Hace tres años, desde que aceptó encabezar la fórmula presidencial anunciada con un tuit de Cristina Kirchner, me pregunto qué pasará en la cabeza de Alberto Fernández. Porque, aún en medio de su ajetreada agenda –inaugura canchas deportivas, canta y compone, hace fiestas clandestinas, protagoniza papelones, funge de padre, estatiza la marihuana y se esmera en contradecirse- no puede ignorar el desprecio, no sólo de sus cotidianas víctimas, sino hasta de su ¿propio? espacio político, comenzando por la misma emperatriz, tan hortera y condenada por ladrona, que lo entronizó.
El último ultraje se lo propinó el inefable Eduardo Wado de Pedro, nada menos que su Ministro del Interior, que lo insultó públicamente por no haber sido invitado a participar de la reunión que mantuvo con Luiz Inácio Lula da Silva en ocasión de la reunión de la CELAC; que no presentara su renuncia ni fuera fulminado de inmediato con el despido, acredita tanto la nula relevancia que tiene quien hoy se auto-percibe Presidente de la República, cuánto cuál es la verdadera jefatura a la que responde el ofendido funcionario, una que jamás resigna casilleros de poder.
Además de los sopapos que recibió de Luis Lacalle Pou (Uruguay) y de Mario Abdo (Paraguay), previsibles, el más fuerte provino de Gabriel Boric (Chile), de izquierda, que condenó sin sutilezas a Venezuela, Nicaragua y Cuba por las violaciones a los derechos humanos, la política que el Foro de São Paulo pretende extender a toda la cacareada Patria Grande. Tampoco logró ser reelegido como Presidente pro tempore del conglomerado, cargo que quedó en manos del lacayo granadino del castro-chavismo.
Y su tan sobado colega, que dice quererlo pero no come vidrio, quitó la red bajo el trapecio desde el cual el Caracol y el Aceitoso anunciaron una moneda común con Brasil y el financiamiento del BNDeS al futuro gasoducto –cuándo no- Néstor Kirchner, que seguirá durmiendo el sueño eterno, al menos hasta que cambie el gobierno de la Argentina. Con Lula, tampoco le fue mejor a la mandamás de la banda, que pretendía una reunión en su madriguera del Senado; fue abortada con una excusa tan frágil que fue desmentida, al día siguiente, con la visita privada a José Pepe Mugica en su chacra que realizó el Presidente de Brasil; es claro que no podía aparecer en una foto con alguien que, como él mismo, ha sido condenado por corrupción.
La vocera Gabriela Cerruti insistió en el ridículo cuando, hablando del duro comentario de SS Francisco a la situación económico-social, atribuyó la catástrofe exclusivamente a la gestión de Mauricio Macri, que fue la excepción de cuatro años en los dieciséis del kirchnerismo en el poder.
Por su parte, Sergio Aceitoso Massa parece haber perdido las dotes de mago que el empresariado “experto en mercados regulados” le atribuía y a las cuales los Fernández², muy a desgano, rogaban por su sobrevida política. La anunciada recompra de deuda externa, además de inexplicable e injustificable, no tuvo el efecto depresivo sobre las cotizaciones del dólar que esperaba y tampoco influyó en los mercados voluntarios de crédito, que siguen inalcanzables para la Argentina. Hay que sumar el claro error que cometió al jurar que, en abril, la inflación habría descendido al 3%; el índice de enero y los nuevos aumentos que seguirán en carne, prepagas, colegios, comunicaciones, energía, etc., garantizan la derrota de este audaz y fantasioso Mandrake. Es joven, y podrá reservarse para otra oportunidad, por lo cual no creo que se presente como candidato este año, aún cuando todos sus muchos “amigos/cómplices de negocios” insistan en convencerlo.
El Caracol sigue actuando como mascarón de proa del kirchnerismo, ávido de impunidad para su jefa. Al mamarracho del juicio político a los miembros de la Corte Suprema, que sabe de antemano condenado al fracaso, le sumó un enorme bochorno: por su orden, envió al Secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti, a denunciar a la Argentina ante la Comisión competente de las Naciones Unidas. El funcionario, hijo de terroristas y caudalosamente indemnizado, fue en avión a Ginebra y volvió en cachetada; lo único que obtuvo fue un fuerte reclamo contra su propio Gobierno por sus ataques a la Justicia que, a criterio del organismo, atentan contra la división de poderes y tienden a consagrar el autoritarismo.
Claramente, a Cristina Kirchner se le están quemando los últimos papeles. No sólo no puede esperar tener éxito en su inmunda embestida contra el Poder Judicial, sino que éste la espera con peores noticias a partir de febrero, cuando reinicie su actividad. Emitirá fallos complicados para ella en las causas del memorándum con Irán y en la de Hotesur-Los Sauces (la peor, porque alcanza a sus hijos) y avanzará con velocidad en la causa Cuadernos, en la que está probadamente pegada. Y la formación del eje Juan Schiaretti-Juan Manuel Urtubey-Florencio Randazzo sumará penas a su Frente, que ya perdió cuatro millones de votos en 2021.
En los próximos días serán dictadas las sentencias contra la patota que asesinó a patadas a Fernando Báez Sosa y contra la pareja de lesbianas –la madre y su novia- que torturaron hasta la muerte, con inusitado ensañamiento, a Lucio Dupuy, de cinco años. Confieso mi indignación y mi repugnancia ante la diferente cobertura que han dado los medios (todos ellos) a ambos crímenes, invisibilizando al segundo; atribuyo la responsabilidad al fuerte lobby LBGTI, un colectivo que calla sobre la homofobia en Rusia o Cuba, protege inicuamente a sus miembros y, en el camino, destruye todos los valores de la sociedad en el mundo entero.