El hombre de antaño miró el cielo, vio conjuntos de astros e inventó la
astrología. Modernamente, la
ufología ("ciencia" de las naves
extraterrestres). Ante supuestos fenómenos inexplicables creó la
parapsicología. Hecho un "erudito" fundó
la teosofía y
la fraternidad rosacruz. Ante el
misterio de la mente aparece el psicoanálisis.
No se olvidó de inventar las reencarnaciones
(el karma); el mito astrológico,
el espiritismo ni el
satanismo. Se rodeó de un mundo fabuloso
que hasta el día de hoy envuelve a muchos.
Todo quehacer noble del ser humano tiene su contrapartida, sus detractores:
la filosofía a los filosofastros; la ciencia a sus pseudocientíficos; el arte
exquisito al arte chabacano; la música a sus musicastros; la psicología a la
parapsicología y al volátil psicoanálisis; la física a la metafísica; la química
a la alquimia de antaño; la astronomía a la astrología de ayer y de hoy; la
medicina a las terapias alternativas y a la homeopatía; la razón a la sinrazón,
y así podríamos continuar ad infinitum,
sin atenernos (por supuesto) a cierta supuesta "ley de los contrarios" que es un
disparate mayúsculo a todas luces.
Los hombres de la, lejana en el tiempo, civilización Caldea, se fijaron en
la posición de los astros al ocurrir el nacimiento de un niño para predecir con
su horóscopo su porvenir, sin pensar ni por asomo que el
zodíaco era tan solo un mito surgido de
una burda observación del cielo. Sabemos hoy que las estrellas que supuestamente
trazan las figuras zodiacales (de zodíaco, del latín
zodiacus: animal, figura) repartidas en
doce antojadizas constelaciones, no se hallan relacionadas entre sí y no se
encuentran en un mismo plano. La astrología, está de más decirlo entonces, es
sólo un mito a años luz de ser una ciencia de los astros como lo indica su
nombre.
Muchísimo más tarde, ya en pleno siglo XX, nace otro mito: la
ufología, que trata sobre los
platos voladores; (platillos volantes
para los españoles) como supuesta ciencia que estudia lo que no existió ni
existe, ya que, equivale a la caza de fantasmas.
Bastó que alguien observara cosas en el cielo como aviones, "babas del
diablo" (producto de arañitas que tejen sus telas cual copos de algodón que
vuelan), aves, globos sonda, satélites artificiales, fenómenos atmosféricos,
aerolitos, planetas (quizás también barriletes), etc., para que naciera el mito
de los "platos voladores" tripulados ya sea por marcianos, venusianos,
extragalácticos o... ¡vaya a saber de que procedencia ("quizás de otra dimensión
del espacio-tiempo")!
La cuestión fue que hubo "oleadas de invasores curiosos" en nuestra
atmósfera, y... para algunos terráqueos, según sus propias narraciones,
"contactos del tercer tipo", es decir: téte-a-
téte.
Con respecto a dar una lección aclaratoria sobre este "serio" tema
"extraterrestre" para aquellos que no existían aún en los tiempos de las
"oleadas de avistamientos", me siento motivado a explicar que:
contactos del primer tipo eran
sencillamente aquellos cuando alguna persona, en cualquier parte de la Tierra, o
algún astronauta en el espacio exterior, observaban el paso de un objeto volador
no identificado.
En cuanto a los contactos del segundo
tipo, estos se refieren a los casos en que el vehículo extraterrestre
dirigido deja señales en la Tierra (como pasto quemado, ramas de árboles
quebradas, hongos que crecen en círculos, etc.).
Mas los contactos del tercer tipo,
consisten en darse directamente la mano los extraterrestres con los humanos (al
estilo terráqueo) para decirles "¡Hola! ¿cómo les va?"
Todo esto, a todas luces, es puro disparate señores, todo esto lo dicen,
desconociendo o tirando por la borda a la astronomía y a la ciencia biológica en
pleno. (Remito al lector a mi obra titulada:
Naves extraterrestres y humanoides; subtitulada:
Alegato contra su existencia (Imprima Editores,
Buenos Aires).
Como acotación al margen, sólo me resta añadir que, jamás de los
jamases, astrónomo, cosmólogo, ni biólogo alguno (me refiero a gente seria e
ilustrada) tuvieron contactos con el primero, ni con el segundo, ni con el
tercero (ni con un "posible" cuarto) tipo, con seres alienígenas. (¿Qué curioso,
no es cierto? Tan sólo los legos en estas materias "los tuvieron").
Todas estas cosas las inventaron los "platillistas", tratando de
convencernos con la finalidad de vender sus "bellos" libros sobre el tema y
obtener buenas ganancias a costa de la credulidad de muchos. Para refrescar mi
opinión sobre el tema véase el cap. VI de mi obra mencionada más arriba.
