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Telepatía y clarividencia

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AUTOENGAÑOS DE LA MENTE
AUTOENGAÑOS DE LA MENTE

Según los parapsicólogos, en algunos casos resulta difícil separar los fenómenos de telepatía y clarividencia. Por ello se ha intentado clarificar sus conceptos, diciendo que la clarividencia es el conocimiento "psigámico" (de Psi-gamma: a su vez de psi, comienzo del vocablo psiké: alma; y gamma, principio de la palabra gnosis: conocimiento) de cosas físicas pertenecientes al mundo objetivo. En cambio la telepatía se distingue de la clarividencia en que se trata de un conocimiento de pensamientos, imaginación, sentimientos y hasta deseos de otra persona, y yo diría que también los contenidos subconscientes según algunos ejemplos de casos que dan los parapsicólogos.

 

En reuniones que realizan estos investigadores de la nada, se han adoptado las siglas PC (pura clarividencia) y PT (pura telepatía) para desacoplar "casos mixtos" y clasificar "casos puros".

Esto a propuesta de un tal Joseph Banks Rhine, psicólogo estadounidense nacido en Waterloo y fallecido en Hillsborough (1895-1980), quien dedicó gran parte de su vida al estudio de las percepciones extrasensoriales, la telepatía y otros fenómenos paranormales de la parapsicología.

Por falta de espacio, no nos podemos extender aquí en muchos ejemplos. Por ello tomaremos en cuenta un caso que menciona el parapsicólogo y sacerdote jesuita de San Pablo, Brasil, Oscar González Quevedo, personaje muy controvertido tanto en el terreno religioso como en el ámbito científico.

Cuenta este jesuita que: "San Juan Bosco fue un notable metagnomo (persona que posee la facultad paranormal de la percepción o experiencia extrasensorial). En dos ocasiones, siendo aun pequeño, soñó el dictado que el profesor le iba a hacer al día siguiente. La primera vez, al sospechar de qué se trataba, saltó del lecho y escribió lo que había soñado. Como era latín y no estaba seguro de la ortografía, llevó el texto a un sacerdote para que lo revisara. Así pudo ir a clase con el ejercicio hecho de antemano.

"En otra ocasión, el profesor preparó un dictado la víspera. El pequeño Bosco aquella noche soñó que leía, y despertando emocionado, lo escribió del principio al final con todo detalle. Al día siguiente, el profesor, por falta de tiempo dictó sólo la mitad. Al corregir las composiciones quedó pasmado al comprobar que Juan Bosco había escrito no solo la parte dictada, sino también y con toda exactitud, la parte que había pensado dictar.

"¿Le habrá Bosco sustraído el cuaderno? La conducta de Juan no permitía tal sospecha. Llamado a dar una explicación respondió simplemente diciendo que había soñado el texto". ( El rostro oculto de la mente. Asunción, Paraguay, Intercontinental/Ñanduti Vivé, 1992, pág. 229 y según cita de Rodolfo Ferro, Biografría y escritos de San Juan Bosco, Madrid, B.A.C., 1954, pág. 5).

A continuación González Quevedo añade: "En rigor, se podría decir que Juan Bosco no soñó la página del cuaderno o libro, sino lo que  el profesor retenía en la memoria.  Por pantomnesia,  el trozo estaría entero en el inconsciente del profesor. Pero esta explicación posible evidentemente, parece más bien complicada que PC (pura clarividencia)".

Es decir, que este caso él lo acepta preferentemente como clarividencia antes que como telepatía.

¿Pura clarividencia? ¿Pura telepatía? Ni una cosa ni la otra. Es absolutamente imposible que una persona lea en las neuronas de otra lo allí almacenado entre miles y miles de datos también retenidos.

