaciones evolucionistas que las reduce a la imbecilidad. Los evolucionistas
podrían, si los apremiaran, pintar todo un escenario de mutaciones razonables,
algunas "documentadas" por fósiles, especies intermedias vivientes o el
desarrollo embrionario, para explicar una característica como la trompa del
elefante. Sin embargo, en general evitan esas especulaciones a menos que haya
abundante "documentación", tal como en general los historiadores evitan
especular sobre si Alejandro Magno tenía caspa. Lo cierto es que los animales
que no se adaptan a un medio ambiente cambiante perecen. Y si se adaptan tienen
que transformarse en animales diferentes.
En "¡Se ríen de la evolución como caballos!", Paul Kroll cree
la sencilla verdad de demostrar que los caballos siempre han sido idénticos a
Trigger y Black Beauty, y nunca se parecieron ni remotamente a Eohippus. He aquí
su método:
"El científico Theodosius Dobzhansky afirma sin titubeos:
"Muchos libros de texto y manuales populares de biología representan la
evolución de la familia del caballo como si empezara con el Eohippus y
progresara en línea directa hacia el moderno Equus [...] de acuerdo con Simpson,
esta simplificación equivale en verdad a una FALSIFICACIÓN" (Theodosius
Dobzhansky, Evolution, Gene-tics and Man. p. 302). ¿Han visto eso? He aquí un
científico eminente citando a otro científico eminente".(11)
Sin embargo, la eminencia de ambos no se nota en citas
mutiladas. Después de la palabra "Equus", en el original se lee:
"Este progreso evolutivo presuntamente implicó que los
animales crecieran más y más, mientras sus pies perdían dedo tras dedo, hasta
que sólo les quedó un casco. De acuerdo con Simpson, esta simplificación
equivale en verdad a una falsificación. En realidad las cosas ocurrieron de un
modo más complejo, pero más significativo".(12)
Dobzhansky pasa luego a describir la evolución del caballo
desde Eohippus, enfati-zando el importante cambio de un animal rumiante a un
animal no rumiante. Al pre-' tender que los científicos rechazan absolutamente
la evolución Eohippus-Equus, Kroll mismo incurre en una pequeña FALSIFICACIÓN.
O, de lo contrario, en su afán por acusar a los
evolucionistas con sus propias palabras, malinterpreta algo que es tan claro
como el pico de pato del ornitorrinco. El ornitorrinco con su pico de pato, de
paso, es considerado por The Plain Truth una broma divina. Sin duda los números
siguientes explicarán la trompa del elefante como un acto fallido del Señor.
Noé & cía
Una de las catástrofes antes favorecida como explicación de
las especies extinguidas era el Diluvio. Después, o bien Dios habría empezado
desde cero con nuevas especies, o bien nos ponemos a escalar el monte Ararat en
busca del Arca de Noé.
"Desde 1947 se han realizado media docena de expediciones al
Ararat para encontrar rastros del Arca. La investigación ha sido entorpecida por
el hecho de que el lado oriental del Ararat se extiende más allá de la frontera
soviética, y ese ascenso de la montaña es peligroso, pues las cuestas superiores
están tapadas por un grueso casquete de hielo que cubre todas las posibles
reliquias (...)
El Editor casi emprendió un viaje semejante en 1950 pero se
lo impidieron varias raxones, principalmente políticas".(13)
El Editor es Egerton Sykes, atlantólogo y seguidor de
Horbiger. Aproximadamente cada año desde la infructuosa tentativa del doctor
Aaron Smith en 1949, otro nuevo grupo de esperanzados trepa las laderas del
Ararat buscando el Arca. ¿Por qué lo hacen? Porque no existe.
Hace algún tiempo, los sabelotodos empezaron a cuestionar la
idea del Arca. Walter Raleigh, tras calcular que era demasiado pequeña para
albergar tantos animales, dedujo que Noé debió de llevar solamente los animales
del Viejo Mundo y las especies del Nuevo Mundo habrían evolucionado a partir de
ellos.
