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EL SUDARIO DE TURIN

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UNA FALSA CREENCIA DESENMASCARADA POR LA CIENCIA
UNA FALSA CREENCIA DESENMASCARADA POR LA CIENCIA

     Uno de los "misterios" o "milagro" más famoso y controvertido, ha sido sin duda la imagen del sudario de Turín. La imagen desvaída de un crucificado se halla en una tela de lino de 4,40 por l,40 metros (se citan distintas medidas que varían en centimetraje). Se puede apreciar allí la imagen "siamesa" de dos formas humanas, una frontal y la otra dorsal Se trata de un hombre de 1,80 metros de alto, de unos 30 años de dad -se dijo-, con heridas en las muñecas, pies, frente y costado, con marcas de latigazos en la espalda y piernas. Los entendidos afirman que esas marcas de las heridas se hallan precisamente en los lugares correspondientes a las crucifixiones practicadas por los romanos. ¡No podía tratarse de otra cosa entonces. que de la sábana que envolvió a Jesucristo en el sepulcro de José de Arimatea, el amigo de Jesús, según consta en los evangelios!
     Como todas las cosas relacionadas con la religión, el santo sudario está rodeado de misterio.
     Parece ser que fue el caballero francés, Godofredo de Charny quien primero lo poseyó. Fue expuesto por primera vez en el año 1357. Luego fue trasladado a Italia para ser también exhibido allí y más tarde vovió a Francia. A raíz de un incendio en 1532 en una capilla de Chambéry, la tela sufrió un ligero daño.
     Finalmente fue enviada a Turín donde quedó depositada permanentemente.
     Una legión de estudiosos -se calculan unos trescientos- se ocupó de comprobar la autenticidad de esta famosa reliquia. Incluso se realizó en 1951 nada más ni nada menos, que un primer congreso internacional con sede en Turín y Roma para confirmar el relato evangélico sobre la Pasión de Cristo a través de las huellas impresas en la "Sábana Santa". ¡Bueno... cosas de religiosos de "raza"!
     La ciencia no estuvo ausente: químicos, médicos, arqueólogos, sin faltar los fotógrafos, acudieron para develar el "misterio".
     Esta "ciencia" (pseudociencia) investigadora de lo sagrado, se denomina sindonismo.
    
