Hoy, los EEUU están atravesando una crisis
importantísima y estamos escuchando una frase que no es nueva: “cuando EEUU
estornuda el mundo se resfría”. Esto ocurre porque el dólar sigue siendo la
moneda patrón, aunque reducida en competencia con el euro de la Unión Europea. Esto es así
porque sólo once países de la Unión adoptaron esta moneda y en conjunto —en toda la
UE— su PBI es menor que el de EEUU, por lo que el país del Norte, constituye la
mayor economía global, con un PBI de 12,6 billones de dólares, el 30% del PBI
mundial, que es de 42 billones.
Aunque en la Argentina la macroeconomía pareciera
funcionar bien, hay ciertos detalles que no indican precisamente eso, sino lo
contrario.
Más allá de la situación internacional y de la crisis
económica que están atravesando las principales bolsas del mundo, esta situación
no perjudicará, por el momento a la Argentina, por lo que el problema no es
externo, sino interno.
Si bien la economía argentina está siendo sostenida
por el precio internacional de los granos, en general, y el de la soja en
particular, es muy remota la posibilidad de que la crisis financiera de los EEUU
repercuta en nuestro país. Ello podría producirse en tanto y en cuanto los EEUU
reduzcan sus importaciones de China, y a su vez China al tener menos ingresos,
reduzca las importaciones desde la Argentina. Pero como en el volumen global
nuestras exportaciones representan mucho menos del 10% del total, si hubiese
repercusiones, estas serían mínimas.
No olvidemos que el ex presidente Néstor Kirchner decidió seguir con la
política económica implementada por Eduardo Duhalde, de mantener un dólar sobre
valuado y así ganar en competitividad respecto a los precios internacionales, y
consecuentemente, vernos favorecidos en las exportaciones. Además, tanto él como
la actual presidente, han apostado todas las fichas al keynesianismo. La
economía crece y existe disminución de índices de pobreza, indigencia y
desocupación. Pero a costa de una inflación que nos asusta a muchos, a
“acuerdos a lo Moreno” que tienen poca vida, a números del INDEC falsos, a
gasto público in crescendo y, esta es la clave, a un consumo sin inversión
sostenida.
Lamentablemente, en la Argentina no hay inversiones;
los motivos, son varios, especialmente por la falta de seguridad jurídica, pero
eso sería tema para otro análisis. La realidad nos dice que hoy estamos a las
puertas de la desconocida por nosotros, hasta ahora, “estanflación”, que no es
más que al aumento en los precios debido al crecimiento del consumo y a la falta
de inversión para poder producir más. Por lógica consecuencia, si se produce la
misma cantidad de vienes y/o productos de todo tipo y el consumo crece,
inevitablemente se producirá inflación, cuando además algunos productos, como la
carne, se exportan.
Una de las fórmulas más fáciles, prácticas y exitosas
sería, en primer lugar, reducir el gasto público, que en nuestro país sería
fundamental; pero no reducir el gasto en educación, salud, seguridad u otros
ítems necesarios, sino reducir el gasto evitable, el gasto ocioso, o sea rever
toda esa estructura burocrática administrativa plagada de parásitos que
encontramos en cualquier área del Estado.
En segundo término, hacer una reducción impositiva,
para que esta impacte, en primer lugar, en los precios, pudiendo abaratar los
costos.
Por último, incentivar a la inversión, ya sea nacional
o extranjera... aunque tratándose de los K, esto que lo sabe cualquier estudiante
de primer año de economía, es una “misión imposible”.
Estas fallas de plan económico de Frente Para la
Victoria se sentirán, y ya se sienten, porque el sistema K no es sustentable sin
reformas sustanciales.
EEUU puede caer en recesión seria, fenómeno que no se
visualiza por el momento; de ser así, pueden producirse acontecimientos
mundiales que tornen más peligrosa la situación actual y se deban tomar medidas
serias. Obviamente, en ese caso, el actual plan debe ser revisado.
Pablo Dócimo