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LAS FILOSOFÍAS

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UN INTERESANTE BOSQUEJO
UN INTERESANTE BOSQUEJO

     Cuando el homo sapiens emergió de las tinieblas de un cerebro primitivo y "provisorio", comenzó a interrogarse por el ser.
     Hundido en un profundo abismo, con las luces de su cerebro débilmente iluminado, comenzó a preguntarse: ¿Qué hacemos aquí, en este mundo? ¿Para que estamos vivos? ¿Qué somos?... ¡Nace la filosofía! (que en griego significa amor a la sabiduría).
    
Esta primigenia disciplina trató (y trata aún, ya lejos de toda mitología con la que solía hallarse mezclada), de dar una explicación racional del mundo y la vida.
     Se la define pomposamente como "ciencia que trata de la esencia, propiedades, causas y efectos de las cosas naturales"; mientras que yo la denomino más modestamente como "un supuesto saber sin supuestos".
     Filósofos los hubo siempre y los hay por legiones. Unos chocan con los otros y nunca se ponen de acuerdo. Este desacuerdo lo atribuyo a la falta de una visión del mundo acorde con la "gran Señora": la Ciencia Experimental.
     Considero, lamentablemente para los señores filósofos, que tan sólo el método experimental puede revelarnos la realidad porque la mente sola puede fallar.
     Pero bueno, el filosofar es un buen entretenimiento y se trató de un método antiguo partiendo de puras lucubraciones para conocer la verdad, sin tecnología alguna. Están perdonados todos los filósofos de la antigüedad entonces, mas para los actuales metafísicos que ignoren la ciencia, ¡no hay perdón!
     Insistir hoy en día con lucubraciones metafísicas acientíficas, es perder lamentablemente el tiempo.
     En efecto, ¿qué quiere decir metafísica? El diccionario me sale al encuentro para aclararme que es "la parte de la filosofía que trata del ser, considerado este en su aspecto más general. Su objeto es la indagación de las primeras causas y principios de las cosas".
     Lamentablemente para los metafísicos, me veo obligado a aclarar que buscar estas cosas es como ir a la caza de fantasmas o brujas, simplemente porque no existen en ninguna parte , más que en la pura imaginación.
     Pero, vayamos al pasado, cuando la Tierra era plana, luego redonda y el Sol giraba a su derredor, mientras los demás astros la miraban (y "admiraban") como reina de la creación.
     Como simple curiosidad, vamos a desenterrar a los antiguos pensadores que, ¡pobres!, no sabían cómo emerger del abismo de la nesciencia (léase ignorancia).
     Así, desde la oscuridad del no saber, algunos hombres echaron mano de "las luces" de la especulación, con el fin de pretender vanamente iluminar su entorno y explicar de paso qué papel representaban ellos mismos y sus congéneres como viajeros en el mundo y con el mundo.
     Así es como hace su irrupción en el escenario del pensamiento, allá en una de las ciudades de Asia Menor perteneciente a la Antigua Grecia: Mileto, un tal Tales, uno de los Siete Sabios de Grecia, quién cierta vez manifestó solemnemente, que todo procede del agua y que todo está lleno de dioses. Otro milesio, Anaximandro, fue por otra senda y nos habló de los contrarios , a saber: caliente-frío, húmedo-seco, raro-denso.. que se separan y forman infinitos mundos. La Tierra es para él ¡un cilindro!... (?) (Bueno, ¡hay que perdonarlo! ¡son cosas de ingenuos!).
     Su discípulo fue Anaxímenes, también milesio, a quién se le ocurrió de pronto que en vez del agua, es del aire, por condensación y rarefacción, que salió todo: "El aire enrarecido se torna fuego; condensado, viento; después nubes; luego aún más condensado, agua, tierra y piedra, y de ahí ¡oh maravilla! surgió todo lo demás.
     Por su parte, los pitagóricos, después de pensar muchas cosas, entre ellas se dieron cuenta que en el mundo había armonía y orden y que ¡otra maravilla!: existía el número ; por lo tanto echaron mano de las matemáticas para explicar el mundo. Los números, decían, son la esencia misma del mundo y hablaron de cierta armonía de las esferas celestes (¿dónde estaban éstas? en la imaginación ¡por supuesto!, pero "estaban") y de los cambios terrestres.
     Heráclito de Efeso se refirió a cierto incesante devenir como esencia de las cosas, expresando solemnemente frases "lógicas" como esta: "En nuestra esencia fluyente somos y no somos", además de la original y "profundamente meditada frase": "No puedes bañarte dos veces en el mismo río, pues las aguas ya pasaron".
     En la Magna Grecia, aparece un tal Parménides de Elea como uno de los pesadores más originales de la antigüedad, se dice. En la vía de la verdad hay que distinguir dos caminos (pensaba): el de la verdad (el ser es y no es no-ser) y el del error (el no ser no es). (¡Qué genio! ¿no es cierto?). El último es impracticable. Después de estas "sabias" palabras, se hizo célebre a raíz de la búsqueda de la verdadera realidad expresando: "La realidad, no puede ser la del mundo sensible ofrecido a la percepción, constituido por las cosas que nacen, se mueven y perecen. Antes bien, la verdadera realidad será el ente, esto es la unidad, la inmovilidad, la eternidad.
     Para el pensador Zenón de Elea, un tal Aquiles veloz por naturaleza, no puede alcanzar una parsimoniosa tortuga, porque, mientras Aquiles llega adonde estaba el quelonio, éste habrá andado un trecho; mientras que el raudo Aquiles recorre esta nueva distancia, el reptil habrá dado algunos pasos más, y así indefinidamente.
     Pero esto no es todo: según la fábula Zenoniana, don Aquiles ni siquiera puede moverse, porque para recorrer la distancia que lo separa de la tortuga debe pasar por el punto medio y; para arribar a este punto medio habrá tenido que pasar por el punto medio anterior, y así ad infinitum.
    
