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Los balazos de Dallas

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A CUARENTA AÑOS DE LA MUERTE DE JFK
A CUARENTA AÑOS DE LA MUERTE DE JFK

 Exactamente hoy, un 22 de noviembre de hace cuarenta años, cuatro tiros de más de un francotirador acababan con la vida de John Fitzgerald Kennedy, el atípico trigésimo quinto presidente de los EE.UU. Cuando se disipó la humareda de los tiros en la plaza Dealley y se desvanecieron sus metálicos ecos, se echó a rodar la maquinaria del encubrimiento para tapar la necesaria conspiración. Se erigió una ridícula historia oficial en la cual el actor principal era un pobre tipo llamado Lee Harvey Oswald, ex marine, ex comunista, y estrictamente funcional a los turbios manejos de la CIA.

 

 Hace diez años, la revista porteña Noticias publicó un suplemento especial enteramente dedicado al magnicidio de Dallas, coincidiendo con el trigésimo aniversario del mismo. Como se trata de un imperdible, a continuación se transcribirán algunos extractos interesantes.


“Mi marido no fue”

 

 “Durante sus dos días de arresto, Lee Harvey Oswald negó su participación en el asesinato. Delante de la prensa, él mismo confesó: “Soy un cabeza de turco”. En 1964, sin embargo, la comisión Warren, encargada de la investigación, emitió un veredicto sin apelación: Lee Harvey Oswald, antiguo marine convertido al marxismo, era un fanático que había actuado solo, disparando tres balas sobre el presidente desde la sexta planta del Texas School Book Depository. De estas constataciones nacieron las dudas y las sospechas y nuevas investigaciones han demostrado que algunas conclusiones fueron precipitadas. Hoy se ha podido establecer que por lo menos cuatro balas fueron disparadas por diferentes personas, por lo que parece demostrarse que se trató de un complot para eliminar al trigésimo quinto presidente de los EEUU”.

 Pero el plato fuerte de este excelente informe, lo constituyó la entrevista realizada por Charles Magistry a la viuda del Telleldín de turno, Marina Oswald. En la misma, la mujer se encarga de tirar por la borda la ridícula e interesada teoría del loco solitario:

 “En 1963 y durante varios años ninguna duda fue posible: para América entera y para mí Lee era culpable. Pero al final de los años sesenta numerosas voces empezaron a alzarse contra las teorías inverosímiles de una investigación oficial particularmente fallida. Muy pronto se descubrió que el peor enemigo de Warren era el propio informe Warren, ya que algunos testimonios fueron voluntariamente apartados. Hoy nada está zanjado; estoy convencida, como el 80% de los norteamericanos, de que existió una conspiración y que Lee no estaba implicado. John Kennedy era un reformista molesto. Quería entrevistarse con Fidel Castro, ir a Moscú, preparaba una ley con su hermano Robert Kennedy para eliminar la mafia, pensaba abandonar Vietnam y preparaba un programa en favor de los negros. Como puede imaginarse, todo esto estaba muy mal visto por determinados lobbies. Mucha gente deseaba que no fuera reelegido y para ello había que eliminarle. Como lo demuestran algunos archivos, el papel que le fue asignado por el presidente Johnson a la comisión Warren era el de probar la culpabilidad de Oswald como único asesino. De este modo, ¿qué tipo de investigación, sino una parodia de justicia, puede realizarse? Desde un principio, la independencia de los jueces, su imparcialidad, y su honestidad se ven en entredicho, ya que se les ordena trabajar con un fin determinado. Lee, a mi modo de ver, fue hábilmente utilizado. Todas las investigaciones han logrado demostrar que había sido seleccionado por los servicios de inteligencia para un puesto poco importante. La comisión Warren nunca pudo encontrar pruebas contra él, sólo presunciones. ¿En cuando al fusil encontrado en el sexto piso del almacén de libros que habría servido para eliminar al presidente? Si Lee lo llevó allí, nunca se pudo demostrar que lo utilizara, todo lo contrario. El test de la parafina que le hicieron a mi marido dio negativo; por lo tanto no había utilizado ninguna arma de fuego. En realidad, la pregunta que se plantea es: Si Oswald era la cabeza de turco, ¿qué papel le tocó interpretar?. Un juicio correcto y en toda regla le hubiera permitido explicarse, pero Jack Ruby no le dejó esa oportunidad. Si la CIA acepta hoy abrir sus archivos al público, como puede usted imaginarse, ha hecho desaparecer previamente determinados documentos. Lo que sé es que hay pruebas suficientes para exculpar a Lee hoy en día: se sabe que algunas balas fueron disparadas de frente al presidente, y que había al menos dos asesinos, lo que significa que la acción no fue aislada y que hubo un complot.”


