Los mitos, las religiones y las cosmogonías están muy
emparentados.
Los mitos poseen dos sentidos que pueden hallarse entremezclados. Unos
pueden significar algún hecho real disfrazado o adornado con elementos
fantásticos. Otros son puras invenciones fantasiosas que carecen de base
real alguna y sólo intentan explicar fenómenos enigmáticos del mundo o
simplemente se trata de fábulas para entretenerse.
Históricamente pueden distinguirse tres puntos de vista sobre el mito a
saber: 1) el mito como forma atenuada de intelectualidad. 2) Como forma
autónoma de pensamiento o de vida. 3) Como instrumento de control social.
Y realmente, en la Antigüedad clásica el mito fue considerado como un
producto inferior o deformado de la actividad intelectual. Se le atribuyó al
menos la "verosimilitud" frente a la "verdad" interpretada como tal por el
entendimiento precientífico. Platón ciertamente opone el mito a la verdad,
sin embargo le reconoce a la par cierta verosimilitud que en ciertos
ámbitos posee la única validez y en otros significa aquello de lo cual no es
posible hallar nada más verdadero. (Platón, Gorgias, l5l27 a.).
De modo que, lo que el mito expresa es indemostrable, tampoco
concebible con claridad, no obstante, su significado moral o religioso,
resulta claro.
En su segunda concepción el mito no es una verdad intelectual
corrompida o deformada, sino una verdad auténtica, aunque muestra diferencia
con lo intelectual. Es una verdad de forma fantástica, o podríamos decir,
poética, nacida de la necesidad de abstraer lo natural. Una manera de pensar
de pueblos enteros. Fue el romanticismo el que se apropió de este
significado del mito y lo amplió al punto de darle la categoría de una
metafísica teológica.
El tercer concepto sobre el mito es el que surge de la moderna
teoría sociológica.
El antropólogo Bronislaw Malinovski ve al mito "no como una simple
narración ni una forma de ciencia, ni una rama del arte o de la historia, ni
una narración explícita. El papel del mito es sintéticamente el de reforzar
la tradición". ( Magic, Science and
Religión, 1955, pág. l46). Así el mito no se limita a la mentalidad
de los primitivos, pues resulta indispensable a toda cultura.
Sin embargo, la antigüedad se hallaba plagada de mitos. Todo pueblo
primitivo los tenía, las grandes religiones también. Incluso la ciencia
poseía y posee sus mitos, a veces solapados, y cuando son descubiertos por
la razón y la experiencia basada en nuevos descubrimientos, se anulan o
pasan a ser pseudociencias.
Veamos algunos casos de la antigüedad como el nacimiento del Buda:
"El soberano de Capilavasta es justo y bueno, se llama Cudhodhana,
tiene por esposa a Maya, virgen aún, que ha de ser madre de Buda. Maya ve en
sueños abrirse el cielo y a un elefante joven, blanco, sin mancha, con
colmillos de oro, bajar y penetrar en su seno por el costado derecho". (De
Milloué, Les religions de l'Inda,
pág. 147, citado por R. de la Grasserie y R. Kreglinger,
Psicología de las religiones, Pavlov,
México, s/f. pág. 56).
Otra leyenda semejante es la del nacimiento de Confucio. Se decía que
su madre había visto aparecérsele un animal parecido al rinoceronte
denominado Khi-lin que se acercó a
ella y dejó deslizar en su boca una piedra preciosa. Su padre tenía setenta
años.
Todos los occidentales conocemos el anuncio que el arcángel Gabriel
trajo a la Virgen María de que el Verbo divino tomaría carne en sus
entrañas, dejando intacta su pureza virginal, y que sería madre de un niño
al que llamaría Jesús. Esta leyenda no posee otro motivo que destacar una
paternidad divina que sustituya a la humana, en el caso de este personaje
divinizado.
Desde el punto de vista moral, la maternidad sexual implica una mancha,
producto de la unión del espíritu con la materia. Según los ascetas, el
espíritu de este modo se denigra.
