“No voy a priorizar mi interés sino el del Frente de Todos”. La frase fue mencionada por el presidente Alberto Fernández, este domingo, en una entrevista brindada a Jorge Fontevecchia. Está claro que el interés por el Frente estuvo siempre por encima del interés social, desde el día 1, cuando la hoy vicepresidenta Cristina Fernández lo coronó como precandidato a presidente.
Hace poco soltó otra frase que lo colocó afuera de las verdaderas prioridades: “Todos los días pienso si la capital no tendría que estar en otro lugar que no fuera Buenos Aires”, como si en Argentina no hubiesen otras cosas de las que preocuparse “todos los días”.
En fin, Alberto está muy lejos del reclamo social. Hace apenas dos días publicó en su cuneta de Twitter un corto hablando de las “víctimas de la violencia institucional” en referencia a los fallecidos en medio de las protestas que se realizaron el 19 y 20 de diciembre del 2001.
Es cierto que las condiciones estaban socialmente dadas para que el Gobierno del ex presidente Fernando De La Rúa termine cayendo, incluyendo la renuncia del propio jefe de Estado, pero no se podría haber llevado a cabo sin el empujoncito de algunos vivos amigos del hoy mandatario.
Con Eduardo Duhalde y el “ejemplar” Hugo Moyano a la cabeza, el peronismo bonaerense terminó haciendo caer a un Gobierno electo democráticamente… llámese golpe de Estado.
Hoy el peronismo trata de negar el golpe, insiste en que fue una derrota del modelo neoliberal lo que llevó a que se desarrolle una crisis de debilidad institucional. Pero no hay que olvidar que son los mismos actores que en 2017, mientras se debatía la reforma previsional, apoyaban los piedrazos contra el Congreso.
Mientras en las afueras la furia se apoderaba de la calle, en el interior del parlamento los diputados demostraban, una vez más, no estar a la altura de las circunstancias. El club del helicóptero trabajaba incansablemente, ¿pudo haber sido otro intento de golpe? Por qué no.
Pero incluso mientras la discusión sigue, el Gobierno no esconde sus intenciones de ir contra la justicia y la prensa independiente y disidente. ¿Ello no es acaso un intento de avanzar sobre la calidad institucional? ¿No se estaría haciendo referencia a un “golpe blando” tal cual lo denominó la hoy diputada nacional por el Frente de Todos Victoria Tolosa Paz?
En fin, no hay duda del cinismo del presidente a la hora de hablar del estallido que tuvo lugar hace ya dos décadas y que terminó con la desestabilización de un Gobierno y la renuncia de un jefe de Estado electo democráticamente.
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