Eso fue en 1616. Para mayo de 1970 The Plain Truth ya había
preparado una refutación. El artículo de John E. Fortune se desvive por
demostrar que el Arca era bastante amplia, después de todo. Calcula que tenía un
volumen de 300 x 50 x 30 cúbitos, o sea (según la equivalencia del cubito) entre
1.5 y 3 millones de pies cúbicos. Desde luego. elige la cifra más grande.
A continuación Portune analiza el reino animal, descubriendo
que el 60 por ciento de las especies vive en el mar, el otro 18 por ciento son
insectos. El resto tiene "el tamaño promedio de un macaco", y de éstos hay unos
20.000. Así llega a una cifra de 40.000 jaulas capaces de albergar macacos, y
cada jaula es un cubo con 80 centímetros de lado.
"Sólo el 20 por ciento del millón de metros cúbicos del Arca
bastaría para albergar 40.000 jaulas (...) Y así, visto desde la perspectiva de
los hechos científicos, sólo una de las tres cubiertas alcanzaba para alojar
todos esos animales".(14)
Portune ha cometido una serie de errores elementales. Por
empezar, concibe un Arca con forma de bloque rectangular, con paredes de grosor
cero. Para darle forma y construcción marinas hay que reducir la capacidad en un
27 por ciento (hasta 327.000 cubitos cúbicos). En segundo lugar, las jaulas de
animales no pueden apilarse en cualquier rincón disponible; las criaturas tienen
que respirar, y tiene que haber pasajes para alimentarlas, abrevarlas y
limpiarlas. Con todas las ventajas, Fortune no puede meter todo su zoológico a
bordo. A lo sumo puede llegar a 35.000 macacos. Pero, gracias al hacinamiento,
el calor, el ruido, la mugre, la falta de alimentos frescos y ejercicios, el
Arca de Fortune pronto tendría una población menos numerosa. No habría ningún
lugar para los ocho humanos a bordo, excepto en los pasillos entre las jaulas;
claro que de cualquier modo pasarían todo el tiempo allí.
El cuidado de los animales implicaría mucho más que ratones
vivos para las serpientes, hojas de eucalipto frescas para los koala y bambú
fresco para los panda. En este periodo (ciento cincuenta días o más)
significaría acarrear más de tres toneladas de agua por día y otros trabajos
hercúleos.*** Significaría limpiar las semillas de ciertos loros, cortar rosas
lozanas para una perversa raza de hormigas que rehusa comer otra cosa, pasar el
tiempo con los gorilas para que no se mueran literalmente de aburrimiento, y
bañar al hipopótamo. Con razón Noé se embriagó al desembarcar.
Cuentos populares
El objeto de tener un Arca es por supuesto negar la
evolución, y el objeto de eso es negar la evolución humana. La tentativa de
separar al hombre de los primates puede ser tosca. The Plain Truth muestra un
dibujo de un hombre de Neanderthal "acicalado" - rasurado, el pelo cortado al
rape, bonita camisa blanca, chaqueta y corbata- como prueba visible de que la
raza humana siempre ha vivido en la ciudad.
Los intentos más sofisticados incluyen El hombre fósil, de
Frank W. Cousins. Arguye que la evidencia fósil de la evolución humana es
escasa, pues consiste principalmente en unos cuantos cráneos hallados en
localidades alejadas entre sí. Algunos pueden ser humanos, otros no, pero:
"la yuxtaposición de dos o más cráneos de diferentes animales
puede tener poco peso en la defensa de la evolución a menos que se establezca un
enlace genealógico".(15)
Pero la defensa de la evolución humana no se apoya,
naturalmente, en unos cuantos cráneos y fragmentos de cráneos, sino en la
evolución de todas las especies, para lo cual existe mucha más evidencia. El
hombre es identificable como primate por su desarrollo embrionario y sus
características físicas, tal como el canguro es identificable como marsupial.