En cuanto a la parapsicología (de
para: anormal; psique: alma y logos: ciencia) también denominada pomposamente
metapsíquica, que nos habla de cosas así
como la telequinesia, sexto sentido,
transmisión del pensamiento y otras tonterías, es tan solo una falsa
ciencia que se vale de meras fantasías y se guía por las más puras apariencias
(léase errores de observación y de interpretación de los hechos), si no de
simples invenciones con el fin de cautivar a un público incauto (la mayor parte
de las veces con propósito de lucro). (Véase mi libro:
El mundo ficticio. Editorial Reflexión,
Buenos Aires).
Los parapsicólogos nos hablan de extravagancias tales como la
hiperestesia (el inconsciente se acuerda
de todo), el cumberlandismo (adivinación
por contacto), la xenoglosia (el
inconsciente como la mejor escuela de lenguas), el
psi-gamma, abierto al conocimiento
extrasensorial que puede abarcar ¡todo el mundo!, la
precognición (conocimiento directo del
futuro), la telepatía, la
clarividencia, la ya mentada
telequinesia ("que puede mover
montañas") y otras yerbas. Todo esto y mucho más, son todos puros disparates
señores, y... ¡Basta ya de desvaríos, por favor!
De más está decir también, como acotación, que jamás de los jamases, en
parte alguna del mundo, los físicos serios han podido provocar ¡un solo
"fenómeno" parapsicológico! y... ¡ni siquiera observarlo como prodigio
espontáneo!
¡Qué fuerte garrotazo propinado a los ilusos (¿o tramposos?)
parapsicólogos, ¿no es cierto?!
En cuanto a la teosofía, alias
"conocimiento profundo de la Divinidad" (sic). ¡bueno!, ¡aquí casi sobran las
palabras! Profesada antiguamente en la India, Egipto, Grecia, etc., comprendía:
una teogonía o "ciencia de los
principios absolutos"; una cosmogonía,
realización de los principios eternos en el espacio y en el tiempo o involución
del espíritu en la materia; una psicología,
constitución del hombre y evolución del alma a través de la cadena de la
existencia, y una física, ciencia de
los reinos de la naturaleza terrestre y de sus propiedades.
Es de señalar que, la base de todos los teósofos, es con raras excepciones,
un panteísmo por lo general emanantista.
Entre los principios de todos los seres (Dios y el hombre), imaginan una
jerarquía de divinidades inferiores.
A su vez los teósofos inmanentistas,
sustituyen esos semidioses por ciertas "fuerzas ocultas" de la naturaleza,
manifestación del espíritu divino que anima el cosmos, como el espíritu humano
el cuerpo del hombre.
Cae de maduro que todas estas lucubraciones que fueron fabricadas tiempo
ha, poseen una base precientífica (desde cuando el término
lucubrar significa: imaginar sin mucho
fundamento).
Modernamente, esta pseudodisciplina ha sido reflotada con algunos añadidos.
A su vez, los adeptos al rosacrucismo
(o Hermandad de la Rosacruz) fraternidad de origen alemán, fundada por un
tal Christian Rosenkreus, posee una doctrina que aúna concepciones religiosas
orientales con otras derivadas del cristianismo.
En el corazón de Europa, Viena, hace su irrupción en la "Ciencia del alma",
un tal Sigmund Freud, quien crea (con toda la inocencia y buena voluntad del
mundo) una pseudociencia (para él ciencia) denominada
psicoanálisis (de psique: alma, y
análisis: resolución), método que equivale a un oráculo cuando las pitonisas dan
de un hecho, explicaciones al tuntún. Ante un caso de desequilibrio mental, diez
psicoanalistas darán diez explicaciones diferentes entre sí, sin ponerse de
acuerdo jamás. Esto porque sólo ponen al vuelo su imaginación ante un "pobre
diablo" que padece un serio problema mental expresado en una neurosis. (Debe ser
por eso que existen tantas escuelas psicoanalíticas diferentes dispersas por el
mundo, y es muy probable que "se den con los cuernos" al disentir culpándose los
unos a los otros de lo fracasos por la diversidad de opiniones).
Pasando a otro tema, siguiendo el hilo del principio de este "esotérico
capítulo", surge el interrogante: ¿por qué el invento de las
reencarnaciones? Se responde fácilmente:
porque el hombre apetece la carne, no se resigna con ser sólo espíritu alguna
vez (quizás sin ojos, oídos, tacto, olfato ni gusto, ni goce sexual). Así es
como inconscientemente (aquí parezco casi un psicólogo que escribe) se desea
continuar teniendo cuerpo después de la muerte, porque... ¡eso de ser sólo un
alma, ya sea errante por la Tierra (como creen algunos) o volando por los
amplios cielos!, resulta un poco deprimente el no poder "palpar" el entorno con
los cinco sentidos corpóreos, en "un mundo celestial" que no se sabe a ciencia
cierta dónde se halla ubicado.
