En un almuerzo que un grupo importante de empresarios tuvo en La Rural con varios dirigentes de la oposición, Mauricio Macri hizo dos cosas.
En primer lugar, le bajó el tono a la discusión interna en el PRO por el tema del método de elección a Jefe de Gobierno de la Ciudad que Rodríguez Larreta decidió -a juicio de Macri- de manera inconsulta.
El ex presidente dijo que no discutía la legalidad del procedimiento sino la manera en que Larreta se había manejado respecto de Bullrich y Vidal que son sus competidoras internas para la presidencia de la Nación.
Más allá de estar habilitado para decidir cómo decidió, según Macri, el jefe de gobierno debió consultar con la presidente del partido y con la ex gobernadora de Buenos Aires antes de tomar la decisión.
Pero desde ambos sectores no hay ánimo de romper nada y, más allá de que el ex presidente sea un hombre que no olvida rápido, no está dispuesto a escalar un conflicto.
La otra intervención notable de Macri (más importante para mí que la anterior) fue anticipar una segunda vuelta entre JXC y La Libertad Avanza. Es la primera vez que de manera pública y oficial un peso pesado de la política deja afuera al peronismo de una definición por la presidencia.
Macri dijo que veía muy probable un balotaje entre el candidato de JxC y Javier Milei, una fuerza, dijo,“más liberal, mes disruptiva y que expresa la bronca de muchos sectores de la sociedad”.
Días pasados, en estas mismas columnas, decíamos que eso que Macri llama “bronca” no era otra cosa mas que un despertar de franjas importantes de la sociedad a lo que de repente se dieron cuenta que querían y que les falta.
¿Qué es lo que quiere esa gente y que no tienen? Libertad. No tienen libertad para decidir qué hacer con sus vidas, no tienen libertad para decidir su manera de ahorrar (si es que pueden), no tienen libertad para decidir sobre sus negocios, no tienen libertad para decidir cuánto cobran por sus productos o sus servicios, no tienen libertad para emprender una idea, no tienen libertad para decir lo que quieran si lo que quieren decir va contra el fascismo gobernante, no tienen libertad para celebrar contratos sin la intervención del Estado, no tienen libertad para decidir cómo compran y cómo venden, no tienen libertad para elegir un empleado u otro… En definitiva, se han dado cuenta de que no son libres, que décadas y décadas de regulaciones asfixiantes le han quitado todo el oxígeno que necesitan para respirar.
Muchos -porque han podido, porque sus circunstancias personales los favorecieron, porque sus planetas se alinearon correctamente- han podido ir a buscar esa libertad a otras tierras.
Es absolutamente impresionante la cantidad de gente que el fascismo peronista ha expulsado de la Argentina. Hoy hay argentinos emprendiendo la aventura de vivir en todas partes. En España, en Italia (países con los que, por razones obvias, tenemos lazos inquebrantables) pero también en EEUU, en Australia, en Canadá, en Gran Bretaña…
Pero muchos otros no han tenido la misma suerte. También por motivos personales no se han podido ir. Algunos por cuestiones de familia otros por razones de dinero, otros por una combinación de todo eso.
Pero eso no quiere decir que se hayan resignado a no tener lo que quieren. Es más -y también lo decíamos aquí el otro día- los estudios sociales indican que el 75% de los menores de 30 años se iría del país si pudiera y que también lo haría el 50% de los ¡mayores de 60 años!
Esa gente, que no se resignó, es la que está poniendo a Javier Milei en el ring final de la decisión. Macri fue el primero que se animó a decirlo en público, pero es la gente la que lo llevó allí.
Los números de esas compulsas coinciden llamativamente con los de otras que dicen que si la elección se limitara a gente de hasta 40 años, Milei sería presidente.
¿Es esto una locura? No precisamente.
Una inmensa cantidad de electores en la Argentina ha decidido transformarse en “importadores”.
Cómo sus circunstancias personales (cualesquiera fueran) los han condenado a quedarse en la Argentina y a no poder “exportarse” a sí mismos a otro lugar para encontrar lo que buscan, han decidido “importar” lo que buscan a la Argentina.
Toda “importación” necesita un “despachante de aduanas”, un profesional que, justamente, se encargue de que lo que llega del mundo se “despache a plaza”.
Estos “electores-importadores” han identificado a Javier Milei como el mejor “despachante de aduanas” que conocen.
Han detectado que las ideas del libertario son las que les pueden traer el oxígeno que el fascismo les cortó y que ha hecho que se estén literalmente ahogando.
Los argentinos que no han tenido la suerte de emigrar (o que han decidido, por las razones que fuese, no hacerlo) quieren vivir como viven los argentinos que se fueron a Australia. Quieren que no les roben el fruto de su trabajo lícito y que la manera en que viven esté determinada fundamentalmente por el esfuerzo que hagan ellos mismos o por los méritos que tengan en la tarea que decidan emprender. Quieren que haya una línea directa entre lo que hacen y cómo viven. Quieren ser dueños de sus tiempos y de su dinero.
Se dieron cuenta, porque el wifi de sus teléfonos se los dice todos los días, que no es imposible vivir así. Y no solo eso, sino que para un país con las posibilidades de la Argentina sería lo normal vivir así. Aprendieron que no viven así porque un conjunto de ideas perversas combinadas con una serie de vivos y delincuentes se lo han impedido para construir un sistema de privilegios que benefician solamente a los jerarcas de la casta.
Milei les ha dicho que él está dispuesto a “despachar a plaza” un sistema nuevo (aunque no es nuevo porque es el que la Argentina ya “importó” del mundo civilizado cuando se organizó institucionalmente) que les va a traer la libertad y el oxígeno que precisan.
Por eso Macri anunció que Milei está en el ring para disputar la pelea final.
Si esa batalla es entre JxC y LLA (y más si es entre un candidato del ala “liberal” de JxC y Javier Milei) sin darse cuenta la Argentina habrá operado un cambio de dimensiones oceánicas, probablemente similar al que ocurrió cuando la civilización derrotó al caudillismo en Caseros el 3 de febrero de 1852.
¿Ocurrirá realmente? Nadie lo sabe. Pero lo que sí es seguro es que nunca se estuvo tan cerca y que si hay un momento para hacerlo, ese momento es ahora.