La mayoría de los argumentos contra la evolución humana o
bien descartan toda teoría evolutiva, como parece hacer Cousins, o bien le
permiten operar en todas las especies hasta el hombre, donde la frenan de golpe.
Von Däniken favorece la idea de que los extraterrestres copularon con simios
para engendrar al hombre. Robert Charroux(16) prefiere pensar en el hombre mismo
como un extraterrestre que vino aquí y presumiblemente olvidó cómo regresar.
Peter Kolosimo insinúa que los hombres del of espacio engendraron nuestra ,
especie o bien la fabricaron con material local.
Tales teorías en general enfatizan las características
singulares del hombre, como el lenguaje y la cultura, que según dicen no
pudieron surgir naturalmente de los monos. Por lo tanto el lenguaje y la cultura
debieron llegar aquí de algún planeta distante. Evidentemente a nadie se le
ocurrió preguntarse cómo surgieron en primer lugar en el planeta distante.
Charroux, von Dániken y Kolosimo se limitan a desplazar un eslabón de la cadena
evolutiva al espacio exterior, sin explicar ese eslabón.
En 1911, Charles Dawson, anticuario y abogado, encontró un
cráneo en un cascajar de Piltdown en Sussex. Ese cráneo provocó un gran revuelo
científico acerca de los orígenes del hombre, pues tenía una enorme cavidad
craneana y una quijada de simio. Si era genuina, significaría que el hombre
había desarrollado un cerebro grande omedio millón de años atrás, antes de
transformarse verdaderamente en un hombre. Unos pocos escépticos sostenían la
opinión opuesta, la de que el cerebro del hombre había evolucionado después que
llegó a hombre, pero aquí estaba el Hombre de Piltdown para refutarlos.
La controversia continuó cuarenta años, principalmente porque
Dawson rehusaba permitir a sus oponentes que examinaran el cráneo. Por último,
en 1953, una prueba con flúor realizada por J.S. Bruner, K.P. Oakley y W. E.
LeGros Clark demostró que el Hombre de Piltdown era un fraude, un cráneo humano
unido a una quijada de simio.
Todavía es un misterio quién enterró el cráneo de Piltdown en
ese cascajar. Pero existen algunas evidencias de que Dawson ocasionalmente tenía
huesos y cosas similares para fabricar fósiles
En 1937 el doctor G.G. Simpson tuvo la mala suerte de ser el
autor de un boletín de 287 páginas para el Museo Nacional de los EE.UU. titulado
"Las faunas mamíferas de Fort Union, Crazy Mountain Field, Montana". En alguna
parte de este documento describía a los primates más antiguos que se conocían,
que él no había encontrado en esta investigación paleontológica. El libro era
largo y técnico, así que aparentemente pocos periodistas se molestaron en
leerlo. En cambio, inmediatamente se pusieron a citar erróneamente una sinopsis
periodística preparada por el museo. El doctor Simpson había enfatizado que los
primates aludidos no debían considerarse ancestros directos del hombre. Pero el
servicio telegráfico de Associated Press inició el artículo:
"En vez, de descender del mono el hombre probablemente
desciende de un animal arboricola de cuatro pulgadas de alto que fue el
tataratataratatarabuelo de todos los mamíferos terrestres de hoy". (17)
Simpson había destacado que los animales eran pequeños como
ratas y ratones. La prensa no necesitaba más:
¿EL MONO PADRE DEL HOMBRE? NO. UN RATÓN... Sacramenta,
California, Union.
ANIMAL ARBORICOLA DE CUATRO PULGADAS CONSIDERADO ANCESTRO DEL
HOMBRE Shereveport, Luisiana, Times.