Y esto aún no es todo ni mucho menos: el filósofo Zenón nos sorprende luego con la anécdota de un habilidoso arquero, del siguiente modo: una flecha lanzada por el arquero no se mueve, pues en un momento dado o la flecha está donde está o está donde no está; pero estar donde no está es imposible; luego está donde está, y si está no se mueve. (Ahora habla "filosóficamente" el irónico autor de este presente artículo, para algunos quizá solo un libelo y dice: a este galimatías no lo entendería ni el mismísimo rey sabio Salomón).
     Nota aclaratoria no convincente: Si bien según la interpretación de los sesudos filósofos posteriores, éstas aporías de Zenón intentan explicar la imposibilidad del movimiento en función de un elemento (este es la trayectoria) que no tiene sentido mas que presupuesto el movimiento mismo, a uno le quedan ciertas dudas. Luego añaden con una sorprendente y aguda perspicacia que si no existe el movimiento no hay trayectoria del móvil. Esto en el caso de la tortuga, y en el episodio de la flecha se demuestra que ésta no se mueve. ¡En fin! ¡Cosa de pensadores!
     También, entre estos sesudos de la Antigua Grecia, tenemos a un Empédocles de Agrigento, quién inventó una tétrada y dijo: Los elementos constitutivos del mundo son cuatro, a saber: agua, aire, fuego y tierra. Empédocles los llama "las raíces de todo". También acepta a los contrarios: el amor que une y crea, y el odio, que separa y destruye.
     Entre los presocráticos también tenemos a un Anaxágoras de Clazomene, amigo de Pericles, para quién no hay verdadera generación ni corrupción. Las cosas son agregados de una infinidad de elementos invisibles. (¡Bastante acertado este señor, a pesar de haber vivido entre el 500 y el 428 a.C.). Las partículas más pequeñas de que se componen las cosas se llaman homeomerías para él, especie de átomos infinitamente pequeños e infinitamente numerosos.
     Por su parte, un tal Demócrito de Abdera, nos explica que el vacío no es lo mismo que el no-ser, sino que se trata de un principio real, constitutivo de los cuerpos y habla de átomos que se mueven con movimiento eterno, en el espacio vacío. (¡Bueno, podría ser!).
     Después de unos cuantos presocráticos más, aparece Sócrates para decirnos: "Sólo sé que no sé nada" y "Conócete a ti mismo".
     Luego surge un tal Aristocles, luego apodado Platón por la anchura de sus espaldas, fidelísimo seguidor del que no sabía nada, (don Sócrates), quién puso "el mundo en la idea". Además hablaba de la belleza como algo enclavado en el Cosmos (quizás por un platónico demiurgo), sin advertir que nada de esto existiría sin el hombre que lo imagina, cuando sabemos que la belleza es sólo una proyección de nuestra mente que baña el mundo de cosas bellas (y cosas feas). Todo es obra del pensamiento y es relativo. (Así al menos piensa el "filosofastro" Ladislao Vadas).
     Más tarde, el discípulo de Platón, el estagirita Aristóteles, para llevarle la contra a su maestro, pone "la idea en el mundo", y nos habla de la moral, de la virtud, de la templanza, de la justicia, del placer de la amistad, la felicidad, de la "gran" moral, de la política y de una carretada de cosas más, sin advertir que todas son proyecciones mentales, cosas elaboradas por el cerebro que no existirían si se extinguiera la humanidad, porque yo puedo imaginar a otros seres inteligentes sin tendencia alguna, desde su propio plan genético, a lo contrario de todas estas cosas, (aparte de la política).
