Si hay alguien que comprueba la exactitud de la frase, ese es Sergio "Aceitoso" Massa, el camaleónico personaje que nació en la UCD de Alvaro Alsogaray, pasó a integrar el gobierno de Carlos Menem, siguió con Eduardo Duhalde, se alió con Felipe Solá y Francisco de Narváez para derrotar a Cristina Kirchner en su disputa contra Esteban Bullrich, se alió con Roberto Lavagna y Miguel Angel Pichetto para detener al kirchnerismo, juró ante las cámaras que barrería con los ñoquis de La Cámpora y metería presos a sus dirigentes y, finalmente se unió con éstos para ganar las elecciones de 2015 con el desfondado Frente para Todos y presidir la Cámara de Diputados.
También el mejor ejemplo de favorito de los grandes capitales es el entronizado “casi super” Ministro de Economía, que reúne el apoyo del no tan curioso entramado que integran José Luis Manzano y Daniel Vila, Enrique y Sebastián Eskenazy, Claudio Belocopitt, Mauricio Filiberti, Jorge Brito, Marcelo Midlin, José Luis Lengeri, Alejandro Bulgheroni, etc., algunos de ellos cómplices en el saqueo y todos sospechosamente enriquecidos por los Kirchner desde su origen en los lejanos tiempos de Santa Cruz.
Este cuarto gobierno de gangsters estaba rascando el fondo de la lata para encontrar a quien estuviera dispuesto a recibir esa brasa ardiendo en que el fracaso de los Fernández² han convertido a la economía, a punto tal que muchos cuentan que, cuando Martín Guzmán tiró su renuncia por Twitter, apagaron sus teléfonos para evitar exponerse al rechazar una súplica oficial para aceptar el cargo entonces vacante.
Y no era para menos, toda vez que cada vez es más notorio el desprecio y el manoseo al que la cúpula del FpT somete a sus funcionarios, convertidos en eunucos esclavos; ya lo experimentó Solá cuando se enteró, en viaje hacia una cumbre internacional, que había dejado de ser Canciller; lo mismo ocurrió con Silvina Batakis, a quien sacaron el banquito luego de decir en Washington que tenía todo el apoyo de Cristina y ni siquiera había tenido tiempo para contratar una asesora de vestuario, Daniel Scioli, que tuvo que volver a la Embajada en Brasília con el rabo entre las piernas después de ser un optimista y creyente Ministro de Industria por poquísimos días, y Eduardo Hecker, que estaba por presentar un nuevo producto del Banco Nación cuando su teléfono le avisó que lo habían eyectado de su Presidencia.
Y digo “casi super” refiriéndome al Aceitoso porque, a pesar de los off de record con los que se postuló sin tapujos como salvador de la patria, no obtuvo todos los resortes que había pedido –incluían la AFIP, el Banco Central, etc.- y, además, todas las grandes cajas del Estado y el área de energía quedaron en manos de La Cámpora y, por ende, de Cristina Fernández. Ésta, como toda mujer que se precie de tal, conserva en su memoria, donde nada prescribe, esa noche en que este ambicioso la convirtió en perdedora frente a un cuatro de copas político, como era en aquel entonces este gran señor al que la enfermedad ELA tanto ha golpeado.
¿Qué hizo que buscara ser designado en circunstancias tan peligrosas para sus irrefrenables ansias de poder? Creo que lo hizo porque, desprestigiado como está por sus históricos y continuos cambios de posición y condenado a ser sólo otra pata floja en la tríada de gobierno, sabe que la probable derrota del FdT en las próximas elecciones, también lo arrastraría al baúl de los (malos) recuerdos. Por ello, optó ahora por arriesgarse a intentar torcer el rumbo de inevitable colisión –algo harto difícil dada la irreductible posición del Instituto Patria en materia de gasto público, emisión monetaria, acuerdo con el FMI, tarifas y subsidios- ya que, de tener éxito, sí podría imaginar algún futuro político.
Por otra parte, me parece que el ya sumamente decaído ánimo del MemePresidente debe haber sufrido una nueva declinación que lo acerca al colapso final. La lapicera que debiera acompañar al cargo la tiene ahora el Aceitoso y la tinta sigue conservándola Cristina Kirchner. Alberto Fernández no sólo ha sido humillado hasta convertirlo en un deprimido y emasculado pelele, la nada misma, sino que, además, ha debido entregar las cabezas de sus más fieles y escasos amigos; a esta altura, sólo conserva al inútil del Canciller Santiago Cafiero, quizás a Miguel Pesce en el Banco Central, y a Vilma Ibarra, la Secretaria Legal y Técnica que trata de evitar que cometa más y mayores delitos.
El punto neurálgico de esta trágica situación es que lo único que puede arreglar este monumental desbarajuste es la confianza pública, y Sergio Massa no es, precisamente, alguien que pueda concitarla; muy por el contrario, todas las encuestas lo ubican, como al resto de sus socios políticos, en el fondo de la tabla de posiciones.
Así, es probable que la primavera financiera que comenzó anteayer se mantenga por un tiempo impulsada por acciones proactivas de los empresarios y medios de prensa que apoyan a este reputado panqueque pero, lamentablemente, en breve volverá el invierno. Será percibido cuando comience el inevitable ajuste y Cristina Fernández de Kirchner, famoso escorpión, se vea obligada a definirse; entonces, el plan de Massa recibirá su puñetazo.