EL ESTUDIO DE LOS MAMÍFEROS PRODUCE UNA NUEVA TEORÍA DE LA
EVOLUCIÓN Newporl New, Virgina, Press.(18)
Varios periódicos declararon que Simpson había encontrado el
"eslabón perdido" que tanto ha fascinado a la prensa por un siglo. El eslabón
perdido lo ha sido todo, se ha encontrado en todas partes: en el "Cráneo del
Plioceno" hallado en una mina de California (donde lo había puesto un boticario
de California) e inmortalizado por la oda de Bret Harte; en los pigmeos fósiles
de Bombay. que jamás existieron, fuera de los rumores locales y de la prensa
mundial; en los gigantes peludos que amenazaron la Columbia británica en la
década de 1930, que desaparecieron sin dejar rastros; y en el amerantropoide
presuntamente liquidado por Francis de Loys en 1929. De Loys de algún modo
perdió la piel de su espécimen, y sólo conservó una foto ambigua que para los
escépticos parecía un mono de los llamados aracnoides.(19)
Muchos, sin embargo, insisten en que el eslabón perdido vive
en lo alto de los Himalayas, evitando la publicidad. O eso cree él.
Abominables anónimos
La sobrecubierta de El Yeti de Odette Tchernine, promete
mucho: "Expediciones rusas compuestas por científicos están por descubrir la
identidad del ABOMINABLE HOMBRE DE LAS NIEVES."(20) El interior del libro ofrece
un poco menos. Casi todas las "expediciones" comentadas están conspicuamente
compuestas por no científicos: explorador, ingeniero, fotógrafo aficionado, etc.
Los científicos sólo aparecen de vez en cuando, en general entrevistando a
tribus de montaña o bien repitiendo cuentos de viajeros.
Todas las anécdotas de Tchernine parecen encajar en cuatro
encabezamientos. EJ primero, mitos y leyendas tribales, incluye todas las
historias que empiezan "un anciano de la tribu ----- dice". Estos pueden ponerse
aparte como presuntas ficciones. El segundo incluye los rumores. Tchernine
repite una historia que le contó alguien que conocía a alguien en África
Oriental que quizá una vez vio una silueta extraña o huellas extrañas. Como
evidencia tienen tanto valor como los chistes donde Fulano aconseja a Mengano
que vea a Zutano.
El tercero incluye historias respaldadas por evidencia
física, que en todos los casos resulta ser espuria. Un cuero cabelludo de yeti
está hecho de piel de cabra. Una presunta mano de yeti disecada en un cofre
resulta ser la garra disecada de un zorro. (Esto en el relato de un tal doctor
Porshnev, quien observa con pueril optimismo: "Pero la mano real tiene que estar
en alguna parte") Un yeti muerto en las montañas Pamir, donde se lo ve tan a
menudo, resultó ser un enorme macaco macho (esta vez el doctor Porshnev adopta
la misma actitud que John Keel con respecto a los fraudes OVNI: alguien tiene
que estar tratando de ocultar la verdad con evidencias falsas).
El grupo final consiste en trece historias de primera agua. Estos engendros
tienen un aire de familia que las asemeja, y también evocan los buenos cuentos
de fantasmas. Al narrador le cuentan una leyenda local sobre un "hombre
salvaje". Luego despierta para encontrar Algo en su dormitorio, o bien lo
despiertan aterrados guías locales que le señalan el monstruo. A menudo ve la
criatura mientras está solo, de noche, y por unos segundos. Quizá desea
rastrearla o perseguirla, pero los supersticiosos guías rehusan cooperar. Pocos
de los narradores parecían saber algo sobre la fauna local, y sólo dos tenían
alguna experiencia con la zoología. Cuatro historias también implicaban rumores.
El cuadro 7-1 destaca las similitudes con los cuentos de fantasmas. Esto desde
luego no descarta los cuentos sobre el yeti, pero sí parece indicar que no hay
más (ni menos) razones para creer en el yeti de Tchernine que en los fantasmas.