     No me extenderé más acerca de estos dos pilares de la filosofía (Platón y Aristóteles, de quienes he leído sus respectivas obras completas), por ser demasiado conocidas. Pasaré por lo tanto, a algunas otras figuras que se han inquietado ante el mundo y la vida.
     En un sucinto repaso, podemos citar a un Epicuro de Samos con su filosofía de la vida; quien junto con los cirenaicos, consideraba el placer como el objetivo de la vida y la única felicidad; al neoplatonismo que trata de filosofía y religión; y más tarde la filosofía de la Edad Media.
     Allí, entra a gravitar el naciente cristianismo, para nutrir a una pléyade de pensadores como san Agustín (el maestro de occidente); Boecio (el último romano), el escolástico san Anselmo de Canterbury; el "doctor universalis" san Alberto Magno; el aristotélico cristiano Tomás de Aquino (santo); Nicolás de Cusa con su "docta ignorancia"... por no nombrar a todos por razones obvias de espacio.
     Luego de una larga perorata filosófica, viene galopando la filosofía de la "Edad Moderna", con la "antigüedad renacida": platónicos, aristotélicos, los más recientes humanistas...
     No faltan en el tema filosófico, los misterios y el ocultismo (un tal Paracelso, místico y mago de la naturaleza, la cábala judaica, la misteriosa teosofía de "lo alumbrados místicos de la Reforma", el no menos enigmático pansatanismo en oposición caricaturesca al panteísmo... y otras alucinaciones).
     Luego, podemos citar con toda legitimidad a los "caminadores por la ciencia": Giordano Bruno, Kepler, Galileo Galilei, Newton, y otros que optaron por la experiencia científica dando un mentís a las puras especulaciones "del espíritu".
     Posteriormente, ya en la Edad Moderna, tenemos a un Descartes con su duda existencial como "padre de la filosofía moderna", y su cógito: "Pienso, luego existo". A Spinoza con su filosofía de la identidad expresada en un radical panteísmo: "el mundo es Dios". A un Leibniz con su filosofía perenne, y sus mónadas (especie de átomos); a Hobbes con su empirismo; a Locke con sus conceptos de ideas y esencia del conocimiento; a Hume, con su psicologismo y escepticismo.
     Luego..., embocamos de cabeza en las Ilustraciones: inglesa (deísmo, liberalismo); francesa: Bayle, D'Alembert y los materialistas D. Diderot y el Barón D`Holbach; Voltaire el satírico; Montesquieu; Rousseau); alemanes: Wolff, Federico II, Reimarus, Lesing.
     No faltó tampoco un tal Kant, representante del idealismo alemán con su "jerga" casi incomprensible volcada en su célebre libro: Crítica de la razón pura (que me costó un triunfo entender). Tampoco estuvieron ausentes Fichte, con su idealismo subjetivo que "borró el mundo de un plumazo"; Schelling, con su idealismo objetivo; Hegel con su idealismo absoluto.
     Y en la mal o bien denominada "Edad Contemporánea" (del siglo XIX al siglo XX, tenemos al superpesimista misógino y voluntarista Schopenhauer; al utópico materialismo dialéctico representado por un tal Marx y su amigo Engels; y al materialismo científico cuyos adalides fueron Darwin y Haeckel a quienes si vivieran les daría mis más extensas felicitaciones por su lucidez.
