Esa pregunta, estoy seguro, nos la harán nietos cuando nuestro país haya dejado de existir como tal y sólo sea una más entre aquéllas naciones que cayeron en ese monumental plan criminal denominado “socialismo del siglo XXI”, y creo que ha llegado el momento en que todos, todos nos comprometamos para evitar ese futuro, ya casi inexorable. Tal vez, resulte oportuno repetirnos la despedida de Leónidas en las Termópilas: “Guerrero, ve a Esparta y dile que aquí hemos muerto por defender sus leyes”.
De una semana a otra, la situación institucional de la Argentina continúa deteriorándose por obra y gracia de la trifecta que nos gobierna. Cristina Fernández, más allá de los stands up a los que nos somete con cierta regularidad, se mantiene callada, pero Alberto Fernández y Sergio Massa compiten para lograr el favor de la condenada emperatriz hotelera e, intentando llevar a su altar la ofrenda más preciado -la impunidad de su corrupción-, están demoliendo la República, la Constitución y las instituciones. Un inexorable destino carcelario alcanzará, tarde o temprano, al Caracol, a Jorge Capitanich y a otros gobernadores y diputados que se alzaron contra la Corte Suprema, ejecutando un claro golpe de Estado.
Es preciso leer cuanto aquí sucede insertándolo en un marco regional en el que el Foro de São Paulo ha tomado nuevo vuelo y, generando conflictos violentos en todos los países, ha puesto bajo fuego graneado a sus frágiles democracias, empujándolas hacia regímenes autoritarios de izquierda, comprobadamente corruptos, asesinos y violadores seriales de derechos humanos. Las naciones donde ya lo han logrado son aliadas de las dictaduras de Rusia, China e Irán, recreando una guerra fría focalizada fuera de los territorios de las grandes potencias, similar a la que llevó a América Latina a un baño de sangre en la segunda mitad del siglo XX.
Hoy el castro-chavismo exporta la misma subversión, financiada, armada y entrenada por aquellas agresivas dictaduras terroristas y lo hace en una mesa donde hay un comensal que no estaba invitado en los 70’s: los grandes carteles de las drogas, que actúan tanto en los países productores cuanto en los distribuidores y consumidores, con verdaderos ejércitos criminales que disponen de una enorme cantidad de dinero y equipamiento militar de última generación. Utiliza, además, a movimientos indigenistas cooptados con promesas de acceso a la propiedad de tierras ricas en recursos naturales, que nunca serán cumplidas.
Colombia y Chile sufrieron ese embate en sus calles y la violencia desplegada llevó al triunfo, respectivamente, a Gustavo Petro y Gabriel Boric, candidatos de izquierda. El primero se adecuó a los mandatos del Foro y reanudó el vínculo con Venezuela; el otro, en cambio, fue fiel a sus principios, condenó al dictador Nicolás Maduro y lo está pagando con la violenta guerrilla mapuche instalada en el sur. Se intentó algo parecido en Ecuador cuando Lenín Moreno sucedió al prófugo Rafael Correa y todavía se insiste contra el actual mandatario, Guillermo Lasso, y la agitación continúa. Sobre los recientes hechos en Brasil, ya me expresé la semana pasada cuando dije que no constituyó un golpe de Estado y que el único beneficiado de lo sucedido fue Lula da Silva, fundador de la cataléptica UNASUR, del Foro de São Paulo, del Grupo de Puebla y también de la CELAC.
El MAS volvió al poder con el Presidente Luis Arce Catacora mediante un monumental fraude electoral que cambió los determinantes resultados de la opulenta región oriental del país, encarceló a la anterior Presidente, Jeanine Añez, y al líder de la oposición, Luis Camacho Vaca, Gobernador de Santa Cruz de la Sierra, y permitió que Evo Morales, su verdadero jefe y gran narcotraficante, convirtiera a Bolivia en la base del terrorismo continental que está detrás de las protestas que asuelan al vecino Perú.
Es allí donde veremos las próximas acciones del Foro y del Grupo de Puebla, entidades que, más de cincuenta muertos después, están llevando a cabo una multitudinaria “toma de Lima”. Cuando fue destituido Pedro Castillo Terrones –otro notorio peón de la izquierda regional- por organizar un golpe de Estado e intentar disolver el Congreso, fue sucedido por su Vicepresidente, Dina Boluarte; ésta ya dispuso adelantar las elecciones y acortar su mandato constitucional, pero no ha bastado, toda vez que el terrorismo continúa haciendo estragos.
Ahora llegarán a Buenos Aires los compinches de este monumental y peligroso desaguisado para reunirse en la CELAC. Nuestra ciudad recibirá a Lula da Silva y a los criminales Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Evo Morales (no Daniel Ortega, que tiene una orden de captura internacional), a los cuales acompañarán delegados de China y otras dictaduras extra-continentales, interesadas también en participar del festín con nuevas bases militares y negocios de apropiación de materias primas, en un hecho que no puede menos que percibirse como apoyo a las maniobras kirchneristas para terminar con el estado de derecho en la Argentina.
Por eso, reitero la pregunta que nos harán en un futuro cercano: ¿qué estabas haciendo mientras la Argentina moría?; en la respuesta que entonces podamos dar está cifrado nuestro destino.