Cuadro 7-1. Similitudes entre las experiencias con yeti y los cuentos de fantasmas | |||||||||||||||
Experiencia con yeti | |||||||||||||||
A
|
B
|
C
|
D
|
E
|
F
|
G
|
H
|
I
|
J
|
K
|
L
|
M
|
|||
Despertado por los guías atemorizados, que le muestran la criatura |
X
|
|
|
|
|
X
|
|
|
X
|
|
|
|
|
||
En el dormitorio |
|
|
|
X
|
|
|
|
|
|
|
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|
X
|
||
Solo |
|
X
|
|
X
|
|
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|
||
Un extraño, y no un zoólogo ni un biólogo |
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
X
|
|
X
|
|
||
Los guías "rehusan continuar" |
X
|
|
X
|
X
|
|
|
|
|
X
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|
X
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|
|
||
"Lo" atisba sólo unos segundos |
X
|
|
X
|
X
|
X
|
|
|
|
|
|
X
|
|
X
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||
Posible hombre o animal local |
|
|
|
X
|
X
|
X
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|
|
|
|
X
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X
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||
Rumores o leyendas implicados |
|
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|
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|
|
X
|
X
|
|
X
|
|
X
|
|
|||
Número de similitudes (promedio=3) |
4
|
2
|
3
|
6
|
3
|
3
|
2
|
2
|
3
|
2
|
2
|
3
|
4
|
Algunas historias obviamente no hablan de
yetis. Una persona descubre un "hombre salvaje" del bosque manchuriano
meridional que ha sido capturado y domesticado por un cazador chino. Su rostro
"parecía el rostro de una bestia de presa, y esta impresión
era acentuada por la enorme boca abierta, en cuyas honduras centelleaban filas
de poderosos colmillos. |...| Sus ojos salvajes y demenciales brillaban en la
oscuridad como los de un lobo".(21)
También gruñe, tiene el pelo desgreñado, y come ardillas
crudas. Cuando el amo lo lleva a la ciudad, en general termina por liquidar
algún perro: "estrangula al perro en un santiamén y le desgarra la garganta a
dentelladas".(22) Una noche el guía despierta al narrador y se alejan del
campamento para presenciar cómo "la cosa" le aulla a la luna y corre con una
manada de lobos.
Ahora bien, esto pertenece a una clase de historias célebres
y populares en el siglo pasado. Cuando se las puede investigar, sus hombres
salvajes, hombres lobos y niños babuinos inevitablemente resultan seres humanos
patéticos y retardados. Bergen Evans menciona un hecho definitivo sobre estos
cuentos:
"los lobos cuya conducta imitaban no eran lobos comunes de
cuatro patas, ni siquiera una especie particular de los lobos comunes (...) sino
genuinos lobos de historieta, Lupus vulgusfan-tasticus, corriendo en manada,
aullando puntualmente, y emitiendo un "fulgor siniestro" con los ojos".(23)
Si esos cuentos son la evidencia de los yeti, también podemos
incluir las leyendas de los Tres Cerditos, Tarzán, y ese simio descomunal al que
vieron por última vez cuando escalaba el Empire State Building.
El yeti incluye alguna evidencia fotográfica, principalmente
de "huellas de yeti" que se parecen muchísimo a las huellas de monstruo que de
niño yo estampaba prolijamente en la nieve con la esperanza de asustar al
cartero. En California, dos hombres tomaron veinte segundos de película de una
"mujer de las nieves" fugitiva, asi llamada porque "ella" parece tener formas
colgantes que se tomaron por pechos. Reproducida de cerca, la película se.
asemeja a un hombre con abrigo de piel de oso huyendo de la cámara. Varios
científicos examinaron la película y no le dieron importancia. A la larga los
hombres que la tomaron dijeron que ya no querían hablar más del asunto.