Vemos aquí entonces la incidencia de la moral en estas leyendas: la
madre de Buda también fue virgen, lo mismo la de Confucio. Minerva, diosa
romana de la sabiduría, es otro ejemplo. No nació de un parto sino del
cerebro de Júpiter.
Vemos a través de las diversas mitologías que el mito no es solamente
antropomórfico. Como ejemplo tenemos los mitos
solares como el de Osiris. Pero a veces, en este caso ambos se
confunden al punto que no podemos conocer a ciencia cierta si se trata de un
mito humano o un mito divino. En algunos casos ambos coexisten y se
confunden.
En el terreno religioso los mitos abundan sobremanera en las religiones
politeístas, no así en las monoteístas.
Mientras la inmortalidad del alma, por ejemplo, entra en el campo
dogmático, la descripción del paraíso o del infierno entra en el ámbito
mítico. Tenemos como ejemplo los Campos Elíseos, especie de paraíso pagano
adonde habían de ir las almas buenas, y el Tártaro, infierno que servía de
prisión a los dioses vencidos y a los héroes que habían ofendido grandemente
a Júpiter.
Algunos psicólogos de las religiones hablan de una verdadera
ley del mito, dada su universalidad,
y dicen que "lo que la ley del simbolismo es en el culto, lo es la del mito
en la doctrina religiosa". Pero lo indudable es que el mito resulta de una
necesidad antrópica. Desde niños nos gustan las fábulas, las narraciones,
los cuentos, y nuestra propia fantasía se nutre de las fantasías de los
demás que las inventan y pasan al papel en forma escrita. Antiguamente lo
expresaban oralmente, de generación en generación. Las sagas, aventuras de
los héroes, fábulas zoomórficas, historias de imaginarios dioses que
poblaban el mundo, se transmitían por tradición oral. Hoy es la pantalla de
televisión la que capta a los niños que permanecen horas ante la ficción.
Los antiguos civilizados y los pueblos primitivos no eran distintos de
nosotros en su esencia. Eran personas como nosotros y sin cine ni televisión
gozaban igualmente de la fábula.
Para uno de los pueblos menos civilizados, los bosquimanos, el Ser
Supremo era un insecto, algo así como un saltamonte o un
mantis (vulgarmente denominado
rezadora o tata dios) apodado
por ellos ikaggen. Este "dios" es
protagonista de una serie de aventuras que parecen haber sido inventadas mas
bien para entretener a los niños que dar una explicación del mundo. El
Ikaggen es creador de la luna, cosa que realiza mediante su sandalia. Entra
en lucha con un gato hasta ser tragado y luego vomitado vivo. Puede tocar a
las serpientes con una vara para transformarlas en hombres.
Para los zulúes, Gat, un
antepasado prehumano es el dios principal. Hijo de una piedra, tuvo once
hermanos todos ellos ladrones. El más joven de todos, una especie de demonio
comparable a Ahrimán trata de deshacer toda la obra de Gat. Antes no
existían las tinieblas, pero el destructor se compró a la noche
personificada en Qong. Con un
cuchillo de obsidiana roja hizo la aurora y las aves anunciaron la mañana.
Por su parte Vui, un poder
maligno había dado muerte a todos los hermanos de Gat pero este los
resucita. Gat va acompañado de la araña Marawa que halló mientras cortaba un
árbol para construir una canoa. Pero esta araña destruía cada noche el
trabajo como lo hacen otras con sus telas, hasta que Gat logró congraciarse
con Marawa que fue luego su protectora.
En la polinesia existe el mito de un niño rechazado por su madre
llamado Mui transformado en héroe.
Con su gran poder adquirido ubica en sus puestos al sol y la luna, aniquila
a los monstruos, crea los anzuelos para la pesca y hace emerger una isla
desde el fondo marino.
Se dice que si hubiera logrado atravesar el cuerpo de la Noche
considerada como una mujer, entonces los hombres hubiesen sido inmortales.
