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Doble crimen del Congreso: la maldición de la pistola con la que mataron a Olivares y Yadón

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Piden 45 años de prisión
Piden 45 años de prisión

Juan José Navarro Cádiz tendría que enfrentar una pena de prisión perpetua, pero por escaparse a Montevideo tras asesinar al diputado Héctor Olivares y el asesor Miguel Yadón, el fiscal Ariel Yapur debió considerar las condiciones del trataado de extradición entre la Argentina y Uruguay y por eso solicitó el lunes condenar al confeso autor del doble crimen de la Plaza del Congreso a 45 años de cárcel. Para las querellas, el joven acribilló a las víctimas «por placer»: gozar con las armas, desahogar el instinto de matar sin otro motivo que el de probar el arma y su mira láser

 

Como Juan Jesús Fernández se quedó en el país, el fiscal sí pudo pedir para él la prisión perpetua.

A los dos los acusó del «homicidio agravado por alevosía cometido en forma reiterada en dos ocasiones en concurso ideal con portación ilegal de arma de guerra», pero si el tribunal los encuentra culpables, el confeso asesino la sacará «más barata» que su primo por haberse escapado a un país donde no existe la prisión perpetua, como Uruguay, y que por eso mismo exige que el país requiriente no le pueda aplicar esa pena.

Tres tiros al asesor en cuello, axila y pelvis, que murió casi de inmediato, uno a Olivares en abdomen y brazo derecho, por lo que falleció tres días después en el Hospital Ramos Mejía, y un quinto que terminó en un árbol. Eso fue lo que hizo Navarro Cádiz a las 6.50 horas de la mañana del jueves 9 de mayo de 2019 a la altura de la Avenida de Mayo 1550. Un minuto después, bajó del Volkswagen Vento patente LYS656, cruzó la calle, descartó balas en un tacho de basura de la pistola Bersa Thunder calibre 40 con mira láser y desapareció de la escena.

Navarro Cádiz escapó a toda prisa con su papá Miguel Navarro Fernández a bordo de un Renault 19 patente BBC708 hacia Entre Ríos.

Ya en Colón, una persona no identificada llamó desde la estación de servicio Esso, conocida como «Marso» por los vecinos, a una remisería de la calle Profesor Vergniaud 56. El chofer explicó bajo reserva de su identidad a este periodista que publicó la historia en TN.com.ar: «Los tomé en esa GNC, no llevaban mochilas, bolsos o valijas, no hablaron mucho, solo dijeron que tenían un familiar enfermo en Uruguay. Querían que los llevara hasta Montevideo, pero me negué porque era peligroso hacerlo de noche, así que pasamos por la Aduana, presenté los documentos, los dejé en la terminal de micros de Paysandú y me volví«. Y lamentó: «Recién ahora me entero de todo: no tengo cable, solo miro series por Internet. No lo puedo creer».

A Uruguay, no lo acompañó su papá sino solamente su mamá María Rosa Cádiz Vargas. Tenían una reserva para el hotel Ibis de Montevideo.

Los investigadores argentinos, con base al informe de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM), alertaron a sus pares del país vecino. El Ente de Turismo de Uruguay tiene un sistema que registra a cada persona que hace reservas hoteleras. Por eso no les fue muy difícil comprobar que Navarro Cádiz tenía una habitación a nombre de su hermano en ese hotel. Los policías arrestaron al asesino y a su mamá el 11 de mayo de 2019.

Luego el juez José María Gómez Ferreyra firmó la extradición express bajo las condiciones del tratado firmado por los dos países.

Mientras tanto, los detectives de la División de Homicidios de la Policía Federal (PFA) reconstruyeron, como reveló Encripdata el 16 de agosto de 2020, la historia maldita de cómo llegó esa pistola con mira láser a manos de Navarro Cádiz.

Waldemar Alberto Di Lauro y Luis Felipe Quevedo, amigos de Tandil, viajaron en 2004 a Benito Juárez, localidad ubicada a 78 kilómetros de aquella ciudad, y se compraron una Bersa Thunder calibre 40 cada uno y, como atención, el vendedor les regaló las respectivas miras láser.

Di Lauro y Quevedo eran muy amigos: no solo practicaban tiro con esas pistolas en el polígono de Tandil sino que abrieron un cyber. Pero Di Lauro falleció el 16 de mayo de 2006 en un accidente de moto.

Esa moto en realidad no era de él sino de otro socio suyo, Walter, con el que tenía un local de compraventa de vehículos. Di Lauro y Walter se intercambiaban las cosas, por caso, Di Lauro usaba la moto de Walter y este el auto de aquel. Por eso, cuando falleció Di Lauro, Walter encontró el arma en el auto.

Walter entonces le devolvió el Ford Escort coupé a los herederos de Di Lauro y ellos le pagaron el arreglo de la moto a aquel. Un año y medio después, en 2008, Walter, que había tenido un tiempo el arma maldita, murió en un accidente con esa misma moto.

En consecuencia, la Bersa Thunder calibre 40 volvió a los Di Lauro aunque terminó en manos del amigo, Quevedo, por más que lo negó.

Navarro Cádiz viajó varias veces a Tandil entre el 23 de febrero y el 2 de abril de 2019 para comprar relojes en una tienda de antigüedades aunque también reconoció que compró algunas pistolas. De hecho tenía fotos de las mismas en su WhatsApp.

Una de esas fue justamente la pistola maldita.

Una vez atrapado, Navarro Cádiz intentó desligarse de todo, pero a la vez confesó todo: «Empezamos a tomar dentro del auto, como solemos hacer, él tenía alcohol y drogas; yo, alcohol. Charlamos. Después empecé a sentir el alcohol y empecé a ‘flashear’ un poco, pero recuerdo que apareció un arma, no sé de dónde salió, pero sé que la tuve en mis manos. Fernández también la tuvo. No sé dónde estábamos estacionados».

«Tengo flashes -continuó-. Fernández la armaba y la desarmaba. La tocábamos. Después no la vi más. Perdí la noción del tiempo y el lugar. Sí recuerdo haber escuchado unas detonaciones, que la verdad no sé si fueron mías, de él o de los dos juntos. Después que pasó eso no recuerdo a dónde fui, qué hice, mi próximo recuerdo es cuando ya estaba en Uruguay con mi madre. Le pregunté qué hacíamos ahí y me dijo que había habido un problema muy grande«.

La maldición de la pistola se extendió a su familia: el fiscal solicitó dos años y ocho meses de ejecución condicional para su papá por tenencia ilegal de arma, dos años de prisión en suspenso para su mamá, su tía y su primo como partícipes primarios en la tenencia ilegal de arma y la misma pena para un familiar del otro acusado por tenencia ilegal de arma.

 

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