Desde el vamos, la telepatía es un imposible. Es un disparate aceptar que mediante algún poder mental se logre dar precisamente en el blanco de los datos buscados almacenados como si estuviesen grabados en  un casete,  para "leerlos"  allí como en un libro. Evidentemente esta  posibilidad  parte de la creencia en un ente espiritual  simple, un alma encerrada en el cuerpo, pero la anatomía y la fisiología del cerebro desdicen esta suposición. (Para conocer una profunda discusión sobre el tema, recomiendo el libro: El yo y su cerebro, de Karl Popper y John Eccles, Barcelona, Labor; y también mís obras El superhombre genético, Buenos Aires, Reflexión, pág. 137, y La esencia del universo, Buenos Aires, Reflexión, capítulo XIV.

Esto tampoco es materialismo en contraposición. Mi posición, entonces, no es ni espiritualista, ni materialista en el sentido clásico, sino "esencialista" en un sentido particular.

Luego, si consideramos que los datos experienciales, las idea innatas y las formadas en base a dichas experiencias se hallan almacenadas en las neuronas cerebrales como en una computadora, mal podemos aceptar lo que expresa González Quevedo refutado por varios racionalistas. Tanto cuando nos habla de pantomnesia conjeturando que el trozo de lección que percibió telepáticamente Juan Bosco estaría entero en el inconsciente de su profesor cual libro en una biblioteca, o un pasaje en una cinta magnética; como cuando nos insinúa que la "lectura" del alumno Bosco habría sido realizada por éste directamente en el texto escrito en papel en poder del profesor, esto es por clarividencia.

Ambos "casos" PT (pura telepatía) y PC (pura clarividencia) son imposibles, y su aceptación un disparate.

En el supuesto caso de PC, ¿cómo sería posible que un "alma espiritual" o alguna forma energética mental se dirigiera durante el sueño del sujeto precisamente hacia el domicilio del profesor, para ubicar allí el cajón del escritorio donde estaban guardados los cuadernos con la lección de marras, quizás una entre innumerables otras lecciones distribuidas en diversos cajones, sobre el escritorio, repisas, biblioteca, etc.? ¿Cómo la mente a distancia podría reconocer un conjunto de letras impresas sobre papel, en realidad un conjunto de microscópicas manchas de tinta formando caracteres, cuya lectura requiere un repaso visual, palabra por palabra, renglón por renglón, página por página, para ser entendido en el sentido del escrito?

¿Es o no un disparate la aceptación a la ligera de este absurdo? En un cuaderno, carpeta o libro cerrados, guardados, ¿acaso pueden ser percibidas las letras, palabras, frases y el sentido del contenido simbólico? En este caso la percepción sin ojos debería suponerse obrada por achicamiento o compresión de la forma de la supuesta energía psíquica trasladada al lugar del objeto, para achatarse, laminarse o intercalarse entre cada dos páginas con el fin de "percibir" las letras, o atravesar el conjunto de páginas en profundidad cual rayo láser para detenerse en la página buscada y "leer" allí los caracteres y luego dar vuelta la penetración en sentido contrario para leer la página siguiente enfrentada esto de modo alternativo. ¡El dislate es evidente!

Para González  Quevedo y para todo parapsicólogo es fácil decir que "hubo una percepción extrasensorial psigámmica",  esto es por clarividencia, que significa el conocimiento de cosas objetivas, es decir físicas,  como las manchitas de tinta que forman caracteres y palabras sobre un sustrato celulósico (papel). Pero... ¡de ahí a conocer su significado abstracto como emanado desde los símbolos! ¡Esto ¡jum! ya no sería cosa objetiva o física señores parapsicólogos! Lo simbólico, lo abstracto pertenecen al reino del alma, a lo espiritual según los creyentes en estas cosas. ¿Existe lo abstracto en un papel manchado con letras del cual pueda emanar de ahí como una sustancia simple, imponderable que no ocupa lugar para invadir la mente del dotado? Por supuesto que no. Además, ¿no quedamos en que la clarividencia es el conocimiento de las cosas física?

