La inveterada tradición mafiosa de Aníbal Fernández junto a sus peores dotes de matón, le impidieron ver, una vez más, que lo que él profirió como un vaticinio es en realidad, primero una amenaza, y, segundo una descripción antigua, no de lo que va a ocurrir en la Argentina, sino de lo que ya ocurre.
El ministro de seguridad de este gobierno incalificable dijo -en el programa del sicario de la palabra Gustavo Sylvestre- que “si gana la oposición las calles estarán regadas de sangre y muertos”.
En primer lugar, obviamente, es imposible no caer en la cuenta de la increíble fascinación que el peronismo tiene con la sangre. Todavía aparecen frescas las palabras de Gregorio Dalbón, uno de los abogados de Cristina Fernández de Kirchner, advirtiendo que si su defendida era condenada “iban a correr ríos de sangre por la Argentina”. Tampoco uno puede olvidar a Juan Grabois diciendo que había miles de “gauchos y gauchas en la Argentina dispuestos a derramar sangre para que no hubiera hambre” en el país.
A eso debe sumarse otro tipo de amenazas que no contenían la palabra “sangre” en sus premoniciones pero que, dada la entidad de los que anunciaban, su presencia no podía descartarse.
Allí aparecen, por ejemplo, Pablo Moyano advirtiendo en el programa de otro sicario a sueldo, Pablo Duggan, que si ganaba otro que no sea el peronismo “¡se iba a comer cada quilombo…!”; o Daniel Catalano de ATE Capital, que dijo que “si Macri era presidente había que pasar de 14 toneladas de piedras a 28”.
Es decir, el que a esta altura tenga dudas acerca de que el que está SIEMPRE detrás de la “sangre”, de la “muerte” y de los “19 y 20 de diciembre” es el peronismo, es alguien que está navegando en las nubes de Úbeda, que no quiere ver la realidad; es un zombie-cabeza de termo fabricado por el propio peronismo que le quemó la cabeza con desnutrición, adoctrinamiento y droga y no puede pensar, o alguien que recibe dinero a cambio de seguir mintiendo, como quizás sean, por ejemplo los casos de Sylvestre y Duggan.
Lo que dijo Aníbal Fernández entendido como hacia el futuro no es la descripción de lo que va a ocurrir por las políticas que eventualmente la oposición pueda poner en marcha sino lo que van a hacer ellos para impedir que esos planes tengan viabilidad. Hay mucho dinero en juego. Miles de millones de dólares. Solo los llamados gerentes de la pobreza (los Grabois, Beligoni, Chino Navarro, Pérsico, Alderete y demás brokers de piqueteros) reciben casi 4000 millones de dólares por año.
Cristina Fernández de Kirchner por la investigación DE UN SOLO CASO de corrupción en su gobierno acaba de ser condenada por robar 1000 millones de dólares de los bolsillos del pueblo. Repito: por UN SOLO CASO investigado.
¿No podrían encontrarse varios interesados en regar de muertos y de sangre las calles del país habiendo semejantes botines en juego, todos disponibles para que ellos se los sigan llevando?
Ustedes piensen que cuando fue el episodio de las 14 toneladas de piedras contra Macri el dólar valía $19 y la inflación era del 26% anual. Hoy el dólar vale $400 y la inflación es del 115%. Pero no vuela una piedra. ¿Por qué? Porque el acceso a los botines millonarios los tienen ellos, los peronistas, que son los que tiran piedras o los que pueden regar de muertos y sangre las calles de la Argentina.
La otra cuestión que salta evidente ante los ojos es que, por otros motivos, las calles de la Argentina YA SON UN REGUERO DE SANGRE Y MUERTOS. Está claro que esa sangre y esos muertos no ocurren, en principio, por intereses políticos, o por lo que usualmente se conoce por “intereses políticos”. Es decir a Daniel Barrientos, no lo mataron en su asiento de conductor de colectivos porque la oposición se hizo del acceso a las “cajas” y le arrebató ese control al peronismo (que es lo que describimos en la primera parte de esta columna como la real razón de la advertencia de Fernández). A Barrientos y a otros miles que murieron bajo las balas de los delincuentes que el peronismo puso en la calle, los mata una concepción que el gobierno defiende y que consiste en condenar a las víctimas y defender a los victimarios; en llevar al ámbito de la ley y de la Justicia una ideología que consiste en liberar delincuentes y en no condenar a asesinos, violadores y ladrones comprobados porque se los percibe como las verdaderas víctimas de una sociedad explotadora que los puso en esa disyuntiva de tener que salir a matar y a robar para vivir.
Esa idea, capitaneada por Zaffaroni y defendida por Bergoglio, es la que está produciendo AHORA un reguero de sangre y muertos en las calles de la Argentina. Pero claro: parece que esa sangre y esos muertos no importan porque sus vidas no influyen en los miles de millones de dólares que están disponibles para robar en el Estado.
O quizás sí. Porque la “venta” de esta pelotudez progresista infectó de tal manera a las generaciones de zombies educadas por el peronismo durante décadas que los votos de esas oleadas de idiotas fueron útiles para que el peronismo se haga del poder y con ellos tenga acceso a las cajas que tanto le importan y por las que está, evidentemente, dispuesto a matar.
De modo que, por un lado o por otro, se tenga una interpretación u otra, es siempre el peronismo el que aparece detrás de la sangre y de los muertos: en primer lugar, para generar quilombo (Moyano dixit) en la calle como consecuencia directa de haber perdido el poder formal o, en segundo lugar, como método de atraer el voto de idiotas útiles que creen en el verso marxista de la explotación de los más débiles por parte de la sociedad lo cual genera ríos de delincuentes sueltos por las calles que terminan con la vida de inocentes simplemente porque a ellos se les ocurre y porque el “sistema” instaurado por el peronismo (por populistas razones políticas para no perder sus cajas) se los permite.
Sin quererlo entonces (o quizás queriendo, porque con un matón nunca se sabe) Aníbal Fernández hizo una confesión pública de lo que el peronismo planea hacer para el caso de perder el poder (léase: “perder el acceso a los miles de millones de dólares que, cuando están en el gobierno, se roban”).
Siempre, la sangre y los muertos son el resultado de la acción peronista. Para el que aún tenga dudas que haga un ligero repaso de lo que fueron los ’70, y allí tendrá un resumido compendio de las prácticas y de las concepciones que se imponen en el país desde que un oscuro Coronel asomó a la vida política argentina a mediados del siglo XX.