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De enigmas y enigmáticos

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CASOS IRRESUELTOS... LA IDIOSINCRACIA DEL PAÍS
CASOS IRRESUELTOS... LA IDIOSINCRACIA DEL PAÍS

"De noche todos los gatos son pardos". Dicho popular

 

 Muchas veces, como se pretende hacer creer, la verdad de los hechos no está a la luz. Sino que, parafraseando a Leopoldo Marechal, “se manifiesta en abierta oscuridad”. “Quiero creer”, rezaba un poster que el agente Fox Mulder (David Duchovny) tenía pegada en su desordenado despacho en los Expedientes X. Pero, ¿en qué, ya que muchas veces las cosas no son lo que parecen? Pues a veces hay que “dar un círculo completo para llegar a la verdad”, como le sugirió un sacerdote a la compañera del nombrado, Dana Scully (Gillian Anderson).

En la historia argentina reciente, en muchas ocasiones determinados sucesos se encuadraron dentro de este esquema. Hechos que, vistos retrospectivamente, siguen generando controversia pues se aventuraron un sinnúmero de hipótesis que no sirvieron para dar en la tecla.


Astillas de distinto palo
 

Una gélida madrugada de junio de 1987 un grupo de, hasta hoy desconocidos, irrumpieron en la bóveda de Tomás Perón, en el porteño cementerio de la Chacarita, y le seccionaron las manos al cadáver incorrupto del tres veces presidente Juan Domingo Perón. Tiempo después, mueren en confusas circunstancias el comisario general Juan Angel Pirker y el juez interviniente en esa causa, Jaime Far Suau. Un par de años antes de esta profanación, misteriosas bombas detonaban en escuelas, sinagogas, comités y unidades básicas que provocaban daños materiales pero ningún muerto. Por supuesto, jamás se halló a los responsables aunque sí se especulaba que, como se señaló en este sitio, los explosivos utilizados provenían de unidades militares. En esos primeros años del alfonsiniato, circularon insistentes rumores acerca de supuestos envíos de armas automáticas que eran ocultados en los sótanos del Hospital Garraham, así como de enfrentamientos solapados entre grupos de la Junta Coordinadora Nacional, servicios de inteligencia y bandas organizadas de ultraderecha. La Iglesia Católica argentina, alineada en su gran mayoría con la dictadura militar, muchas veces alentó desde sus púlpitos a esos cuadros de sacados con el brazo derecho en alto; particularmente con motivo del Congreso Pedagógico en el que desplegaron todo su arsenal disuasivo.

Siguiendo este orden, aún no se sabe con certeza quienes estuvieron realmente detrás de los saqueos de finales de mayo de 1989, que dieron al traste con el primer gobierno democrático argentino. Como tampoco se logró determinar si realmente Gorriarán Merlo actuó solito, en el aún envuelto en sombras ataque al cuartel de La Tablada en enero de 1989.

Durante el menemismo tampoco faltaron la serie negra y roja de acontecimientos extraños que, casi siempre, la justicia y los medios obviaron dilucidarlos convenientemente. Las muertes extrañas del brigadier Echegoyen, Adur, Poli Armentano, Carlitos Junior y los testigos liquidados de ese caso, el Cartero Yabrán, la voladura de Río Tercero, el crimen de Cabezas y otros no son más que muestras en una década donde la regla de oro era una: que no había ninguna.


El crimen de Armentano

El miércoles 20 de abril de 1994, el Rey de la Noche Leopoldo Poli Armentano era víctima de un balazo calibre 22 en la puerta de su domicilio, ubicado en la calle Demaría. Luego de 55 horas de agonía, falleció el viernes 22 en el Hospital Fernández. Dos días después de su deceso, la revista Noticias publicó una interesante investigación firmada por Miguel Wiñaskli y Fernando Fidelef, en la cual desmadejan tan compleja trama:

“Armentano fue víctima de una guerra entre carteles. Oscuras organizaciones se estarían disputando el mercado de los consumidores de droga en algunas disco y por alguna razón se habrían cobrado con Poli supuestas deudas pendientes”, afirmó una alta fuente policial. Esa hipótesis, arriesgada, parte de concebir la competencia entre algunas disco como una batalle entre 'narco-discos'. Algunos locales top serían en realidad pantallas para simular una tenebrosa disputa entre los vendedores de cocaína y los de éxtasis (la nueva superdroga que hizo 'furor' en los dos últimos veranos de Punta del Este). Los grandes dealers de la cocaína apuntarían contra los distribuidores de éxtasis. Otra tesis sugiere que Armentano fue víctima de un ajuste de cuentas por razones sentimentales. Pero la profesionalidad del crimen no se condice con una cuestión de polleras y nada más.