Sólo nos queda la interpretación de lo simbólico por parte del sujeto. En este caso la mente, o algún mensajero de la mente, especie de alter ego (otro yo) pura energía, como un duende  se introduce entre las páginas de un escrito y sabe interpretar en forma abstracta los símbolos allí impresos. Esta facultad de "extender la mente" hacia distancias sin límites para leer y abstraer, es lo que resulta chocante para cualquier físico. Símbolo por una parte, observación sin ojos y sin luz por otra y traducción a distancia de lo físico al mundo intelectual, implica un ámbito planetario poblado de formas energéticas mentales que lo impregnan todo con poderes sobrenaturales cuasi divinos y que se expanden y actúan aun a través del tiempo, esto es trascienden el presente si a la clarividencia añadimos la precognición. Sería algo comparable con las invisibles transmisiones radiales que llenan el espacio con infinitas longitudes de onda que son captadas solo por los receptores. Estas supuestas "ondas" con las que sueñan los parapsicólogos ¿dónde se hallan? Por doquier sin que los fìsicos puedan detectarlas? ¿Sólo provenientes de unos pocos dotados o de todas las personas del mundo pero con distinta gradación de intensidad? ¡Gran problema para los parapsicólogos!

Yo más bien creo que los parapsicólogos se hallan embarcados en una cacería de duendes que, por supuesto, no existen, y se engañan interpretando a favor de sus argumentos ciertos hechos fraudulentos otorgando validez intencional a ciertas cosas del azar o sacando conclusiones erróneas de algunos fenómenos naturales mal interpretados o mal investigados.

Veamos ahora cómo se explica el caso de "clarividencia" aquí relatado, del cual fue protagonista San Juan Bosco cuando niño.

No es necesario abundar en detalles para aclarar el episodio. Basta emplear para ello un criterio lógico. ¿Qué pudo haber ocurrido con el pequeño Bosco y su sorprendido profesor?

Fijémonos de antemano que en la descripción del caso se hallan ausentes innúmeros detalles. Nada se dice ,por ejemplo, dónde vivía el profesor, dónde Juan, y si éste tenía o no algún acceso a lo escritos del primero. Estos hechos pueden ser clave. Las cosas dejadas en blanco se presuponen, no se recala en ellas, y se acepta de buenas a primeras que Juan nunca pudo haber tenido acceso a los cuadernos donde su profesor contenía sus lecciones; y el pensamiento de que Juan podía ser un mentiroso no entra en mente alguna. ¡Cómo iba a mentir un futuro santo! "La conducta de Juan no permitía tal sospecha", se dice en el relato. Sin embargo, nadie  puede juzgar con certeza absoluta a los demás. Un santo también puede mentir, sin duda. Además Juan era un niño entonces, y es común que los niños mientan. Una vez adulto pudo haber cambiado, o quizás no si en sus años de madurez, continuaba sosteniendo la "veracidad" de sus experiencias de metagnomo. Esto no lo sabemos, y González Quevedo no lo aclara. Tampoco el citado pasaje del biógrafo Fierro.

Pero sea como fuere, aquí hubo incuestionablemente una mentira para ocultar una travesura de estudiante. Es evidente que el pequeño Bosco tuvo algún modo de acceso a los escritos de su profesor Ya sea en el colegio, en la casa de él o quién sabe en que circunstancias que pasaron inadvertidas para todos. Una vez en poder del material didáctico hizo copia de él para guardarlo y repasarlo hasta aprender de memoria las dos lecciones. Si en algo habría que felicitar al pequeño Bosco de aquel entonces, es precisamente por su prodigiosa memoria en vez de admirarlo por ser poseedor de algún supuesto don de percepción extrasensorial. Es innegable que hubo percepción, si, pero auténticamente sensorial, por la vista, pues leyó y aprendió de memoria los escritos. Esto se desprende con mayor evidencia de la segunda lección. Él la da completa cuando el profesor sólo había dictado la mitad. "Cuando fue llamado a dar una explicación, sólo respondió que había soñado el texto". Se vio obligado a mentir para quedar  bien como hace cualquier niño o adolescente.

Esta y no otra es la explicación del caso. Lo que sugieren los parapsicólogos, es un imposible.

 

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