     La "revolución cristiana" nos puso a la vista a un tal Kierkegaard; y en materia de transmutación de todos los valores, aparece el tremendo señor Nietszche bramando fuerte contra el cristianismo, pregonando "la muerte de Dios" y hablando de un superhombre; luego Comte nos habla de un positivismo francés, mientras que Stuart Mill junto con Spencer nos dan noticia de un empirismo inglés. Los pragmatistas estadounidenses Ch. Peirce y W James, también tuvieron renombre al igual que el alemán Lotze, con su idealismo finalista; von Hartmann de la metafísica inductiva y la mar de pensadores.
     Por su parte, la filosofía del siglo XX nos envió a Bergson (el ser como vida); Dilthey (psicología de la estructura); Spengler y Klages (filosofía de la vida de signo naturalista); la fenomenología de Husserl y Scheler; el existencialismo de Jaspers, Heidegger y Sartre, y... ¡basta por favor!
     Han sido legión los que trataron de hallar algún sentido a la vida humana (dejando de lado la animal y la vegetal) metida en un profundo abismo como dije al principio de este (tal vez) tedioso artículo para muchos lectores (si lo hay) de estos mis "disparates" antropológicos.
     ¿Qué más puedo añadir ahora desde mi propia visión del mundo?
     Simplemente que, ahora aparece un tal Ladislao Vadas, con veleidades de detractor de la filosofía (o tan sólo un "filosofastro" para los metafísicos) para enrrostrarles a todos los pensadores del planeta, este categórico apóstrofe: ¡Han estado todos equivocados aquellos que pretendieron explicar el mundo y la vida desde su sola mente, sin valerse de la Ciencia Experimental!
     Sí señores: de la mente sola, sólo pueden salir elucubraciones mil, sin fundamento verdadero sobre la realidad del mundo.
     ¡Cómo! ¿Qué es esto? ¿Después de siglos de meditaciones profundas, aparece un tal Ladislao Vadas para tirar por la borda todo lo pensado por los más grandes filósofos de la historia, muchos de ellos titanes del pensamiento?
     ¡NO!, se apresurarán a gritar los que han abrevado en la historia de la filosofía con santo respeto por esta "reina del conocimiento". -Vadas está equivocado de pies a cabeza. Debería leer con más seso la filosofía.
     Pero es que, amigos lectores (si los hay, por supuesto), tengan en cuenta que la sola razón no sirve, no es suficiente para desentrañar los misterios del mundo y la vida. Se trata "tan sólo" de un mecanismo mental que se propone enfocar el mundo con una lógica y encerrarlo en la mente. Pero resulta que nuestro cerebro, por sí solo, no puede entenderlo todo, le faltan las muletas. Estas muletas se denominan Ciencia Experimental.
     Tanto es así que, para las distintas corrientes filosóficas, la "verdad" parece bailotear de aquí para allá y de allá, hacia más acá, con el resultado de obtener una larga e interminable historia de la filosofía (he leído ya tres, amén de los filósofos de renombre ya mencionados: Platón, Aristóteles, Kant, Nietzsche, Schopenhauer, Sartre, Hegel, Hume, Leibniz, Locke, Scheler, Descartes, Nicolás de Cusa, Heidegger y ... ¡la mar de pensadores!).
     Como corolario, solo cabe decir que lo más efectivo, mucho mejor que las especulaciones filosóficas, es la Ciencia Experimental, que cambió el mundo en su faz positiva para vivir mejor, a pesar de las amenazas nucleares y la rotura del equilibrio ecológico, lastres que junto con las pseudociencias de todas las especies deben ser erradicados del orbe para siempre.

 

Ladislao Vadas

 

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