“¿Dónde está la bolita, la bolita, la bolita? No pierdan ustedes de vista la bolita”. El hombre, de origen bosnio, mueve en postura arrodillada tres cajitas diminutas en el piso y hace circular entre ellas una bolita en plena Rambla de Barcelona, por donde circulan más de 250.000 personas cada bendito día, la inmensa mayoría turistas procedentes de todo el mapa mundi. Es el "trilero" (por los tres cubiletes que antes se usaban para esconder los dados). “¿Dónde está la bolita, la bolita, la bolita? No pierdan ustedes de vista la bolita”. Cuatro montenegrinos lo rodean y simulan que descubren dónde está la presunta pelotita y cobran en mano presuntos billetitos de 50 euros por haber adivinado la maniobra. Son los "ganchos". Otros tres rumanos controlan, cada uno a unos diez metros de distancia del trilero y los ganchos, si aparece la Guardia Urbana de improvisto. Son los aguas.
-Ey, tú... ¿Eres de Alemania? Tú eres inteligente. Ven a jugar, desafía el trilero en un inglés de supervivencia.
-Ok. ¿Cuánto te puedo jugar?, pregunta el turista (al mismo tiempo, un gancho observa con atención cuando el alemán abre su billetera: cuáles tarjetas de crédito tiene, sin son de débito o gold, cuántos billetes y de cuáles montos lleva encima el jugador. Luego, a través de señas, se lo informa al trilero).
-Veinte euros para empezar están bien -dice el capo del juego- ¿Dónde está la bolita, la bolita, la bolita...? (el trilero mueve las bolitas entre las cajitas y se detiene al cabo de quince segundos).
-Aquí, señala el alemán.
-Oh, muy bien, me has ganado, sentencia el trilero y le entrega 20 euros al turista. (Su gancho le informó que el alemán lleva en la billetera otros dos billetes de 100 euros). Por eso, lo incita al jugador a que vuelva a apostar. Vuelve a jugar, amigo. Eres bueno. Hoy es tu día, mi amigo alemán.
-Está bien. Te juego 100 euros (455 pesos).
-100 euros es mucho... ¿Acaso me quieres dejar en la ruina? No sé... Bueno, te daré la oportunidad. Sólo porque me caes bien (el guión psicológico para disimular está muy bien estudiado).
-¿Dónde está la bolita, la bolita, la bolita...?.
-(El alemán, esta vez, duda). Está allí. Sí, en ésa caja.
El trilero levanta la cajita... la bolita no está allí. El jugador alemán está desconcertado. Mira fijo a los ojos al trilero. Sospecha algo. Resignado, saca el billete de 100 euros y los abona. Clink caja en cuestión de minutos.
La bolita no existe, señores. Es una estafa. Los inmigrantes del Este europeo aprendieron de los viejos trileros de la calle Sant Ramón del Raval, el barrio chino de Barcelona, los trucos mágicos de los mejores prestidigitadores, que malviven junto a narcos y prostitutas africanas y caribeñas. Al arte de esconder una pequeña pelotita de goma o espuma entre los dedos sin ser descubiertos por los ojos de los guiris (turista, según la jerga española) ha quitado de las manos de los ingleses, franceses y alemanes, entre otros, cientos de miles de euros. Se calcula que en Barcelona operan hasta 20 cuadrillas de trileros. En Madrid y la Isla de Mallorca otras tantas. Todas bien organizadas, con cabecillas y jerarquías bien delineadas, como un negocio ilícito muy profesional.
“¿Dónde está la bolita?”. Han pasado de la cajita de cartón al suelo: así se junta y escapa más rápido si se presenta la Policía. Siempre “trabajan” en lugares abiertos y muy concurridos, para no descubrirse ante los ojos de la autoridad. Sin embargo, la Guardia Urbana bien conoce dónde se sitúan –algunos a pocos metros de una comisaría de Las Ramblas- y cómo funcionan estas bandas de apuestas ilegales. Entonces, ¿por qué no los echan o detienen, si están estafando a la gente? En primer lugar, se requiere la denuncia formal de afectado para iniciar una querella y la factible detención. En segundo, si los pillan con menos de 300 euros (la gran mayoría), se trata, tan sólo, de una falta, no una estafa, según el Código del municipio local. Unos 400 euros los sacan del apuro. Se paga la multa y listo. Una y otra vez.