Por último (si bien en alguna instancia se manejó la hipótesis de un intento de robo seguido de asesinato), los hechos apuntarían en otra dirección. El juez Miguel Angel Trovato, que maneja la causa, lo dijo así: "El móvil del robo no me parece suficientemente sólido'. Armentano cayó al piso después del balazo y nadie le sacó su teléfono celular ni su reloj. Un delincuente común no los habría olvidado.

¿Quién mató entonces a Armentano?”.

Sin duda, una muy buena pregunta. A casi diez años de este hecho, los culpables aún siguen en la sombra.

Sin embargo, la muerte de Armentano fue sólo una de la -como se puntualizó más arriba- larga lista de asesinatos aún impunes de la década menemista. En el artículo citado, un interesante recuadro da cuenta de esta modalidad de matar:

“En los últimos asesinatos resonantes aparece un mismo patrón: la muerte rápida, sin rastros a la vista que aparecen como consecuencia de un asalto. Los encargados de las investigaciones de los mismos volvieron a leer sumarios del año 93 y descubrieron un hilo conductor: los sospechados como 'ajustes de cuentas' estarían perpetrados por profesionales en el arte de matar. La hipótesis sostiene que se utilizaron balas de pequeño calibre y los homicidios se realizaron en los horarios en los cuales las víctimas creen que no corren ningún peligro. Ninguno de esos crímenes ha sido resuelto hasta hoy.

Los casos más claros son el del homicidio de Miguel Aboud y la extraña muerte del financista Juan María Bader. El primero fue asesinado por dos individuos a las 0.50 del jueves 30 de diciembre de 1993, en el interior de su coche BMW 525, cerca del Zoológico. Aboud tenía relación comercial con Zulemita Menem, ya que le vendía motos. Bader, por su parte, apareció sin vida en el interior de su auto, en Floresta, con un tiro en el pecho y una pistola calibre 11.25 en su mano. El caso Armentano, para los investigadores, es muy similar”.

Por eso, la lectura del futuro libro de Christian Sanz sobre este controvertido caso, se tornará sin duda imprescindible.


Tirándose con fiambres

En los sucesivos gobiernos de De la Rúa y Duhalde, continuó a nivel solapado esta forma de sacar del medio a seres humanos considerados, por alguna razón aún ignota, sumamente molestos para algunos. Desde agentes de la SIDE, hasta comisarios que investigaban irregularidades en la aduana, pasando por militantes populares y empresarios, fueron blanco deliberado de balazos que partieron de portadores de armas aún anónimos. Con la inseguridad a la orden del día, sobre todo luego de la debacle de diciembre de 2001, estos crímenes fueron fácilmente endilgados a meros “intentos de robo”, aún cuando los supuestos ladrones no hayan levantado ni siquiera una ballenita.

Esto resultó paradigmático en el caso del empresario de la construcción Jorge Fernández Prieto, quien fue baleado a principios de agosto de 2002 en Avenalleda. Cuando se disponía a ingresar a su domicilio, sito en San Martín 919 a bordo de su BMW negro patente CSD396, dos individuos que se desplazaban en una moto le tiraron a matar. Efectuaron, según las pericias posteriores, 13 disparos y le impactaron al menos tres.

Días después, la inefable Bonaerense dictaminaba el homicidio de Fernández Prieto como un mero “intento de asalto”, algo totalmente tirado de los pelos ya que ni siquiera se llevaron el costoso reloj que portaba.

“Todo atentado es un mensaje a un tercero”, alegó acertadamente Jorge Lanata en la emisión de ¿Por qué? dedicado a los atentados a la embajada y AMIA. Entonces, estos casos mencionados acá siempre constituyeron mensajes que los destinatarios entendieron a la perfección. Por eso, muchas veces, las posteriores investigaciones suelen quedar en letra muerta. Tan frías e inertes como los muertos en estos crímenes que, para la corporación mediática nacional y sus adláteres policiales, son travestidos convenientemente como sendos productos de la inseguridad cotidiana.

 

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