Tal vez la mejor respuesta a un conjunto de burradas resentidas sea la no-respuesta: el dejar simplemente que las sandeces caigan por su propio peso. Pero, ¿saben qué? con el tiempo aprendí que no se les puede entregar a aquellos que vienen por la libertad ni un solo milímetro, nada, ni el aire que respiran, todo debe ser contrarrestado con una réplica feroz.
Un conjunto de vagos que ni siquiera saben dónde tienen la mano derecha, lanzó por las redes una convocatoria a un “campamento anticapitalista” para el fin de semana de carnaval. Anuncian que allí habrá, “pileta, fulbito, fiesta, charlas de política, marxismo y actualidad, talleres y un montón de cosas más. Vamos, nos formamos, la pasamos bien y nos preparamos para las peleas que se vienen”.
En primer lugar, la herramienta que utilizan para difundir su iniciativa (las redes sociales) son una invención de la creatividad individual, elemento infaltable en el capitalismo que se nutre justamente de la inspiración libre de los ciudadanos dentro de un sistema institucional de derechos civiles y garantías que, entre otras cosas, les asegura a las personas el goce de la propiedad de lo que inventan y de los frutos que de ella se deriven. Sin ese incentivo nadie estaría dispuesto a hacer los esfuerzos que el pensamiento y la educación requieren para transformar la realidad en algo mejor: si un sistema legal no va a dar refugio a las nuevas creaciones no hay ningún estímulo para crearlas con lo que el mundo volvería al taparrabos.
Lo mejor que podría hacer este conjunto de miserables, entonces, es buscar dentro de la mierda que produce sus ideas, alguna herramienta que, sin usar escupideras que le piden prestadas a los frutos del capitalismo, les permitiera difundir lo que quieren.
En segundo lugar, está la mismísima idea de la difusión: ningún sistema podría usufructuar una actividad que prohibiría si esas ideas eventualmente se aplicaran desde un gobierno. Así, como claramente el socialismo marxista y el comunismo prohíben las actividades que difunden ideas que no son toleradas por la nomenklatura dominante, los socialistas y comunistas no podrían usufructuar la libertad de expresión para difundir una idea que fulmine la libertad de expresión.
En tercer lugar, todas las actividades recreativas que publicitan como para “pasarla bien” son todas actividades que son posibles gracias a la producción capitalista. Desde el fútbol, la pileta y el “pasarla bien”, no existirían sin una cadena de valor que las haga posibles (alguien que haya considerado conveniente ponerse a fabricar pelotas de fútbol -salvo que quieran jugar con una pelota de trapo, en cuyo caso también debería haber habido alguien que considerara conveniente producir prendas que, ya en estado inservible, se usaran como trapo para armar una pelota-; alguien que haya pensado que construir piletas de natación podría ser una forma de ganarse la vida; alguien que haya visto que desarrollar elementos para la diversión podía ser una buena manera de generar ingresos).
Estos descerebrados parten de la idea de que sería posible instaurar una dictadura marxista en un lugar en donde, por arte de magia, siguieran existiendo de todos modos los placeres que ellos conocieron gracias al capitalismo. El éxito del capitalismo ha sido tan formidable que ha logrado que la mayoría de las personas den por descontado un conjunto de enseres, comodidades y placeres y que ni siquiera se piense qué condiciones existen por detrás como para que esos goces sean posibles.
¿Acaso estos imberbes dispondrían del iPhone desde el cual graban los videos que suben a una red sin la inventiva y sin el sistema de derechos individuales que el capitalismo garantiza? ¿Acaso creen que con un sistema de servidumbre en donde una casta rica se instala en el poder y transforma en esclavos a los ciudadanos seguiría habiendo, de todos modos, iPhones, redes sociales, pelotas de fútbol y piletas de natación? Asombra tanta pelotudez.