En 2001 se registraron 2.810 actuaciones policiales de este carácter, 3.137 en 2002 y 3.940 en 2005, de acuerdo a las cifras de la Guardia Urbana de Barcelona (más de 350 por mes).
Trilerismo versión engaño
Algunos trileros se dejan detener, al menos una vez, ya que la ley de inmigración española prohíbe la repatriación de un sin papeles (sin un visado, la permanencia de un no nativo en la Comunidad Europea por más de 90 días le otorga ese estatus) si éste dispone de antecedentes penales. Una coartada perfecta para estos estafadores.
Sucede que, a veces, la Policía requisa, en lugar de Euros, Intis peruanos, una moneda que fue corriente en aquel país entre 1985 y 1990. Leyó bien. Las inscripciones y los colores del billete de 50 intis son muy similares al de 50 euros (con esto engañan a los curiosos que se les apelotonan en plena La Rambla), aunque su valor es, trazando una comparación anacrónica, ¡500 veces inferior! Los intis son vendidos a peso por inmigrantes ecuatorianos vinculados con el tráfico de drogas en la Plaza Real, junto a La Rambla.
En 2003, incluso, la Policía detuvo a uno de estos grupos y, entre diferentes monedas, les requisaron 16.000 pesos argentinos. De hecho, por otra parte, en Argentina y Brasil ya han surgido miles de trileros con bolitas o bien con barajas españolas en la última década. Se los ve a bordo de trenes –trayecto Buenos Aires-Mar del Plata-, arreglados con el personal ferroviario, plazas céntricas u otros lugares de gran circulación peatonal, como la calle Florida. Eso sí, aún no han alcanzado tal grado de sofisticación como las bandas de europeos del Este.
El cliente también es seleccionado por la psicología de Los Balcanes. Sí, estos muchachos conocen los perfiles de los diferentes jugadores callejeros y saben a cuál pueden estafar, a cuál no, y cuánto podrían sacarle en la apuesta. Al principio se dejan perder una o dos veces en apuestas de 20 o 50 euros, para que el jugador compulsivo saque de su bolsillo los billetes de 100 o 200 euros. Algunos hasta han financiado unas cuantas borracheras nocturnas de estos grupos de embusteros con un billete celeste de 500 euros (2275 pesos).
Más allá de la picardía y perspicacia de los trileros, la tontería del público turista ha colaborado a la estafa, todo hay que decirlo. Entre las Navidades de 2004 y mayo de 2005, el Ayuntamiento de Barcelona llenó La Rambla con 94 banderas y pancartas con el siguiente letrero: “¡Warning That's not a game, it's a trick! (¡Alerta! ¡Eso no es un juego, es un timo!). Sin embargo, los grupos de ingleses, algunos borrachos, otros contentos de la vida en una despedida de solteros, pero bien distraídos, seguían apostando.
El líder de unos de estos grupos observa su empresa relajado, sentado en un café. Dice llamarse Mirko –nombre croata, para confundir: él es de Serbia- y viste un sobretodo azul oscuro largo, de marca. Es el capo. Enseña las decenas de multas que ha pagado a la Policía. Reclama que “éstos no les dejan trabajar tranquilos”, dado que ellos alimentan a muchas familias en sus países de origen con las recaudaciones de la timba. Pobrecito, ¿no? Luego explica que los doce miembros de su banda, diez hombres y dos mujeres, viven en un departamento de dos ambientes. Según dice, él junta todo el dinero saqueado y a final de mes reparte unos 1.200 euros a cada uno de sus súbditos. Él se queda con unos 5.000 (22.750 pesos), sueldo símil al de un cargo ejecutivo de una gran empresa. Vaya negoción por un trabajo de entre cuatro y cinco horas al día.
“¿Dónde está la bolita, la bolita, la bolita? No pierdan ustedes de vista la bolita”. Los trileros, los ganchos, los aguas y los capos aún siguen allí, haciendo circular presuntas bolitas en los mosaicos grises de La Rambla u observándolas a lo lejos. Son auténticos magos del engaño. Como la bolita, aparecen y desaparecen.
Diego Gueler
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Me encantan estos tipos, puedo pasar horas mirandolos atrapar perejiles. Tendrian que dar catedra en las escuelas de comercio y enseñar el arte de atraer y convencer al cliente. El que juega va por su propia voluntad, nadie lo obliga. En otros paises vi otro juego.... en que lo prometido nunca aparece.... todos pierden, y los clientes estan obligados a seguir jugando.