La versión de los servicios cubanos

 

 Por esa fecha, más exactamente del jueves 25 de noviembre de 1993, el matutino Clarín publicó una información en la que se hacía constar una inédita versión sobre el magnicidio de Dallas. En una entrevista efectuada al general Fabián Escalante Font, “quien en los 60 estuvo vinculado a los cuerpos de seguridad de Cuba y a la protección de Fidel Castro”, se hacía referencia directa que entre los autores del crimen había dos mercenarios cubanos anticastristas: “De acuerdo a nuestras investigaciones, los que dispararon contra Kennedy fueron cinco personas, tres vinculadas a la mafia de Chicago y dos cubanos anticastristas: Eladio del Valle Gutiérrez y Herminio Díaz García. Esto demuestra la conexión que siempre hubo entre la CIA, los círculos industriales norteamericanos, la Mafia y la contrarrevolución cubana a la hora de articular esta cadena de atentados (se refiere a los intentos fallidos perpetrados por esta banda para eliminar a Castro), como parte de una gigantesca conspiración que llegaría a su clímax con el asesinato de Kennedy.” Además de los tres hombres vinculados a la mafia de Chicago –Leonard “Lenny” Patrick, David Yaras y Richard Gaines-, Escalante aseguró que otros conspiradores contra Kennedy fueron los directores de la CIA, Richard Helms y Richard Bissell, los jefes mafiosos Santos Traficante, Sam Giancana y John Rosselli.


JFK, de Oliver Stone

 

 Para cerrar este informe evocatorio, no podría ser de otra manera que volver los pasos hacia la monumental JFK, del director Oliver Stone. Extenso y esclarecedor filme que fue concienzudamente analizado por Juan Salinas, en las páginas de El Porteño en su edición de marzo de 1992:

 “La película de Oliver Stone es un largo y encendido panfleto cuyo logrado objetivo es convencer de que el asesinato de John Kennedy fue producto de una conspiración del Pentágono, la CIA, la Mafia y las organizaciones de exiliados anticastristas, y que esta conjura constituyó un virtual golpe de estado entre bambalinas.

 Stone deja blanco sobre negro, lo fácil que hubiera sido exponer a la luz los aspectos más obvios de esta conspiración si la célebre comisión Warren no hubiera tenido como objetivo precisamente el antagónico al declarado, esto es borrar las huellas del crimen y encubrir a sus responsables.

 Su tesis es clara y quien ve el film despojado de prejuicios apenas si necesita alguna precisión: la CIA y la Mafia estaban resentidas con Kennedy porque éste les había retaceado el apoyo de la fuerza aérea un año antes, cuando se habían lanzado a la frustrada invasión de Bahía de los Cochinos (o Playa Girón). Pero, sobre todo, apunta lúcidamente Stone, Kennedy se había convertido en un obstáculo infranqueable para la pretensión del complejo militar-industrial de transformar un conflicto de mediana intensidad –el heredado del decadente colonialismo francés en Indochina- en una guerra abierta. El magnicidio posibilitó el ascenso del oscuro vicepresidente tejano, Lyndon Jonson, quien lo primero que hizo fue autorizar una escalada bélica contra el Vietcong y Vietnam del Norte”.

 Analizando todo esto, a cuarenta años del hecho, resulta más que claro determinar quienes resultaron beneficiados con esta muerte anunciada: los siniestros personeros del entramado militar-industrial que siguen siendo los dueños de la pelota, moviendo los hilos que sostienen al delirante belicista George Bush para que todo siga igual que siempre.

 

 Fernando Paolella

 

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