En cuanto al "misterioso", inquietante y a veces aterrorizante espiritismo,
con sus voces misteriosas de los difuntos, figuras fantasmagóricas que deambulan
por oscuros rincones del recinto de sesiones, cortinas que se mueven, mesas que
se elevan y otros "prodigios" protagonizados por los muertos vivos en forma de
espíritus, que acuden al llamado de sus parientes durante las tenebrosas
reuniones, todo sumido en una atmósfera de misterio y penumbra, subyuga a muchas
personas sugestionables. La sugestión es el motor principal que hace ver lo que
no existe y oír lo que no suena.
A su vez los señores satanistas con
sus aquelarres presididos por el jefe cornudo, léase: legendario Satanás, pueden
ser personas que viven en las tinieblas de la ignorancia total, ya sea rebeldes
a la religión (quizás frustrados en sus esperanzas puestas en un Dios bueno) o
ansiosos de experimentar truculentas emociones que, según mi óptica, rayan en lo
morboso.
La sangre de un gallo que corre, las blasfemias del "jefe cornudo" que
preside las ceremonias contra la hostia inmaculada y el mismo Cristo en persona,
así como colocar una cruz invertida, pueden satisfacer a los morbosos. Parece
ser que cuanto más se ofende al inocente creyente, mayor placer se experimenta,
rayano en el sadismo.
¡Realmente! Los aquelarres y las orgías se me figuran como cosas de locos.
A veces, cuando leo sobre estas barbaridades y otras extravagancias del "Mono
sapiens" alias Homo sapiens, me parece
estar viviendo en un inmenso manicomio que es todo el Globo Terráqueo con sus
510 millones de kilómetros cuadrados de superficie y los hoy por hoy algo más de
6.300 millones de "sapiens"
desparramados por el orbe, entre los cuales se encuentran no sé cuantos millones
de locos.
Podemos ver a continuación, qué es lo que ocurre con nuestra sacrosanta
medicina y enterarnos cómo se la denigra mediante prácticas totalmente alejadas
de toda ciencia. El mal denominado arte de curar (porque no es un arte) se ve
enfrentado con diversos competidores como los
homeópatas y las múltiples mal denominadas "medicinas" alternativas.
En primer lugar, cabe señalar que las diluciones homeopáticas
infinitesimales, no sirven para nada (en todo caso, simplemente como placebo,
que "cura" por sugestión a aquel "paciente" que no tiene más que un problema
psíquico somatizado).
Una pauta de que los homeópatas bromean, es ese desafío que hacen a la
física y a la química, diciendo que hay efecto terapéutico en dosis
infinitesimales de medicamentos homeopáticos, que son eficaces ¡aún más allá del
número de Avogadro! (véase química). De
modo que continúan actuando aun si su presencia teórica en la dilución
homeopática es de ¡sólo una molécula!
Creo que aquí sobran las palabras; pasemos pues, a otro tema ¡y
rápidamente!...
También en varias disciplinas esotéricas se suele hablar de cierta ley de
los contrarios (como si fuera un gran descubrimiento, como una verdadera hazaña
del pensamiento) a saber: frío-caliente, blanco-negro, húmedo-seco, bueno-malo,
alto-bajo, etc. Son muchos los que creen esto y están convencidos a carta cabal
de la alta sabiduría de aquellos que supieron ¡darse cuenta! de estas "verdades
absolutas". (¡Incluso algunos filósofos).
Para abordar esta creencia y desmitificarla, basta con pensar un poco, sin
necesidad de devanarse uno los sesos.
Este último tema ya lo he abordado en un artículo anterior de Tribuna de
Periodistas, que he titulado: El yin yang ¿una
ley de los contrarios? al cual remito al lector.
El mundo de ficción creado por la rica fantasía humana que no descansa
jamás, tomado como realidad en muchos casos, es inmenso. ¡Quizás tanto como el
número de neuronas que lo crea!
¡Verdaderamente! Para aquellos, los que gustan entretenerse con estas
cosas, hay todo un universo por delante y pueden pasar su vida sumidos en el
mundo creado por la mente. ¿Para qué? Es cuestión de gustos. Otros se dedican a
las novelas, a la poesía, a la lectura bíblica... ¡En fin!, repito, todo es
cuestión de gustos pero... ¡Cuidado! Las pseudociencias y pseudoverdades, pueden
acarrear daños irreparables si, por ejemplo, de medicina (pseudomedicina) se
trata, añadido esto al fanatismo y otras lacras con su consecuente violencia
entre personas y naciones por creencias opuestas, como los prejuicios
religiosos, y otras controversias sin base científica, con el saldo de
lamentables víctimas.
Ladislao Vadas