Pero esto fue malogrado porque un pajarillo despertó a la Noche. (Véase: R.
de lal Grasserie y R. Kreglinger,
Psicología de las religiones, Pavlov, México, s/f págs. 211 y 212).
La mitología grecolatina es inmensa con sus aventuras de dioses y
diosas. También la mitología escandinava es rica en invenciones. Recordemos
a Odin, el dios supremo de la mitología nórdica adorado esencialmente por
las familias de la nobleza, muchas de las cuales se gloriaban de ser sus
descendientes. Protector de la cultura, inventor de las runas, dios de la
sabiduría, la poesía, la magia, la profecía, la guerra, era el jefe de las
walkirias. Se cuenta que luchó
heroicamente contra los gigantes.
Los gigantes siempre han obsesionado a las mentes primitivas. Neta
creación mental, los gigantes aparecen tanto en la cultura azteca como entre
los hebreos.
Según el antropólogo Vaillant "los aztecas creían que el mundo había
pasado por cuatro o cinco edades (o Soles) y según la gran Piedra del
calendario azteca como versión de Tenochtitlan la primera edad llamada
Cuatro Océano, tenía a Tezcatlipoca como dios reinante, quien al final, se
transformó en el Sol, en tanto que los jaguares se comían a los hombres y a
los gigantes que en aquel entonces
poblaban la Tierra". (Véase: George C. Vaillant,
La civilización azteca, Fondo de
Cultura Económica, México 1973, pág. 143).
En la Biblia podemos leer: "En aquel tiempo había
gigantes sobre la tierra y también
después cuando los hjos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y
éstos engendraron hijos". (Génesis 6:1-4).
En el mundo griego antiguo fueron inventados los
cíclopes, uno de cuyos exponentes es
el siciliano Polifemo. Gigantes,
hijos del Cielo y de la Tierra, "de los cuales se decía" (como si fuese
verdadera su existencia) que tenían un solo ojo en medio de la frente y se
los imaginó como fabricantes de rayos para Júpiter en la fragua de Vulcano
situada en las entrañas del monte Etna.
Aquí, en este sitio podemos apreciar claramente cómo un volcán con su
fuego interior puede encender la imaginación para crear fábulas como la de
Vulcano y otras leyendas.
En los pueblos del Norte de Europa surgió otra clase de gigante que se
alimentaba de carne humana: el ogro.
El canibalismo en forma de mito es también muy antiguo. Saturno
divinidad del Olimpo helénico y dios itálico, era hjo de Urano o del Cielo y
la Tierra y había destronado a su padre, y para que sus hijos no lo hicieran
correr la misma suerte los devoraba al nacer, pero su esposa Rea se las
ingenió para salvar a Júpiter, Neptuno y Plutón. Júpiter destronó a su padre
y dividió con sus hermanos el gobierno del universo. Entre las pinturas
"negras" de Goya, podemos apreciar una de las más horribles donde se
representa a Saturno devorando el cuerpo de uno de sus hijos.
Sería interminable detallar todos los mitos de cada pueblo, de cada
época. Para ello sería menester destinar una obra monumental al tema,
compuesta de un sinnúmero de tomos de formato grande. Prosigamos entonces
ofreciendo sólo un breve pantallazo acerca de los seres fabulosos inventados
por la fantasía.
Como todos conocemos, los dragones chinos; las serpientes marinas
gigantes; el fauno de los campos y
selvas con su otra versión: el luperco
en cuyo honor se celebraban las fiestas lupercales; las sirenas
(ninfas marinas con busto de mujer y cola de pez); los
gnomos de los veneros de las minas;
los traviesos duendes que se
posesionan de algunas mansiones; las
sílfides del aire con figura de mujer y alas de mariposa e infinidad
de inventos mentales llenan el folclore de todos los pueblos.
Existe cierta universalidad en los distintos folclores de regiones
distantes del planeta. Por ejemplo, en el nordeste argentino y el Paraguay
existe la réplica del dios Pan
griego cuya súbita aparición ante los caminantes infunde terror y de ahí el
calificativo de pánico que ha
persistido en varios idiomas. Se trata del
pombero que en los parajes solitarios asusta a los pobladores y rapta
a los niños.
