Llevo muchos años intentando entender qué sucede en la Argentina, pero confieso que pocas veces ví algo de tal bajeza moral como lo que presencié el martes, cuando Cristina Fernández inauguró las sesiones de la EuroLat, el encuentro anual de legisladores europeos y americanos. No solamente lanzó un destructivo misil contra su propia criatura –el Presidente, Alberto Fernández- sino que utilizó ese atril internacional para despotricar contra la Constitución Nacional y la división de poderes, el capitalismo, la OTAN, el FMI, la Justicia y el ex Presidente Mauricio Macri.
La horrorosa frutilla de ese incomible postre autorreferencial fue el recuerdo de los varios procesamientos por corrupción que le dictó el Juez Claudio Bonadío, atribuyendo su fallecimiento a Dios actuando como instrumento de su venganza personal. Una claque militante no cesaba de vitorearla (“Lo peor de parte de una sociedad manipulada por la política, es ver a pobres defendiendo a los ricos culpables de su pobreza”, escribió Paulo Coelho) y fue consentida hasta la humillación por quienes presidían el evento, que festejaban con risas cada disparate que salía de su boca.
El ya violento rol opositor asumido por la Vicepresidente, inventora del adefesio institucional que nos gobierna, pone a Alberto Fernández ante una presunta disyuntiva: se independiza de la tutela de su jefa y despide a todos los funcionarios camporistas, que traban la gestión cotidiana mientras roban sin medida desde las cajas más nutridas del Estado (IEASA, YPF, Aerolíneas Argentinas, PAMI y ANSES) o confirma que es sólo un muñeco de papel maché, permanentemente manipulado por Cristina, y entrega a sus más preciados ministros, como ella le exige. Y digo que se trata de una presunta opción porque sabemos que carece de coraje para tal enfrentamiento: es un cobarde, además de un mentiroso consuetudinario.
Sigo pensando que ella no está dispuesta a poner la cara en primer plano y pagar el enorme costo político del monumental ajuste que, ante la negativa a ejecutarlo, le será impuesto por el mercado. El kirchnerismo se enfrenta a un actor complicado en el escenario que su pater familiæ, don Néstor (q.e.p.d.), controlaba a la perfección: la calle; ahora, todos los días los miserables, explotados por ladrones oficialistas y opositores, la ocupan y liman el escaso apoyo que aún mantiene el Gobierno.
La fenomenal inflación (6,7%) –en realidad, la depreciación del peso- registrada en marzo, que en alimentos llegó a 7,2%, está royendo el núcleo duro de votos que le permitió, oculta detrás de la figura empaquetada como contemporizadora de su empleado, regresar al poder en 2019. En la medida en que gran parte de ese fenómeno se debe a la falta de confianza pública en quienes nuestra estupidez colectiva ha puesto a cargo de los destinos del país, todos los pronósticos indican que resultará imposible domarlo mientras no se produzca un verdadero cambio en la cabeza del Ejecutivo, y no es precisamente Cristina quien podría encarnarlo; si ella asumiera la Presidencia, seguramente todos los problemas se verán agudizados por su populismo y se tornarán aún más inmanejables.
Los propios fieles de la emperatriz hotelera están migrando hacia la izquierda trotskista (lo cual genera ya preocupación en la industria, que ve cambiar de actitud a las comisiones internas de sus trabajadores) y también, en cierto modo sorprendentemente por su condición social, hacia el partido libertario que encabeza Javier Milei. Ello significa que, lejos de cerrarse, la grieta que enfrenta a nuestra sociedad tenderá a profundizarse y ese enfrentamiento, como hemos visto en otros países de la región –lo sucedido en La Paz, Santiago, Bogotá y Lima, son claros ejemplos-, podría ser manipulado por los agentes castro-chavistas a los que la intencionada falta de control migratorio ha permitido instalarse aquí. ¿Cuántos cientos de presuntos médicos cubanos, en realidad activos miembros de los servicios de inteligencia, ingresaron al país bajo la protección del Instituto Patria y de Axel Kiciloff?, ¿cuántos se han quedado?
Un amigo, a quien todo el universo político califica como el mayor “conurbanólogo” del país, ratifica que en los pliegues profundos de la más extrema miseria se ocultan, desde hace tiempo, personajes provenientes del Sendero Luminoso peruano, de las FARC y ELN colombianos, del MIR y del FPMR chilenos, a todos los cuales se ha visto actuar a ambos lados de la frontera en la violencia pseudo-mapuche. A ellos habrá que sumar, si se desencadena un conflicto social, no descartable por el deterioro del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones y de la inexistencia de una expectativa de mejor futuro, al PCC brasileño, a los cárteles del narcotráfico y sus sicarios, a los barrabravas de alquiler, al “Vatayón Militante” y a los asesinos liberados de nuestras cárceles con la excusa del Covid.
Lamento enormemente ser tan duro en esta época del año que, por la confluencia temporal de la Pascua cristiana, del Pésaj judío y del Ramadán musulmán, debiera ser un momento de paz y reflexión para todos, pero la realidad y el deterioro cotidiano de nuestra situación no nos permite tomarnos un respiro y recuperar el optimismo. A pesar de todo, deseo fervientemente que tenga una feliz Pascua de Resurrección (Jag Sameaj o Ramadán murabak, si fuera el caso) con todos los suyos, y que el Dios común de todos nosotros, cualquiera sea la forma en que lo nombremos, sea compasivo con esta triste Argentina que nos toca vivir y le permita a nuestra generación, que ya se está yendo, recuperar un país mejor para dejar a nuestros hijos y nietos.