“Miserables aquellos que vacilan cuando la tiranía se ceba en las entrañas de la Nación”. Esteban Echeverría
La semana pasada cometí un error al pedir a la oposición que se negara a cualquier negociación con el Gobierno, porque el diálogo es esencial para la democracia. Debí recomendarle que sólo se prestara imponiendo una condición: quien debe estar en la mesa es la dueña del tinglado, Cristina Elizabet Fernández, y no cualquiera de sus gerentes; menos aún el Presidente Caracol, cuya palabra no vale siquiera un austral. Sólo así podríamos tener alguna remota esperanza de que cuanto se acordara en materia de políticas de Estado sería respetado.
También se ha devaluado al extremo la credibilidad del Ministro de Economía, que se ha enamorado tanto de su cargo que no ha dudado en quemar los pergaminos que cosechó en los Estados Unidos, bajo la tutela de Joseph Stiglitz, quien tanto fascinó a la PresidenteVice. Lo malo es que, al mentir en forma descarada, Martín Guzmán también nos perjudica, más de lo que ya estamos, ante un mundo harto de nuestra perversa “originalidad”.
En una reedición del viejo apotegma –“al amigo, todo; al enemigo, ni justicia”- mientras crea nuevos impuestos, aumenta los existentes y nos persigue con saña, el Gobierno, en una prueba más de la escandalosa e indignante impunidad que concede a los ladrones propios, la AFIP retiró sus reclamos penales y civiles contra Cristóbal López y su socio por haberse robado los impuestos que pagamos al cargar combustibles en nuestros vehículos; en lugar de entregarlos al Estado –era sólo agente recaudador- usó esa sideral suma para financiar la expansión de su grupo Indalo (una ley hecha a medida le permitió levantar la quiebra) y para comprar medios -por ejemplo, C5N- que puso al servicio del kirchnerismo. Mercedes Marcó del Pont, titular del organismo, justificó su irracional decisión invocando una falsa persecución política de Mauricio Macri contra los pseudo empresarios; esta señora hizo lo mismo con Lázaro Báez, en la causa por las facturas falsas, y con Ricardo Echegaray, el cómplice necesario.
No hay economista que piense que, en las condiciones actuales, se pueda siquiera llegar con tranquilidad a estas cruciales elecciones de medio término. La escasez de divisas que padece el Banco Central es de tal magnitud que, al no autorizar importaciones esenciales para la importación de los insumos necesarios para producir bienes exportables, seguirá profundizando la caída de la actividad industrial, ya postrada por la irracional “cuareterna” que tantos daños y ningún beneficio –como podrían atestiguar los 113.000 muertos por COVID- ha ocasionado.
Pero la irracionalidad no termina allí, en realidad, sólo comienza; porque mientras vende casi US$ 100 millones diarios para intentar frenar la fuga del peso hacia el dólar, el Gobierno impide que el campo produzca las divisas que necesita como oxígeno. Dado que tiene vedado el acceso al crédito por la pésima negociación con el FMI, se ve obligado a endeudarse en el mercado local y, para lograr una cada vez más esquiva tranquilidad, emite bonos y Leliqs que obliga a los bancos a comprar, haciendo desaparecer el financiamiento a los privados; hoy los ahorros en las entidades del sistema tienen cada vez menos respaldo efectivo y más vales de un Gobierno quebrado: de allí a una corrida de depósitos hay sólo un paso.
El domingo doblaremos el codo del hipódromo y encararemos los metros finales de la carrera; es evidente que no hay nada dicho ni encuestador alguno que pueda predecir con alguna precisión los resultados que se darán en cada una de las veinticuatro jurisdicciones. Pero conociendo la perversidad y el irascible carácter de la jefa del engendro político que hoy nos gobierna podemos sí tener algunas certezas: radicalizará al Gobierno y, para llegar al 14 de noviembre con probabilidades de imponerse y lograr sus objetivos de mínima, ordenará quemar las naves.
Vimos la bomba que dejó en 2015 y, por eso, es relativamente fácil predecir que hará ahora, aunque esta vez el explosivo, más devastador, quedará en manos de su títere. La máquina de fabricar billetes acelerará y saltarán los recursos de ANSES, PAMI y obras públicas, se endurecerán los cepos y las intervenciones en los mercados de todo tipo, se venderán inexistentes dólares a futuro, se incentivará el festival de bonos y se incrementarán salarios y jubilaciones. Entonces, salvo que un improbable Xi Jinpig aparezca en auxilio de su proyecto, viviremos un nuevo “rodrigazo”.
Si, como creo, la derrota en las PASO preanuncia un noviembre nefasto para los intereses de Cristina Fernández, los jueces de Comodoro Py se desperezarán y comenzarán a reactivar las muchas causas que tiene pendientes. Y el peronismo, que sólo acompaña hasta la puerta del cementerio, buscará un nuevo líder (tiene varios que podrían encarnar muy bien un nuevo tiempo); para verificarlo bastará con observar en detalle qué hacen, este mismo domingo, los intendentes del Conurbano para proteger sus territorios de una debacle del Frente para Todos.
En fin, vayamos a votar mañana –lo haré por Ricardo López Murphy quien, además de poseer solidez intelectual e irreprochable historia, carece de prontuario- y convenzamos a nuestros amigos temerosos o apáticos de hacerlo; aunque sea tarde, pidamos a los fiscales acreditados por todos los partidos que ejerzan también su función en beneficio de aquéllas fuerzas democráticas que carecieran de ellos en las mesas de votación. Nos veremos el sábado próximo, cuando podremos comprobar si todos nuestros esfuerzos han tenido éxito y hemos podido salvar la República en esta hora crucial.