Y como si todos estos argumentos no fueran suficientes, está la prueba empírica que entrega el mundo: el socialismo marxista ha reducido a la miseria a todos los países que tuvieron la mala idea de probarlo. Allí hay decadencia, hambre, desesperación por huir (incluso arriesgando la vida), corrupción, degradación humana, crímenes, censura, atropellos, prisiones inmundas donde mandan a la gente que solo tiene la peregrina idea de expresar un pensamiento distinto…
Estos idiotas dicen que el capitalismo genera “precarización laboral y que no ofrece perspectivas de salida”. Me gustaría que vieran las condiciones de vida de EEUU, Australia, Canadá, Irlanda, Japón, Dinamarca, Holanda, Francia, Suecia, Finlandia, Gran Bretaña, Suiza o Noruega y las compararan con las de Cuba, Venezuela, Bielorrusia, Nicaragua, Angola o Corea del Norte, para ver qué sistema entrega más “perspectivas de salida” o cual produce más “precarización laboral”.
También estos infelices dicen que van a cobrar $15000 la entrada. Me pregunto para qué: si su sistema parte de la idea de que, mágicamente, las necesidades serán cubiertas por alguien sobre quien recae la obligación de proveerlas, la entrada debería ser gratis y el mágico marxismo debería hacer aparecer las pelotas de fútbol, la pileta y el material de diversión.
Estos ignorantes dicen que ser anticapitalista no es vivir del aire sino que autofinancian sus actividades. ¿Ah, sí? Muy bien, ¿y cómo lo hacen? ¿Hay alguien dispuesto a sacar dinero de su bolsillo para recibir a cambio una contraprestación que alguno de ustedes va a proveer? ¡Eso es el capitalismo, idiota! Se trata de apostar a que lo que voluntariamente pongo a consideración de un público consumidor va a ser apreciado por alguien que, también voluntariamente, estará dispuesto a desprenderse de un valor para recibir aquello que ofrezco a cambio. Si no te enteraste anda al colegio. Aunque es posible que, justamente porque has ido al colegio en la Argentina en los últimos 20 años, hayas salido con la cabeza la mitad vacía y la mitad llena de mierda, como lo prueba el conjunto de sandeces que decís.
Pero si hay algo que le pone la frutilla al postre es esta afirmación: “La luz, los faroles, las mesas, las bolsas de dormir, los celulares y los encendedores que usamos para prender el fuego no son productos capitalistas, sino del trabajo humano”. Muy bien, ¿y por qué creen que el “trabajo humano” estuvo dispuesto a fabricar esos productos?, ¿simplemente porque el aire es gratis?
De no haber existido, antes que nada una mente individual que, sabiendo que una determinada concepción filosófica de la ley les aseguraba el goce del producido de su invención, no habría habido luz, ni faroles, ni mesas, ni bolsas de dormir, ni celulares, ni encendedores. Todo eso existe porque a alguien se le ocurrió desarrollarlo en la seguridad de que el beneficio que surgiera de la invención (además de beneficiar a millones) no le sería robado sino que, al contrario, lo llevaría a disfrutar de una vida mejor gracias a su idea. Además, para que la idea pase de la inmaterialidad a la concreción hace falta que concurra la voluntad de otras personas que también vean el beneficio de invertir en el proceso colaborativo que convierta la idea en un producto real. Ese proceso es el capitalismo. Y ese proceso no es reemplazable por un sistema de rebenque estatal que les haga hacer a la personas lo que no quieren hacer voluntariamente.
Que en pleno siglo XXI con los múltiples ejemplos de millones de personas reducidas a una servidumbre miserable gracias a la proliferación de estos regímenes de esclavitud sea necesario explicar estas cosas es la prueba más evidente que el comunismo es, antes que nada, una pátina pretendidamente intelectual para encubrir vagos y delincuentes y luego un sistema que solo es posible porque la Providencia nos ha enviado a este mundo con muchísimas virtudes pero también con la insanable inmundicia de la envidia.