Pero no sólo eso. Incluso un criminólogo y politólogo suizo (Max Frei) se interesó en el tema y estudió el polen en la tela ( Diario La Nación, Buenos Aires, 23/3/86, 4a. sección, pág. 2) hallando pólenes de Palestina y Turquía. También intervinieron luego técnicos nada menos que de la NASA desde 1978. La imagen fue fotografiada y uno de los trabajos consistió en mediciones biométricas que se emplean para la confección de los trajes espaciales, técnica con la que se obtuvo una vista tridimensional "del Cristo" en la sábana, mediante un barrido con un haz de luz del negativo, línea por línea (como lo hace el haz electrónico en un tubo de televisión) y otras técnicas complejas con intervención de una computadora. De este modo se pudo saber que ¡No existió pincelada alguna que pudiera interpretarse como la obra de un falsificador! (Duda).
     En el mes de octubre de 1978, luego de haber sido exhibida la amarillenta sábana, las autoridades del Vaticano la pusieron a disposición de treinta hombres de ciencia y técnicos estadounidenses, quienes la estudiaron durante cinco días llegando a la siguiente conclusión: la imagen era insustancial y se había formado de la degradación de la celulosa de la fibra de lino probablemente por oxidación y deshidratación. (Diario Clarín, Buenos Aires 16-3-82, pág. 23 sección Ciencia y técnica). Las manchas de sangre -Scott Rogo dice en su libro (ob. cit. pág 100), que "no existen manchas de sangre auténtica en el sudario", y esto es importante para confrontar aquí las distintas versiones que confunden a los lectores-, observan restos de porfirina, sustancia que integra la hemoglobina. Se encontraron además partículas de polen, también óxido de hierro, fragmentos de pintura y seda, vestigios de ropa y carbonato de sodio que ha sido empleado en el Mediterráneo para desecar cadáveres. Es de señalar que no se hicieron pruebas de antigüedad de la pieza con el método del carbono 14 (con un margen de error de 100 años) para no dañar el lienzo.
     Bien, hasta aquí, y con el beneplácito de sus adoradores, todo parecía confirmar el milagro del santo "sindón" que permanecía envuelto en el halo del misterio a pesar de las investigaciones científicas. Mas ahora peguemos un salto y pasemos a octubre de 1988. Según un informe procedente de Turín, Italia, "El santo sudario, mencionado por muchos cristianos como el auténtico lienzo con que Jesús fue envuelto después de su crucifixión y muerte, demostró, por pruebas con carbono 14, que data (nada más ni nada menos ) que del siglo XIV, informó hoy la Iglesia" (Diario La Nación, Buenos Aires. 14/10/88, pág. 4)
     Esto es, ¡se demostró que no era auténtico!
     ¡Por fin la prueba del carbono radiactivo! ¡Y se acabó el milagro!
     Como todos los casos atribuidos a lo sobrenatural (pura falsedad), la demostración de la "autenticidad" de la imagen de Cristo terminó en un rotundo fracaso.
      El milagro es un imposible, no existe ni aquí en la Tierra, ni en rincón alguno de la Vía Láctea, ni puede existir en ninguna parte de ninguna otra galaxia a millones de años luz de nuestro planeta. Todo es natural en el Universo, lo confirman la astronomía y la cosmología.
     Lo paradójico clama a gritos: luego de haber sido comprobada para muchos su autenticidad, incluso por la presencia de polen palestino en el lienzo ¡prueba entonces irrebatible!. pues se confirmaba que la pieza había estado en la patria de Jesucristo; y después de haberse especulado sobre el modo sobrenatural en que se habría fijado la imagen del dios "cocreador" del universo hecho hombre, ¡todo resultó ser una falsificación! ¡El "santo" sudario no es auténtico! ¡El presunto milagro, una mentira!
     Viene al caso mencionar que, gracias a las corridas de sangre estampadas, también se ha querido ver allí, como en una película, incluso los movimientos del cuerpo expirando en la cruz con sus convulsiones. Se dice que Jesús murió de asfixia porque el peso de su cuerpo suspendido cerró poco a poco sus pulmones (aunque no se explica por qué durante el breve tiempo del suplicio que padecieron las tres personas, no murieron también los dos ladrones crucificados con Cristo), y las impresiones de las corridas de sangre del sudario mostraron que varias veces se irguió para recuperar aliento. Esto dijeron los especialistas anteriormente al análisis con carbono radiactivo. ¡Qué golpe para ellos habrá sido el resultado del análisis! ¡Qué hábil tuvo que haber sido el fraguador del lienzo! ¡En qué ridiculeces caen los devotos por causa de la fe ciega!
     ¡Pero los místicos no dan brazo a torcer! ¿Saben amigos lectores escépticos, qué dicen ahora los creyentes?
Que a pesar de todo existe un misterio, pues el problema es el origen de la imagen y su conservación. Incluso se ha sugerido que, aunque la impresión date del siglo XIV. no importa ¡hay que aceptar el milagro de su aparición en la tela por causas naturales! Es como si alguien se preguntara por el origen de las pinturas de Rubens o las fotografías del planeta Marte, sin conocer a los autores, para concluir que fue algo sobrenatural.
     Si bien los exámenes de tres laboratorios -de Inglaterra, Estados Unidos y Suiza- demostraron con una certeza del 95% que el paño databa de entre los años 1260 y 1390, los funcionarios del Vaticano dijeron que era digno de veneración: "Esencialmente tenemos un objeto incomprensible, extraordinario Ahora conocemos su antigüedad pero no su origen" dijo el profesor Luigi Gonnella, consejero del cardenal de Turín, Anastasio Ballestrero custodio de la famosa reliquia. Estas expresiones llevan implícita la idea de que la existencia de la imagen impresa continúa siendo un milagro, un hecho sobrenatural obrado por el mismo dios judeocristiano. De todos modos ¡el prodigio está ahí, a la vista: sólo las generaciones futuras, después de XIV siglos de la Pasión, tuvieron el privilegio de conocer la imagen de Cristo sepultado en Jerusalén antes de resucitar, y esto por obra y gracia de "los poderes superiores".
     Pero hay más. Ante el fracaso de las prueba de su autenticidad, no ha faltado quien comparara este "milagro" con la teoría del origen del universo en un big-bang, para preguntarse sobrecogido: "¿Habrá estado expuesto el Síndrome de Turín a una especie de moderno big-bang hace unos 2000 años? Este big-bang pudo haber tenido características energéticas únicas, no entrando acá a discutir consideraciones religiosas o teológicas". (Véase: diario La Nación, Buenos Aires 7-12-88 "Cartas de lectores", con el titulo: "Impresión enigmática".
    