Los fuegos fatuos del Viejo Mundo también tienen su similar en la
región rioplatense donde la gente de campo en ocasiones se ve perseguida por
la "luz mala".
La mente humana también tiene tendencia al cruce de diversas especies
de animales entre sí o estos con la figura humana para obtener seres
fabulosos.
Así, igual que en el caso de las sirenas mitad mujer y mitad pez,
también tenemos a la quimérica Quimera
(valga la redundancia), monstruo que según la fábula vomitaba llamas
y tenía la cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.
Con los ingredientes consistentes en un rinoceronte, un colmillo de
cetáceo narval y ciertas esculturas antiguas que representaban toros de
marfil con un solo cuerno, los inspirados creadores de mitos formaron el
unicornio, esta vez un caballo con
el cuerno ubicado en la mitad de la frente.
Así también está construido el famoso Centauro, el monstruo mitad
hombre y mitad caballo que, estando en Florencia en la Galería Ufizi, pude
admirar en un cuadro de Botticelli
Entre los aztecas podemos apreciar la escultura de la
madre de los dioses de más de 2
metros de altura que ostenta su poder mediante atributos que transmiten la
idea del temor: dos cabezas de serpiente, un collar de cráneos, manos y
corazones humanos y un sayal de serpientes entrelazadas. El
Monstruo de la Tierra está
representado en sus pies en forma de garras.
Los asiriocaldeos nos legaron la figura del dios Marduk, antropomorfo
alado con cabeza de águila.
Los egipcios a la diosa Anubis con cabeza de chacal, a Thot con cabeza
de ibis, Horus con caberza de halcón y Sekhmet, la diosa de las curaciones
con rostro de leona. Entre los asirios tenemos la representación del toro
alado con cabeza humana, barba y peinado asirios, que forma parte de un
relieve del palacio del rey Sargón II.
En la puerta del palacio de Jerjes, en Persépolis, figuraba el toro o
león alado androcéfalo, un motivo decorativo muy utilizado por los persas.
En todos estos casos podemos ver cómo trabaja la imaginación combinando
seres vivientes heterogéneos para dar como resultado a "seres" semihumanos y
semianimales con carácter de divinidades.
Así también se explican los mitos de hoy, representados por los
"monstruos" actuales que nos describe la
criptozoología
que pretende ser una ciencia, pero que nada tiene que ver con la auténtica
zoología, cayendo de bruces en la categoría de las
pseudociencias.
Según los mitos de la
criptozoología, existen animales
ocultos que a veces son descubiertos por "ciertos investigadores",
como el chupacabras, el gnomo de Gerona
manpinguri, ratas gigantes y monstruosas, la bestia de Gevaudan que
asesinó a mas de 20 personas, mujeres y niños, entre los años 1764 y 1767 en
el centro de Francia. Un cocodrilo extinguido hace 29 millones de años
descubierto en Brasil; mamuts
sobrevivientes en Siberia "vivitos y coleando",
el demonio de Devonshire, cuyas
extrañas huellas fueron halladas en el parque homónimo, criatura de una
sola pierna que saltaba hasta 6 metros de altura; sin faltar el famoso
Yeti, Pie grande de hoy; los
sirenos; el
pombero del Norte Argentino; el
vampiro como representante del diablo; el
monstruo del lago Loch Ness de Gran Bretaña;
Opongo del lago canadiense Okanagan,
al parecer de los criptozoologos "pariente del monstruo del Loch Ness; el
"nahuelito" del lago Nahuel Huapi
del sur Argentino; la serpiente argentina "ordeña vacas" de los establos; el
lechuzón de mal agüero según los supersticiosos; las mariposas que traen
mala suerte y otras inofensivas o quiméricas criaturas.
Todos estos, y muchos más, son los mitos y seres fabulosos de hoy.
Vemos así que la mitología de antaño aún continúa vigente en hogaño.
Ladislao Vadas