Las historias de Tchernine varían en los localismos y
descripciones. Como los ocupantes de los OVNIs, los yeti pueden ser bajos,
rechonchos, encorvados, enormes, de un metro y medio de alto, y de dos metros
diez de alto. La pelambre viene en estos tonos: pardo rojizo, muy rojo, pardo
grisáceo, amarillo, blanco y matices oscuros. Viven en el Himalaya, el Pamir, el
Tien' Shan, Kenya, California y el Cáucaso. Como dice Tchernine,
"Puede vivir en cualquier parte, en cualquier paisaje, a
cualquier altitud. (...| Escapa a los efectos del frío y la falta de alimentos
hibernando en cuevas o cavidades. (...) Tales criaturas pueden correr como
caballos, y remontar a nado ríos y rápidos de montaña. En el proceso de
transición al movimiento bípedo, las hembras, al contrario de los simios,
desarrollaron largas glándulas mamarias, de modo que, echándose los pechos sobre
los hombros, pueden alimentar mientras caminan a las crías que llevan colgadas
de las espaldas".(24)
Si una de estas hembras bajara contoneándose a cualquier
localidad de muchos habitantes, desataría sin duda, como diría un ufólogo, una
verdadera crisis.
John Sladek
Autor de Los nuevos apócrifos
Acoruja.haan.com
* No el Gigante de Cardiff del fraude original, pero al menos
tallado por el mismo escultor en un yeso similar. Ambos "hombres petrificados"
vacian inclinados con los genitales ocultos, como si supieran que estaban
destinados a transformarse en entretenimiento familiar. Joice Heth al fin murió
a los 80 años.
** El trabajo de Sladek se publicó en 1973. (N.d.E.)
*** Escoba en mano, Noé enfrenta parejas de elefantes, caballos, ratones, okapis,
jirafas, cebras, asnos, búfalos y bisontes, benteng, yaks, bueyes almizcleros,
ciervos, alces, renos, caribúes, impalas... y siete vacas.
Notas:
1 Richard Carrington, Mermaids and Mastodons (Londres: Chatto & Windus, 1957),
p. 40.
2 Condon Report, p. 572. Las partes subrayadas son citas directas de
observadores de OVNIs.
3 Rupert T. Gould, The Loch Nest Monster and Others (Londres: Geoffrey Bles,
1934).
4 Carrington, pp. 41-2.
5 Ibid., p. 42.
6 Constance Whyte, More than a Legend (Londres: Hamish Hamilton, 1957),
7 Tim Dinsdale, Loch Ness Monster (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1961), p.73.
8 Encyclopaedia Britannica, 11" edic., s.v. "Lemmings".
9 Knigth, Fort, pp. 122-3.
10 Bergen Evans, The Natural History of Nonsense (Londres: Michael Joseph,
1947), p. 73.
11 Paul Kroll, "Evolution Gets the Horse Laugh!", The Plain Truth, noviembre
1969.
12 Dobzhansky, p. 302.
13 Egerton Sykes, en Donnelly, Atlantis (Introduction), p. 67.
14 John E. Fortune, "How Did Noah's Ark Hold All Those Animals?", The Plain
Truth, mayo 1970, p. 23.
15 Frank W. Cousins, Fossil Man (Emsworth, Hampshire: The Evolution Protest
Movement, 1966, ed. revis. 1971), p. 31.
16 Robert Charroux, The Mysterious Unknown (Londres: Neville Spearman. 1970).
17 G.G. Simpson, "The Case History of a Scientific News Story", Science 92:
también citado en Allport & Postman. The Psychology of Rumor.
18 Ibid.
19 Cortis D. MacDougall, Hoaxes (Nueva York: Dover Publications, 1958), pp.
208-9
20 Odette Tchernine. The Yeti (Londres: Neville Spearman, 1970).
21 n Ibid. p. 108.
22 Ibid.
23 Bergen Evans, Nonsense, p. 97.
24 Tchernine, p. 110.