También se ha insinuado que el "fenómeno" de la impresión de la imagen, sin bien una obra divina, ha sido producida por un proceso natural, de tipo radiactivo que ha cambiado la naturaleza de las fibras de lino.
     En un artículo de Claude Pierre-Utard, aparecido en el diario La Nación, de Buenos Aires el 23/3/86 (4a. sección, pág. 2) titulado La ciencia examina el Santo Sudario, se dice: "El padre Mosé, en una de sus emisiones: Entre la fe y la duda, evocó las características de la explosión atómica cuyas imágenes están grabadas en nuestra mente tanto como en las paredes y veredas de Hiroshima. Después del Congreso del 78. en Pasadena. en la NASA siguieron las investigaciones y llegaron a la conclusión de que todas las marcas del Sudario son superficiales, son unas quemaduras ligeras como el resultado de una chispa intensísima de una duración infinitesimal, una explosión de vitalidad sobrehumana que desplazó la piedra de la entrada del sepulcro, mientras el cuerpo del Señor se 'deslizaba' a través de las telas, recuperando íntegramente su Ser, hasta el más mínimo coágulo de sangre -no se encontró ninguno- dejando toda su mortaja 'en el lugar anterior'...
     "El profesor Hovelacque que había dicho a su discípulo, el doctor Barbet manifestó: '... pero entonces, en rigor de verdad, Cristo resucitó... 'Después de oir en Pasadena a los técnicos Jackson y Jumper, un periodista, un tal Volpe, miró a los sabios que callaban, miró el rostro del lienzo y preguntó si entonces estas marcas eran resultado de una explosión de energía atómica, de tanta fuerza que había transferido al lienzo la imagen del cuerpo. Contestaron que sí. Entonces Volpe concluyó: "Este sudario testimonia un acontecimiento de porte increíble, pues aquel hombre era Dios y resucitó: aquí está la prueba'...". (La bastardilla me pertenece).
     ¡En fin! Repetimos: ¡hay de todo en la viña del "Señor"! Y cuando lo sobrenatural ya deja de convencer, se echa mano de la ciencia para explicar infructuosamente los "milagros".
     Lástima que, la alianza entre religión y ciencia represente un peligro de naufragio de aquella, pues el peor enemigo de la religión es precisamente ¡la ciencia! que se distancia cada vez más de ella y el resultado final ha sido la desmitificación del Santo Sudario.
     Si bien algunos sostienen que en nuestros días religión y ciencia se aproximan apelando a las modernas teorías del big-bang que nos hablan de una creación de la nada, y a ciertos hechos desconcertantes en el micromundo de la física cuántica, no parecen advertir que en estos casos, lejos de constituir hechos demostrados - quizás para quedar bien con el Génesis bíblico - que mañana pueden desaparecer reemplazadas por otras interpretaciones del universo, la materia y la energía, de acuerdo con el avance de las observaciones.
     Pero a pesar de todo, la Iglesia dice que: "así y todo es incomprensible cómo pudo haber aparecido en el lienzo una imagen que no es pintura, ni tiene pigmento. Sabemos que las manchas rojas son de sangre, pero no conocemos ningún mecanismo de la Edad Media con el que se pueda poner sangre en una tela y simular tan complejos detalles" (Según Luigi Gonnella, asesor científico del arzobispado de Turín). (Diario La Nación, Buenos Aires, 14-10-88).
     Ante esta intrigante aseveración, ¿qué tal si yo propongo la explicación que sigue?: Algún fanático de la Edad Media, con deseos fervientes de demostrar fraudulentamente que la resurrección de Cristo fue auténtica, decidió allá por en los tiempos del caballero francés Godofredo de Charny, impregnar su propio cuerpo con algún ungüento y manchar sus manos, pies, costado, cara y espalda con sangre, para simular las heridas de Cristo, envolverse en una sábana, transpirar allí, y desenvolver el lienzo para obtener de este modo las marcas que durante casi 700 años mantuvieron intrigados a los fieles judeocristianos.
     Existen libros editados hace muchas décadas, que en sus hojas amarillentas presentan toda clase de manchas, efectos acentuados del manoseo. Tengo en mi poder una Biblia editada en 1917 que presenta esas particularidades. También es sabido que los velos de novia, al cabo de los años muestran marcas marrones en las partes que tocaron las manos, la frente y la nariz de la desposada. La transpiración, la grasitud del cuerpo, los ungüentos y lociones, pueden imprimir marcas indelebles en los objetos, sobre todo si son de origen celulósico, que se va acentuando con el tiempo ¡Y esto es todo el milagro!

 

Ladislao Vadas

 

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