Uno puede mirar las conductas individuales pero el problema es cuando mira el conjunto y cuando mira cómo el Gobierno con palabras y acciones le presenta a la sociedad cómo piensa operar o resolver determinadas crisis. Por ejemplo, hoy en la Argentina hay una mega crisis de seguridad, a tal punto que Sergio Berni, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, acaba de convocar a policías retirados para que se sumen a las fuerzas de la Policía Bonaerense frente a lo que él considera y todo el mundo considera como un gran problema, sobre todo en el conurbano.
La cuestión mapuche es como una reducción a escala de este gran problema de seguridad. Berni dijo que se trataban de terroristas y que había que mandar las fuerzas de seguridad federales Lo mismo que dijo la gobernadora de Río Negro cuando los mapuches violentos quemaron el Club Andino del El Bolsón.
Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad de la Nación, le sale a contestar diciendo que él no tiene por qué hacerle caso a Berni y éste le contesta: “No, no es que usted nos tiene que hacer caso a nosotros, sino a los 16 millones de personas que no aprobaron nuestra gestión”.
Aníbal Fernández dice: “No tengo por qué mandar las fuerzas federales porque es un conflicto provincial, pero las mandé igual”. Y el presidente Alberto Fernández, que le manda un WhatsApp a la gobernadora diciendo que no las va a mandar, después se ufana de haberlas mandado ¿Cómo manejamos esta cuestión? Como un trabalenguas.
Si pasamos a la economía vemos algo parecido. El presidente le dijo a los empresarios: “El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya fue cerrado”. El ministro de Economía, Martín Guzmán, dice que el acuerdo no se cerró porque el Fondo tarda, porque es burocrático, porque hay cruces geopolíticos en la interna del fondo.
Y Kristalina Georgieva, la directora gerente del fondo, dice: “No lo podemos cerrar hasta que Guzmán nos traiga un plan, no hay un programa económico, por lo tanto, ¿Sobre qué vamos a hablar?”.
Paralelamente, Guzmán que dice querer un acuerdo con el fondo, da conferencias en el Centro Cultural Kirchner con Yanis Varoufakis y con Andrés Arauz, uno griego, el otro ecuatoriano, los dos enemistados a muerte con el FMI ¿Qué señal quiere emitir? No sabemos.
Y ahora insulta a la oposición, a la que va a tener que ir a buscar si es que quiere un acuerdo con el fondo, porque el fondo dice que dado que este acuerdo va a llevar muchos años, va a tener aplicación durante más de un mandato, queremos que la oposición también lo firme.
Respecto de ese acuerdo con la oposición, Sergio Massa dijo: “Ya estamos conversando. El problema es que si lo decimos se arruina”. Lo decía mientras lo estaba diciendo, es decir arruinándolo. Y del otro lado, o del mismo -porque el Gobierno sería el mismo lado-, Victoria Tolosa Paz dice que no están conversando la oposición con el Gobierno, sino que están preparando un golpe.
En medio de todas estas contradicciones aparece Béliz, que va a Estados Unidos a decir “tenemos con los Estados Unidos la misma política de derechos humanos”. En el momento en que lo decía, la Argentina se abstenía en la Organización de los Estados Americanos (OEA) de algo tan flagrante como agresión a los derechos humanos como que en Nicaragua hay una elección en noviembre y todos los candidatos de la oposición están presos sin causa.
Para coronar estas incoherencias, disparates y contradicciones, aparece Juan Grabois, que dijo: “Me hace ruido el patrimonio de los Kirchner”. Ni Beethoven tardaba tanto en detectar un ruido como Grabois porque el patrimonio de los Kirchner se está discutiendo desde hace más de una década. Pero después pidió perdón y dijo: “No me hace más ruido el patrimonio de los Kirchner”. De algún lugar lo habrán llamado.
Frente a esta escena enloquecida, frente a esto que parece un manicomio, la ausencia de Alberto Fernández, entretenido en cuestiones tan secundarias, como ir a inaugurar en Avellaneda, no una fábrica, una máquina dentro de una fábrica que cuesta 200.000 dólares (un departamentito en Flores). Y para mejor, financiada por el Estado. La pregunta que nos hacemos todos ingenuamente es: ¿Habrá una estrategia detrás de todo esto?
Porque la inflación está disparada, el dólar también, la pobreza sube, y después de las elecciones hay que decidir si firmamos o no un acuerdo con el fondo. Es decir, si nos tiramos o no por el precipicio.